Restringido
Los siete ciberpecados capitales en el amor
Nuevos estudios descubren que la envidia, la ira y los celos encuentran en las redes sociales un peligroso caldo de cultivo
Todo puede pasar en internet. Cada vez existen menos parcelas de la realidad física que no tengan su reflejo en el escenario virtual de los ceros y unos. Por eso no es extraño que abunden los intentos de la ciencia por entender mejor el intrincado abanico de relaciones sociales que ejercitamos a través de la red... para bien y para mal.
Las redes sociales como Facebook y Twitter se han convertido en el gran vecindario de casitas adosadas con zonas comunes compartidas por millones de habitantes. Un espacio en el que aventar nuestras miserias o engrosar nuestra lista de actos solidarios por igual. Ahora, una serie de recientes estudios ha querido centrarse en algunos de los comportamientos menos edificantes que practicamos en la red, exactamente los mismos que tendemos a desarrollar fuera de ella. Los celos de pareja, la envidia al vecino, el cotilleo insano, la ira desproporcionada...
Acabo de recibir el último número de la revista «Ciberpsicología, Comportamiento y Redes Sociales». Se trata de una de las primeras publicaciones científicas de prestigio dedicada en exclusiva a las quisicosas de nuestro comportamiento on-line. En él destaca un artículo realizado por los departamentos de Comunicación de las universidades de Wittember en Springfield y del estado de Ohio. El asunto es revelador: ¿quién es más propenso a espiar a su pareja en internet? ¿Existe algún perfil definido de ciberceloso?
Cada vez más, las redes sociales se han convertido en una fuente de información y, por desgracia también, de tensión entre las parejas. Se han realizado numerosos estudios que demuestran un considerable uso de ellas para rastrear datos sobre la pareja actual o la ex pareja. Pero nunca hasta ahora se había analizado el perfil de este tipo de usuario.
Los psicólogos saben muy bien que cuando se inicia una relación amorosa existe una tendencia casi irrefrenable a conocer eventos relacionados con la vida del otro. La comunicación interpersonal es, sin duda, la mejor manera de satisfacer este impulso, pero no es infrecuente encontrar otro tipo de estrategias menos transparentes: desde observar el comportamiento en una fiesta hasta preguntar a terceros. Las redes sociales han facilitado enormemente este último empeño. Pero ¿lo hacen igual para todos?
El estudio de 328 usuarios de internet con pareja ha demostrado que el grado de incertidumbre en la relación es un predictor de mayor uso de las redes sociales para monitorizar al otro. Aquellos que no están seguros de las verdaderas intenciones románticas del otro tienden a la lanzarse con mayor rapidez a internet a espiar. Evidentemente, este grado de incertidumbre es mayor en casos de recientes rupturas. Algunas teorías psicológicas aseguran que existen cuatro tipos de actitudes ante una relación sentimental que vienen fuertemente marcadas por el modo en que fuimos educados de pequeños en el contacto con los otros: seguridad, preocupación, rechazo y miedo. Los individuos que acceden a las relaciones con preocupación o miedo generan más altos grados de ansiedad y son, según este estudio, los más propensos al ciberespionaje de sus parejas.
Otro estudio realizado entre profesionales de éxito en Alemania descubrió que el 20% de los entrevistados reconocía sentir envidia de sus amigos de Facebook. Las razones de tal sentimiento variaban desde el número de amigos que los demás tenían, la calidad de los comentarios que recibían, las fotos publicadas o el perfil profesional que aparece en la página. Lo más sorprendente de este trabajo es que ese 20% se refiere a personas que sólo sienten envidia en Facebook, no en la vida real. El sentimiento además provoca una espiral envidiosa incitando a los que lo padecen a mejorar su perfil social, añadir más fotos o buscar engordar su lista de «me gusta». Como si dos vecinos de jardín compitieran obsesivamente por tener las plantas más lustrosas.
Parece obvio que en internet aumenta la tentación de la envidia. En el «mundo real» sólo tenemos opción de sufrir celos de la vida de otro si estamos en contacto con él (el amigo que triunfa en el trabajo, la prima que nos asalta con sus magníficas fotos del último viaje, el compañero de aula que nos restriega sus notas...). En internet parece que tendemos a querer saber algo de cada «Pepe» o «Luisa» que ha hecho clic en el botón para aceptar nuestra invitación a ser amigos, aunque no lo conozcamos de nada. La mera cercanía on-line parece desatar en nosotros cierta necesidad de saber algo sobre ellos y, por ende, aumenta las probabilidades de que los envidiemos, de que nos comparemos con ellos. Los autores de estos trabajos creen que es necesario seguir investigando las sutiles expresiones de nuestra psique en internet. En primer lugar, para ayudar a los desarrolladores de redes sociales a crear aplicaciones con un componente más humano. En segundo lugar, para empezar a entender y prevenir el fenómeno creciente y preocupante del ciberacoso que, sin duda, ha de hundir sus raíces en aspectos identificables de la mente humana.
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