Restringido

Un invento con mucho tacto

Un tipo de sensor flexible se convertirá muy probablemente en un futuro en piel electrónica, lo que significa todo un avance fundamental para la medicina

Un invento con mucho tacto
Un invento con mucho tactolarazon

Usando pequeñas partículas de oro y una especie de resina, un equipo de científicos del Instituto Technion de Tecnología en Israel ha fabricado un nuevo tipo de sensor flexible que un día podría convertirse en piel electrónica. Si los científicos logran resolver cómo colocar esta piel en las prótesis, por ejemplo, las personas con amputaciones podrían recuperar el sentido del tacto. El invento está compuesto de nanopartículas de oro (partículas de tamaños cercanos a 8 nanómetros, es decir, harían falta cientos de miles de ellas para cubrir un diámetro de un milímetro). Estas partículas están rodeadas de moléculas orgánicas que conectan unas con otras. El tejido resultante es capaz de transmitir la sensación de presión (aunque sea de sólo unos miligramos), de calor y de textura. Si para los pacientes afectados con la falta de algún miembro este avance puede ser fundamental, no lo es menos para el ejercicio de la Medicina. Sobre todo la Medicina del futuro más cercano que, como ya dijimos en estas páginas de verano, se encamina a pasos agigantados hacia la virtualidad. La cirugía sin tocar al paciente es, sin duda, un salto al vacío similar al que fue la anestesia o la asepsia en su momento. ¿Cuántos conceptos, cuántas estructuras mentales, cuántos protocolos no habrán de ser revisados por el simple hecho de que, ahora, el tacto ha dejado de ser un valor añadido en todos los casos? La mano del médico puede ser sustituida (podrá tan pronto como artilugios como el de Israel estén masivamente disponibles) por la de un robot.

En 2006,un equipo de astronautas y buzos se embarcó en una curiosa aventura: caminar por el fondo del océano simulando un paseo espacial y someterse a un simulacro de operación quirúrgica dirigido desde la superficie (seco y a buen recaudo) por un médico que utilizaría sistemas de telerrobótica. La experiencia fue fascinante. Una tripulación de seis «acuanautas» vivió 18 días en el laboratorio submarino Aquarius, a 20 metros de profundidad, bajo Cayo Largo (Florida) dentro del programa de la NASA NEEMO 9 (Nasa, Extreme Environment Mission Operations).

El médico canadiense Mehran Anvari, veterano pionero de la telemedicina, condujo un simulacro de sutura sentado delante de su ordenador en la ciudad canadiense de Hamilton (Ontario). El supuesto paciente era, en realidad, un simulador de los que se utilizan en las facultades de medicina, de goma y látex, al que hubo que practicarle una cura para detener la hemorragia producida por un accidente.

Algún día, estas experiencias serán reales. No está muy lejos la era en la que los viajes tripulados a la luna y quizá a Marte sean un hecho cotidiano. En esas condiciones, se hace imprescindible empezar a pensar en sistemas de asistencia sanitaria que puedan transcender las fronteras de espacio de nuestro pequeño planeta. La telemedicina puede ser la solución: los médicos desde la Tierra, conectados a una potente red informática, podrían manipular robots cirujanos depositados permanentemente en Marte. Y en ese caso, deberán ser capaces de experimentar en sus manos las mismas sensaciones de tensión, calor, frío, dureza, rugosidad que sentirían operando directamente sobre el cuerpo de su paciente, pero en este caso transmitidas por la piel artificial de un brazo mecánico.

La distancia entre médico y paciente en estos casos es tal que los primeros tienen que someterse a otra provocación para sus protocolos. Desde que el doctor en Ontario envía una orden al robot y éste la recibe, transcurren al menos 2 segundos. El cirujano ha de hacer un verdadero esfuerzo de concentración para adelantarse todo lo posible a este lapso. 2 segundos, en algunos casos, pueden suponer la frontera entre la vida y las muerte.

«Debes acostumbrarte a trabajar con ese lapso –advirtió Anvar–a predecir dónde va a acabar posándose el brazo del robot dentro de dos segundos».

Cambio de mentalidad

Pero eso no es nada comparado con los 12 minutos de lapso que se producirían en una hipotética misión a Marte. Plantearse si quiera la posibilidad de que un médico, acostumbrado al frenesí de las salas de urgencias, al inmediato efecto de la adrenalina inyectada sobre las constantes de su paciente agonizante, a la rapidez con la que se sutura una herida o se tapona una hemorragia, ha de esperar más de diez minutos entre que toma una decisión, realiza un acto y éste es aplicado al enfermo, supone un auténtico salto al vacío en la comunidad médica. Si además ha de delegar su sentido del tacto, la herramienta más sutil de los médicos desde los albores de la ciencia, estaríamos probablemente ante el mayor cambio de mentalidad sucedido en la historia de la medicina.