Papel sin sustancia

Cuando Lee Daniels presentó esta elegía «trash» en Cannes, la tachó de película personalísima: después de todo, afirmó, él es negro, gay y vivió de niño la lucha por los derechos civiles en los sesenta. De sus palabras podría deducirse que «El chico del periódico» aspira a ser crónica de la reivindicación de las minorías raciales en el sudoroso y xenófobo sur estadounidense, pero, como la película está narrada engañosamente –la voz en off de una criada de color (Macy Gray), que entra y sale del relato por puro capricho, no revela ningún punto de vista significativo sobre la postura ideológica de Daniels respecto a la época que describe Pete Dexter en su novela y sólo parece disfrutar filmando el torso desnudo de Zac Efron y los arrebatos bizarros de sus personajes, sumergidos en una retorcida trama que no sabe si ser melodrama tórrido o thriller legal, denuncia de ciertas prácticas del periodismo de investigación o gótico sureño, decantándose al final por la crónica de iniciación trágica, que empieza como un «Verano del 42» de una extrema vulgaridad y acaba como una mezcla entre el «Teniente corrupto» de Herzog y «La presa» de Walter Hill. Material tan sórdido necesitaba un cineasta más atrevido en lo visual, quizá ese Almodóvar –o, en su defecto, un Paul Verhoeven– que estuvo asociado al proyecto hace muchos años, cuando pretendía debutar en América. Daniels se conforma con aplanar las crestas de sus personajes, midiéndolos a todos con el mismo rasero. Lo mejor que puede decirse de «El chico del periódico» es que es una película difícil de contar; lo peor es que es mucho más divertida cuando la cuentas que cuando la ves.