Historia

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Liberalismo español

Los liberales controlaban el Estado y el Gobierno contando con el apoyo exterior y de gran parte de las clases altas

La Razón
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Dominó la vida política española, el primer partido liberal gobernó desde principios del siglo XIX, 1810-1814, siendo derrocado en 1820-23 por los «Cien Mil Hijos de San Luis», y tras la muerte de Fernando VII (1833) lo hizo bajo una u otra forma de «liberalismo».

La Constitución de Cádiz de 1812 extendió considerablemente la influencia del liberalismo español en Europa (Italia, Rusia, Francia, Alemania) y fue forma inminente en el extremo Occidente y la América española, uniéndose con la tradición escolástica basada en el Derecho Natural. El primer liberalismo español tuvo una influencia considerable en la América española, en extensión natural y frente a la España absolutista, mientras que la Monarquía absoluta sólo fue una caricatura del «despotismo ilustrado» de Carlos III, la reacción frente al incipiente liberalismo generó un «tradicionalismo» durante la cultura del XIX en toda Europa, mientras en España no fue tan acusada la raíz cultural de su estructura. Ello fue así porque el liberalismo español se impuso en una sociedad y una cultura todavía muy tradicionales, y persistió así hasta mediados del siglo XX. El carlismo fue más acusado, en primer lugar por el vigor del sentimiento religioso y la solidez de las instituciones tradicionales; aunque con matices que son necesarios tener en cuenta: débil en el sur, intermedio en el centro y norte, más fuertes en las provincias Vascongadas, Navarra, Aragón y Cataluña.

Los liberales controlaban el Estado y el Gobierno contando con el apoyo exterior y de gran parte de las clases altas. En esa distinción debe señalarse un conflicto profundo entre el liberalismo y tradicionalismo, más bien centrado en los choques y divisiones entre «revolución» y «contrarrevolución», teniendo en cuenta que esta segunda posición no suponía actitud contra la revolución, sino otra revolución añadida, lo que en rigor promovía la debilidad del Estado. La tercera fase del liberalismo se afirma con el Estatuto Real. Una carta limitada que intentaba conciliar el «Antiguo Régimen» con el liberalismo restringido, creando una interacción de guerra civil. Ello radicalizó tanto la posición de «izquierda» como de «derecha», acentuando hasta límites muy profundos las contradicciones españolas.

En definitiva, en la Europa de los «momentos liberales» las actitudes españolas fueron más negativas y críticas que las de ningún país europeo occidental, durante los mundos antiguos y medieval. En el siglo XVI, el incremento del prestigio español político, militar, cultural y diplomático, en que la lengua española fue idioma internacional, la literatura del Siglo de Oro, del siglo XVI y XVII y, con Italia, la religión, la Iglesia y el Estado fueron un papel destacado frente a la Contrarreforma.

En el extremo oriental de Europa tuvo lugar la evaluación más positiva de la élite en la católica Polonia, lo que permitió al historiador Jan Lelewel trazar un paralelismo histórico entre los siglos XVI y XVII de ambas naciones. La valoración de los mitos políticos del XVI y XVII se llevó a cabo por quien fue Presidente del Tribunal Constitucional español Manuel García Pelayo: «Los mitos políticos» (1981). Existe un conjunto de investigaciones sobre los mitos y nacionalidades como forma del pensamiento, siguiendo los «Two Essays on Analitical Psychology» (New York, 1966).

Sin embargo, a finales del siglo XIX, debido al fracaso de la Restauración, un grupo muy importante de pensadores y escritores políticos sintió con fuerza acuciante la regeneración de la Nación como preocupación respecto a la naturaleza de la identidad nacional. Con ello, en relación con la emergencia y desarrollo de una Historiografía liberal y estableciendo una relación entre Historia, cultura e identidad colectiva, que subrayaba el pensamiento y la literatura española a lo largo del siglo XX, se abrió así una indagación sobre la historia española en busca del «genio del pueblo» acerca de lo que era lo propiamente español en literatura, arte y psiquismo, haciendo intervenir sentimiento, ideas y convivencia y tratando de hallar ese «espíritu del pueblo» considerando lo que básicamente eran las estructuras más profundas y lucidas del ser español.