Bonus Track

Votantismo

Y si lo de la mayoría no bastara, está el comodín del Constitucional, que se ha convertido en recadero del poder legislativo y/o ejecutivo

«Si no aceptas las decisiones de la mayoría del Parlamento, no eres demócrata. Ser demócrata es atenerse a la Constitución. La amnistía a los secesionistas catalanes es democrática y constitucional porque la avala la mayoría del Parlamento (aunque eso esté por ver…) con la garantía del Tribunal Constitucional»… Estamos en un punto de degradación democrática de tal calibre, que esos son los argumentarios básicos de quienes defienden como correcto que una minoría de la población decida por la mayoría tras haber formado una precaria suma de partidos unidos por intereses: el partido que desea seguir gobernando; el que quiere la independencia de una parte de España tradicionalmente privilegiada y consentida por el Estado; otro partido que (quizás a las órdenes de fuerzas extranjeras) espera contribuir a la disolución del sistema (de España). Otro partido, o partida, que aspira a borrar sus delitos por arte de la magia del poder de sus homólogos en las élites políticas, que deciden lo que es democrático y constitucional y lo que no lo es, y así lo hacen constar en el BOE y el Código Penal… Etc. Vivimos ese momento de iniquidad incivil en que, gracias a una hábil y continua propaganda política, parece que el voto lo legitimase todo. «¡Vamos a votar que ahorcamos al hijo de la Tomasa!», dirían los abanderados del «votantismo», y si fuesen mayoría los que quisieran ver difunto al chaval…, pues lo ejecutarían al estilo far west. Total, «¡Es democrático!, ¡¿acaso no lo hemos votado?!, ¡democracia es solo votar!». Y si lo de la mayoría no bastara, está el comodín del Constitucional, que se ha convertido en recadero del poder legislativo y/o ejecutivo, evidenciando que en España ya «no» debería haber Tribunal Constitucional, porque con la corte suprema, última alta instancia del poder judicial (siempre que fuese independiente) sería suficiente en un país democrático. El TC ni siquiera pertenece al poder judicial, propiamente. En los países bolivarianos, la Constitución es básicamente un feroz instrumento ideológico, una mascarada pseudo-democrática. El TC sirve bien para apuntalar posibles corrupciones políticas: debería desaparecer.