M. Hernández Sánchez-Barba

El Santo Niño del Cebú

La Razón
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Cebú es una isla y una provincia de Filipinas, en el archipiélago de las Bisayas, entre Leyte y Bohol al Este y Negros al oeste, de topografía accidentada, con explotación intensiva de productos tropicales. La ciudad de Cebú, en la costa oriental, es la capital. Cuando Carlos I Habsburgo toma posesión del Gobierno de España en 1516, la Casa de Contratación de Sevilla preparó una expedición de cinco hermosos navíos, cuyo mando se encomienda al hidalgo portugués Hernando de Magallanes. Conocemos perfectamente, pues, el último de los cinco barcos, la nao «Victoria», bajo el mando del único oficial superviviente, Juan Sebastián Elcano, natural de Guetaria, que rindió final de viaje en Sanlúcar de Barrameda, tras dar la primera vuelta al mundo y ser dieciocho españoles quienes navegaron la inmensidad del océano Pacífico. Era el 6 de septiembre del año 1522. El rey concedió a Elcano un escudo de armas: el globo terráqueo rodeado con un lazo purpúreo que declaraba «Primus circumdedisti me», y la merced de 500 ducados de oro anuales vitalicios.

El océano Pacífico era asiento, a larga distancia de España pero con mayor proximidad a las costas del Virreinato de Nueva España, de las riquezas de Oriente. Era imprescindible montar una ruta desde Filipinas a Nueva España (puerto de Acapulco), conectando con la zona minera del norte de México, y desde aquí, pasando por la capital virreinal, al puerto atlántico de Veracruz y navegación atlántica hasta Sanlúcar de Barrameda para la distribución comercial en España y las cortes europeas. Esta compleja ruta oceánica y continental fue conocida con el nombre de «Galeón de Manila», pues Manila era la clave. Así como la potencia y el crecimiento del Virreinato de Nueva España, la posibilidad y la razón de Estado fue creada por Felipe II con la construcción de la Monarquía universal, actuando como energía política.

El rey, en efecto, ordenó al virrey de Nueva España, Luis de Velasco, en 1559 la preparación de una expedición a las «Islas del Poniente», en la que «lo principal de ella era saber la vuelta». El cosmógrafo fray Andrés de Urdaneta, O.S.A., recomendó como capitán general de la expedición a Miguel López de Legazpi, escribano mayor y alcalde ordinario de la ciudad de México. Se cumplieron todos los objetivos en el viaje de 1564-1565: el primer asentamiento español en la costa oeste de la isla de Luzón, como quería Felipe II; Urdaneta fijó la ruta marítima de vuelta a Acapulco y fue elegido el emplazamiento de la ciudad de Manila en la gran bahía. La fundación oficial tuvo efecto el 24 de junio de 1571, dotada con todas las instituciones municipales de españolidad, cabecera del galeón que la uniría con España. Urdaneta viaja a España y regresa con la orden real de «poblar».

El 25 de abril de 1565, Legazpi alcanzó la isla de Cebú y demandó la presencia del cacique insular para firmar pactos de paz y alianza, pero la respuesta de los nativos fue hostil, lo que obligó a Legazpi al uso de la artillería, lo cual fue suficiente para la desbandada; en la ocupación del poblado, un marinero, natural de Bermeo, encontró una caja atada con cuerda castellana de cáñamo. Abierta, apareció un Niño Jesús vestido con vestiduras españolas. Allí mismo se formuló el voto de celebrar anualmente la fiesta del Santo Niño de Cebú. Así dio comienzo la evangelización de las «Islas del Poniente», actualmente el único territorio de religión cristiana de Oriente.

En el año 1965 se conmemoró el IV centenario de la evangelización de Filipinas. Era por entonces arzobispo de Madrid el recordado monseñor Casimiro Morcillo, que participó intensamente en las celebraciones y actos de la cristianización de Filipinas, y quiso dejar constancia de ello dedicando una parroquia de la diócesis Matritensis-Complutensis, creada por bula de León XIII el 7 de marzo de 1885. Estimó el arzobispo que esa parroquia se debía dedicar a la advocación del Santo Niño de Cebú. Los «tiempos» del arzobispo de Oviedo, Vicente Enrique y Tarancón –segunda mitad de 1971 y primera mitad de 1972–, tiempos de tensión por el Concordato, últimos meses de vida del general Franco, la sorprendente designación de Adolfo Suárez tras la Ley de Reforma Política y el ascenso al Cardenalato de Tarancón. Morcillo quedó sin el capelo, mientras Tarancón lideraba la Iglesia española. La parroquia del Niño de Cebú pasó a ser regida por deseo suyo por la Tercera Orden Regular de San Francisco de Asís, que, actualmente, con toda felicidad y plenitud espiritual para los parroquianos, continúa manteniendo bajo la advocación del Santo Niño del Cebú.