Roma

Felipe II, rey de Portugal

La Razón
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La muerte del rey Don Sebastián de Portugal en la batalla de Alcazarquivir (1578) abrió a la Corona de España una cuestión sucesoria hasta el momento insospechada. No a Felipe II, que planteó sus derechos al trono de los Avís, supuesto por los reinos portugueses. El rey Felipe permaneció en Portugal durante tres años, aunque añorando los «sitios» de El Escorial y sus cercanías, siempre en su corazón.

Fue jurado como rey de Portugal en las Cortes de Tomar, ceremonia que tuvo lugar el 16 de abril de 1581. A la entrada del convento se levantó un tablado, adornado con tapices de «La Conquista de Túnez», que era antigua y querida propiedad de Don Sebastián. Se extendieron sobre el piso de madera alfombras de la India. La procesión fue presidida por el Rey, a quien precedía la Corte de Caballeros. Iba vestido con «una rropa úngara de tela de oro rasa y encima una rropa rroçagante antigua de brocado con manga de punta y una falda, la qual llevaba el conde camarero mayor y encima el tuson (Toisón) y una gorra de terciopelo rico negro».

La entrada triunfal de Felipe II en Lisboa en el año 1582 constituye uno de los acontecimientos de mayor significado del reinado. La jura de Tomar. La campaña de Portugal tuvo un significado muy particular, no sólo porque Felipe II no había participado directamente en campañas militares, desde los días ya lejanos de San Quintín. Sus victorias bélicas sólo habían tenido repercusiones en conmemoraciones religiosas. En el caso de la campaña militar de Portugal fue muy distinto: la jura de Tomar quiso que tuviese su presencia en la entrada triunfal de Lisboa. Los protagonistas de la campaña, dirigida por el duque de Alba, no se vinculó en exclusiva a la acción militar de éste, sino que el mecenas de las artes arquitectónicas que fue el rey de España y Portugal dejó su impronta estética con las creaciones de Juan de Herrera, Juan Bautista Antonelli o Felipe Terzio.

Juan Bautista Antonelli, por ejemplo, se ocupó de los aspectos de ingeniería de la campaña: allanar caminos, construcción de fortalezas, alojamientos para las tropas, creación de puentes, que demuestra los propósitos del rey de que la campaña estuviese señalada por la relación, la comunicación y la construcción. Antonelli concebía esta idea uniendo al sentido práctico, un planteamiento económico. Explicaba que los anteriores monarcas habían realizado grandes obras movidos por la ostentación, «cuya idea tiene mucha grandeza pues ningún príncipe lo ha hecho en estos reinos». Entre todas sus empresas, la de mayor importancia fue el proyecto de hacer navegable el río Tajo.

El tono con que se adornó la campaña portuguesa pudo apreciarse en la iconografía de los arcos erigidos en la entrada de Lisboa, con motivos mitológicos significativos, por ejemplo, Jano entregando las llaves de su templo «como a senhor do Mundo, que o tem debaixo de su Imperio», indicando el sentido de pacificación de la presencia del rey Felipe. Otros arcos marcaban la composición dinástica con la presencia de Felipe de Borgoña, Carlos I, Felipe II y el príncipe don Diego, así como la plural formación que históricamente formaba parte de la Casa de Austria como Borgoña y Flandes.

El tema principal era el dominio marítimo sobre las cuatro partes del mundo, adquirido por el rey de España: los símbolos aparecían con la presencia de Neptuno, al que se añadía la aparición de Atlante; Jano y sus cuatro rostros y un Sol encima de su cabeza, «entregando um centro, que la ponta de cima tem um olho, a sua Majestade que governe e domine-as cuatro partes do mondo, Scilicet; Asia, Äfrica, Europa y América».

La incorporación de Portugal comprendía tanto las Indias Orientales como las Occidentales. En un pedestal se puso la alegoría de la Fortuna, que demostraba la idea de poderío sobre todo el orbe de la Monarquía universal.