Papel
Polonia vs. Unión Europea
Alemania juega un papel decisivo en la visión que el conjunto de los europeos tenemos de Polonia. Entender el proceder alemán con Polonia requiere, previamente, entender la interacción de Berlín con la Europa del Sur, nuestra Europa. Para ello, resulta fundamental rescatar la tesis central de «El Mediterráneo y los bárbaros del Norte» (1984), de Luis Racionero, cuya versión alemana vio suprimidos, sin previo aviso, tres de sus capítulos. La tesis que vertebra el libro es que en Alemania lo comunitario se sobrepone a lo individual, lo contrario de lo que acaece en la Europa del Sur, donde, para bien y para mal, impera la individualidad. ¿Cree alguien posible que en España, Grecia, Italia, Portugal o Francia un Hitler hubiese podido alcanzar el poder? Lo alcanzó Franco, pero tras un golpe de Estado, en tono con Mussolini, Salazar o Pétain y con el añadido de una guerra incivil. En términos democráticos, algo mucho más tibio que el Partido Nazi, Falange, llegó a su máximum con un diputado. Pero en Alemania bastó con que los partidos Comunista y Socialdemócrata (SPD) fuesen barridos por la vesania nacionalsocialista, y el resto, suprimidos por decreto, para que, en plebiscito, Hitler obtuviese 38 millones de síes frente a 4,25 de noes. ¿Que aquellos fueron alemanes embaucados por una propaganda demoledora? Nadie lo niega; pero las cifras, cifras son y ahí están.
Hoy asistimos imperturbables al hecho de que una élite económica alemana pretenda fagocitar la Europa continental por medio de Angela Dorothea Kasner, su peón. La hija de un pastor luterano que por matrimonio pasó a llamarse Merkel, aunque ahora, casada en segundas nupcias, debería apellidarse Sauer. Pero dejemos la vertiente privada de la canciller, ex de las Juventudes Comunistas de la RDA, y centrémonos en lo fundamental: la antropofagia que, por medio de Merkel, la gran industria alemana extiende por toda Europa. Un intento de devore perfilado al milímetro en «El arenque de Bismarck», del eurodiputado francés Jean-Luc Mélenchon. Libro brillante con epílogo superior, por breve, de Manolo Monereo. Ensayo que, entre otras cosas, advierte de lo que Alemania nos regala de la mano de Basf y Bayer: pesticidas cancerígenos, tóxicos insecticidas Gaucho y Regent, y cereales y tubérculos transgénicos. ¿Y qué papel juega Polonia en todo ello? Sin duda, uno fundamental. Baste ver el devastador tratamiento que ciertos medios de comunicación ofrecen del nuevo Gobierno polaco, con la excusa de su conservadurismo y de sus reservas a acoger refugiados sirios. Y cómo «olvidan» que, por el contrario, va a acoger a 7.000 libaneses cristianos. Todo ello nos permite vislumbrar el tentáculo de los lobbies a los que Merkel sirve.
Nuestros medios olvidan, según el profesor Bartosz Kaczorowski, lo siguiente: 1) Que el PiS (Ley y Justicia) ha sido el único partido que ha ganado unas elecciones en Polonia con mayoría absoluta. 2) Que la derrotada PO (Plataforma Cívica) y su pequeño aliado, el PSL (Partido Campesino Polaco), facilitaron el establecimiento del capital alemán que controla parte de las grandes empresas. 3) Que Polonia ha acogido a cientos de miles de ucranianos, como en su día acogió a 86.000 chechenos. 4) Que el ex primer ministro y candidato de la PO, Donald Tusk (habla alemán), fue apoyado por Alemania para la Presidencia del Consejo Europeo. Y 5) Que el Grupo de Visegrád (Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría) se opone a la construcción del gasoducto germano-ruso Nord Stream II. Entretanto, la empobrecida España da ejemplo a su Europa (la meridional) en cumplimiento de «los deberes» germanos de la UE. Entretanto también, Grecia ha sido masacrada por la Troika tras el frustrado intento de Syriza de escapar del Diktat alemán. Que nadie olvide los esfuerzos del catedrático Yanis Varoufakis por mantener sus principios ante las exigencias germanas, ni cómo su propio Gobierno lo abocó a la dimisión. Valga decir, en pro de Alemania, que en mayor o menor medida Die Linke, el AfD y el SPD apoyaron a Syriza. Pero valga también decir que el ex canciller Gerhard Shröeder (SPD) está atado a la rusa Gazprom, al que se opone el Grupo de Visegrád.
En fin, creo que en contra del título de este artículo, he referido más a Alemania que a Polonia. La, según se nos quiere hacer creer, intransigente Polonia en manos del antisolidario y recalcitrante PiS. Pero es que todo parece indicar que la génesis de tales apelativos nos dirige más a los grupos de presión de Berlín y a sus servidores políticos que a la vieja y afable Varsovia.
*Universidad Rovira i Virgili, Tarragona
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