Entrevista

«La Iglesia no puede estar en ningún bando político»

Jesús Avezuela Director, general de la Fundación Pablo VI, asegura que “la religión no es patrimonio de nadie ni unas siglas pueden presentarse como único portavoz de la Iglesia católica”

Jesús Avezuela, director general de la Fundación Pablo VI
Jesús Avezuela, director general de la Fundación Pablo VIJesús G. FeriaLa Razon

Cuando se plantó en Madrid para estudiar sus oposiciones, decidió alojarse en la residencia León XIII. Fue su primer contacto con la Fundación Pablo VI. Entonces Jesús Avezuela no se imaginó que acabaría siendo director general del principal foro de formación y «think tank» de la Conferencia Episcopalque creó el cardenal Herrera Oria. En estos días, este letrado del Consejo de Estado ha sido el anfitrión del Congreso Iglesia y Sociedad Democrática.

Una pandemia, un volcán, la guerra. En el lema del congreso proponían reflexionar sobre «el mundo que viene». ¿No sería mejor buscarse otro planeta?

Hay que seguir en este planeta y vale la pena luchar por transformarlo. El Congreso ha buscado conectar con una sociedad moderna que se enfrenta a retos de todo tipo: económicos, culturales, tecnológicos, educativos… Masha Guessen nos recuerda que “El futuro es historia”, pero también repite muchas cosas de lo que hemos vivido en el pasado. Eso no significa que nos tengamos que quedarnos mirando con nostalgia el pasado, hay que mirar al mañana y comprometerse con él.

¿Se ha quedado la Iglesia anclada en esa nostalgia?

No se ha quedado atrapada en la nostalgia, pero sí veo que la Iglesia ha perdido presencia en el espacio público y no ha tenido capacidad de adaptación ante los cambios vertiginosos que estamos viviendo. Esto hace que a veces le cueste ponerse a dialogar de tú a tú con el resto de la sociedad, pero hoy es más que necesario hacernos presentes.

En el congreso han dado la palabra a tres ministras del Gobierno de PSOE y Podemos, al secretario general de UGT… Habrá quien piense que la Iglesia se ha cambiado de bando.

Hemos abierto las puertas de este foro al encuentro de distintas sensibilidades y disciplinas. La Iglesia, como este congreso, no está ni puede estar en ningún bando. Tampoco ha de ser un actor de oposición al poder. Debe ser, como dice la encíclica del Papa Francisco «Fratelli Tutti», un aporte a la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad. Rompamos la dinámica belicista de los bandos en toda la sociedad, máxime con el horror que estamos viviendo en Ucrania. Cuando estudiaba derecho político se nos decía que la Constitución es una gran carta magna donde caben muchas ideologías. En la Iglesia caben distintos tipos de ideologías, pero dentro de una hoja de ruta con el bien común como base.

En algún coloquio hay quien ha expresado la añoranza de un único partido católico y quien se ha presentado como el partido de los católicos…

Los tiempos han cambiado. Más que los católicos en un partido, los católicos en todos los partidos. Tampoco creo que hoy nadie se puede presentar o erigir como el único partido católico. Ojalá tuviésemos una visión y compromiso cristiano que abarcara toda la horquilla parlamentaria.

La intervención más aplaudida en estos días fue una reflexión de la ministra de Defensa, Margarita Robles: «Huyo de las personas que quieren patrimonializar la religión». ¿Lo firma?

Cien por cien. Lo comparto completamente. La religión no es patrimonio de nadie ni unas siglas pueden presentarse como único portavoz de la Iglesia católica.

A no pocos sorprendió que la vicepresidenta Yolanda Díaz elogiara la encíclica «Populorum Progressio» para destacar que «denunció la perversidad del orden económico»...

La vicepresidenta se preparó muy bien su alocución y sabía al entorno al que se dirigía, acogiendo con entusiasmo e ilusión su participación sin poner condición alguna. El hecho de que supiera el entorno en el que participaba le llevó a buscar empatizar y mostrar su respeto con ese guiño. Y lo hizo con una interpretación de «Popularum Progressio» desde su ideas. Sin entrar en más valoraciones, la encíclica va mucho más allá.

Mientras en la Fundación se hablaba de política, en el Congreso se aprobaba la Comisión del Defensor del Pueblo para investigar los abusos sexuales en la Iglesia. ¿Esta crisis ha dejado herida su credibilidad?

No creo que haya dañado como tal la credibilidad, pero sí ha dejado heridas que hay que curar, las de las víctimas. A la misma hora que se votaba en el parlamento, la joven escritora Ana Iris Simón comentaba en nuestro congreso que el hecho de que algunas personas de la Iglesia hayan cometido errores, no implica dejar de creer en la institución. Yo me sumo a esta visión, consciente de que estamos a tiempo de gestionar estos episodios lamentables.

La filósofa Adela Cortina se llevó otra ovación al condenar la invasión de Ucrania: «No hemos aprendido nada del siglo XX».

Es verdad que hay mucho que cambiar, pero como la propia Adela decía a continuación, también se están dando en medio de la tragedia acciones de solidaridad nunca vistas en el continente europeo, desde la propia unidad de la UE a quienes ha cogido su furgoneta desde un punto de España para buscar refugiados en la frontera de Polonia. Creo que es un halo de esperanza que no se vio en las guerras anteriores y de lo que sí creo que hemos aprendido.

Han hablado mucho del mundo que viene. Pero, ¿cómo ha de ser la Iglesia que viene?

La Iglesia ha de mirar hacia adelante, tendiendo puentes con el mundo contemporáneo. Nos equivocamos si nos empeñamos en preservar una tradición sin más. La Iglesia debe estar más atenta que nunca para ver lo que pasa a su alrededor, escuchar lo que sucede en la calle. Se trata de hacer caso a lo que ya nos invitó Pablo VI: adaptarnos a los signos de los tiempos. Montini ya trabajó, incluso dentro de la propia Iglesia, por la superación de las divisiones, presiones y expresiones de resistencia frente a la necesidad de entendernos con los que piensan diferente.