Francisco Nieva
La abuelita muerta y telenda
Hace sus años ya que murió la muerta por segunda vez, así como su biznieto, Donato Lieto. De otro modo, no hubiera podido escribir estas líneas dedicadas a su memoria, en las que se verían reflejados él y su bisabuela como seres excéntricos y grotescos
Donato Lieto Bottino, de clara ascendencia italiana florentina, era un gran amigo mío que me contaba todo de su vida. Un día me dijo que mantenía en su casa a una bisabuela casi centenaria, que decía estar muerta desde hacía mucho tiempo.
-«Una noche me acosté muy feliz y al despertar, me llevé una gran sorpresa. ¡Anda, pero si estoy muerta!».
-«Eso no es posible, mami Floria. Para despertar y darse cuenta de algo, no se puede estar muerta, y usted acaba de tomarse con mucho regalo un platito de arroz con leche. Los muertos no comen».
-«En el otro mundo, sí. Pero no se defeca. Dime si me has visto jamás ir al excusado».
-«Porque el médico le ha diagnosticado oclusión intestinal y hay que operarla a usted, mami Floria, operarla a vida o muerte de la muerta. O morirá usted de verdad».
La muerta se oponía a ser operada, pero se la salvó de morir otra vez. Se le administraron laxantes flojos para que depusiera ante un testigo que diera fe del hecho.
-«Yo agradezco cuanto hacéis por mí para que siga viva, pero me encuentro mucho mejor si estoy muerta. No me mezcléis en vuestros asuntos ni me contéis nada de lo que pasa en el mundo, porque los muertos lo sabemos todo. Gozamos de tan buena vista que atravesamos las paredes. Y que nadie se acerque a mí, no sin antes inclinarse y hacer la señal de la cruz. Es lo obligado en el trato familiar con los muertos».
Y así lo hicieron desde entonces. Donato, que la trataba como mami Floria, comenzó a llamarla, por broma, mami Blue. Y la vieja se enfurecía. -«¡Que no me llames mami Blue, farabutto! ¡Fucking shit!».
-«Esas palabras tan soeces suenan muy mal en boca de una dama, aunque sean en inglés».
- «Pero inglés era mi marido, y yo las repito con cariño, porque me recuerdan a él. Para mí son suaves, cariñosas y dulces. Para los muertos, igual que para los políticos, las palabras significan lo que nos dé la gana».
- «Divinas palabras, pues siga usted. A los muertos se les consiente todo, con tal de que den señales de vida».
A la vuelta de un trabajo impío en Berlín, Donato me dijo que la abuelita muerta estaba empeñada en que se celebrase una gran misa de difuntos en la iglesia de las Calatravas.
- «Eso es imposible, mami Blue, el párroco de las Calatravas se niega a semejante farsa, la de una muerta que asiste muy telenda a su propia misa de difuntos, mucho más que de cuerpo presente, de cuerpo semoviente».
-«Sobórnalo. Con dinero nada hay que falle».
Donato se gastó varios miles de pesetas para que se celebrase aquella misa para otra muerta. Con un gran túmulo en el centro de la nave, donde se colocarían las ofrendas de flores y coronas. Y la muerta se dio por satisfecha después de que una gran fila de parientes y amigos le diera el pésame directamente. Yo asistí a aquel evento extraordinario y no tengo palabras para describir mis emociones.
- «Oh, mami Blue, es usted la muerta más tratable que he podido encontrar en mi vida».
-«Muchas gracias, mi querido viviente, y perdone usted que no sonría. No puedo sonreír por más esfuerzos que hago. Los muertos no sonríen porque la muerte es seria y aquí, nada de bromas. El otro mundo no es una fiesta. Allí todos vamos de luto por nosotros mismos, cantamos cosas que fueron muy bonitas, pero que ahora son muy aburridas, estamos muy pasados de moda. Solo escuchamos música de Bach a todas horas. Una tabarra interminable, como fuera en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, amén».
Hace sus años ya que murió la muerta por segunda vez, así como su biznieto, Donato Lieto. De otro modo, no hubiera podido escribir estas líneas dedicadas a su memoria, en las que se verían reflejados él y su bisabuela como seres excéntricos y grotescos. Y ahora me pregunto si, en el fondo, la estrambótica actitud de la señora no escondía un planteamiento filosófico verdaderamente profundo. Me pregunto si no estaremos, como ella, todos muertos. Quizá sea esta una buena cuestión para dilucidar en un debate a cuatro en la televisión.
✕
Accede a tu cuenta para comentar