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Cada año, miles de nuevos productos se lanzan al mercado tratando de hacerse un hueco en las cestas de la compra, las despensas y las neveras de los consumidores. La innovación es una de las bazas fundamentales de las empresas para crecer en el mercado, pero para que un nuevo producto logre el éxito, tiene que superar enormes dificultades: darse a conocer, resultar atractivo hasta el punto de ser capaz de despertar el deseo de probar algo nuevo y diferente, y una vez que se ha probado, ser lo suficientemente bueno para que la gente lo siga comprando. La inversión necesaria en la innovación no se limita ni mucho menos a la investigación, desarrollo y fabricación del nuevo producto, pues precisa también de una buena campaña de publicidad para que la gente lo conozca y sepa sus ventajas, acompañada muchas veces de promociones, y un gran esfuerzo en distribución para que esté disponible en el máximo número de comercios, bares o lugares de venta.

Un informe de Nielsen señala que el 76 por ciento de los lanzamientos realizados en alimentación, bebidas, perfumería y droguería no llega a cumplir un año de vida en el mercado. Y que apenas el 20 por ciento de los lanzamientos consiguen el 87 por ciento de las ventas en innovación. La consultora ha analizado 8.650 lanzamientos de productos realizados en Europa desde 2013, y sólo 18 de ellos han logrado vender al menos 10 millones de euros en su primer año, y mantener el 90 por ciento de sus ventas o más en el segundo.

Dos de esas «innovaciones rompedoras» son españolas: las Lays Xtra de Pepsico, «un tipo de patata frita más ondulada y crujiente que supo conectar con un público principalmente joven y masculino»; y Yatekomo, de Gallina Blanca, «una apuesta por la conveniencia con un producto fácil con el que es posible obtener una receta en apenas tres minutos», que destaca por su gran distribución y sus campañas de marketing.

Tras su exhaustivo análisis de todos los lanzamientos y novedades de estos últimos años, Nielsen señala que «una innovación rompedora en el mercado aparece de forma ocasional, pero no es producto de la suerte, sino de un propósito, es decir, del uso que el consumidor da a ese bien en su vida diaria y en una situación o circunstancia concreta». La clave es acertar con productos capaces de conectar con los cambios que se producen en la sociedad, y comunicarlos lo mejor posible. Pero ya se ve que lograrlo es casi tan difícil como que toque la lotería.