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Woke

La democracia también es fascista cuando permite «oposición»

La teoría woke aplicada en política es un arma letal, aunque también grotesca, infantiloide, lerda. Su munición: todas las argucias posibles, incluso aquellas que contradicen la lógica, la realidad. Artefacto perfecto o, mejor, «fecperto». Inteligencia Artificial del embrollo dialéctico. Predominio de la chapuza legal, el embuste, la avaricia de poder. Un gobierno se proclama campeón de la «reconciliación» mientras ejerce con rabia la «cultura de la cancelación», que incluye la denigración pública de sus «enemigos» («fachosfera, todo el que no está conmigo es ultraderechista y no merece pisar el Parlamento, debe ser expulsado del Sistema, incluso del Sistema Solar»)… Borrar, anular, aniquilar opositores es el primer objetivo político, usando si es preciso medios coercitivos. Guerreros de una justicia social identitaria (SJW, Social Justice Warriors) que definen según sus conveniencias, y cambian según sus intereses, sin que escondan la contradicción. Al contrario, hacen de esas refutaciones y paradojas –que ellos mismos plantean y que a ellos mismos cuestionan–, un elemento más de agresivo ataque, pues la culpa, por cierto, siempre es del «enemigo» (¡fascista!). La verdad no importa, ni siquiera tendría que existir como idea (menos como ideal), pues solo convienen objetivos instantáneos, que pueden cambiar al momento siguiente. La realidad es voluble (qual piuma al vento). Las matemáticas se desprecian por discriminatorias, por eso 146 escaños «tienen derecho» a valer más que 176 (quien diga lo contrario es facha). La oposición al poder es esclavista, racista y rancia por no aceptar sumisamente los dictados del gobierno (que decide quién es fascista). La democracia también es fascista cuando permite «oposición». La corrupción es buena, conciliadora, progresista, cuando la practican quienes ostentan el poder. Comprar votos no es corrupción si el precio es estratosférico, demencial. La realidad es fascista si refuta las creencias oficiales. La ciencia, el lenguaje y la ley tienen que acomodarse a los designios del poder, en caso contrario son prácticamente nazis. El sentido del humor es de extrema derecha. Todo es grave, severo, ampuloso, imponente…, como el poder del que presume sin recato el entusiasta gobierno woke. Moderno, oiga.