Durante tres jornadas de trabajo, el Centro de Estudios, Formación y Análisis Social de la Fundación Universitaria San Pablo CEU ha celebrado un congreso internacional en el que se ha buscado reflexionar sobre cómo reconquistar la libertad recuperando las raíces espirituales de Europa como alternativa a las batallas culturales y a la falta de compromiso cristiano. Un foro de diálogo en el que han participado, entre otros, intelectuales de la talla de Russell R. Reno y Zlotán Szalai. Al frente, Elio Gallego, director del Congreso y de CEFA.
El lema ha sido «Hacia una renovación cristiana de Europa». ¿Deseo o realidad?
Desde una perspectiva cristiana, es una interpelación a la virtud teologal de la esperanza, no tanto para el cristianismo que, más o menos minoritario, va a seguir ahí, sino para la propia Europa. En este momento dramático y convulso en la historia, se necesita de la savia cristiana, una nueva energía cristiana que dé respuesta a los males que aquejan a Europa. Uno de ellos es un ciego egoísmo que se puede ver en el plano individual, de los pueblos y de los intereses sociales. Además, vemos una fría voluntad de poder, que se constata con la invasión rusa a Ucrania, que se ejerce por falta de referencias religiosas espirituales profundas.
Putin ha echado mano estos días de sus convicciones espirituales para justificar su guerra. ¿Es un fundamentalista cristiano o utiliza la religión como tapadera?
Muy poca gente podría calificar a Putin como un fundamentalista religioso. Evidentemente es un pretexto más en su argumentario, porque a los que está atacando, son ortodoxos, la misma confesión que él dice profesar. Lo que le mueve es esa voluntad de poder desde su idea de Rusia como gran espacio geoestratégico a costa de tener pueblos sometidos.
El congreso ha lanzado propuestas de futuro. ¿Qué urge aplicar ya para renovar la política?
Lo primero que se nos pide es renovarnos a nosotros mismos, dejarnos renovar por nuestra fe. Tras esta transformación personal estamos llamados a ser fermento y semilla que manifiesta cómo la realidad se puede ver de otra manera, más justa e integral. Frente a una idea progresista que busca cancelar o suspender toda una herencia cultural e histórica, se trata de recuperarla, de hacerla nuestra y, al mismo tiempo, plantearla de un modo que esté abierta a la novedad, a las posibilidades de cambio y de futuro. Soy un convencido de lo que Goethe decía: «Lo que habéis heredado de vuestros padres, volvedlo a ganar a pulso, o no será vuestro». El progreso no puede darse cancelando lo que hemos recibido, porque eso es un proyecto suicida. Las instituciones culturales y educativas tienen la misión de reproponer una verdad que hace bien a las sociedades. No hay que buscar en el espacio sideral una nueva ideología, la respuesta que los hombres de hoy andan buscando es el cristianismo.
Una de las mesas redondas ahondó en la necesidad mayor implicación de los católicos en los partidos...
Con una mirada realista, la eurodiputada popular Isabel Benjumea compartía en ese coloquio que los cristianos somos minoría, pero eso no significa que vivamos acomplejados. Tenemos que proponer la verdad sabiendo que es un plan válido para todos. En estos años hemos vivido un dualismo, considerando que lo que es bueno y lo mejor desde una perspectiva creyente no se podía proponer a los demás, solo porque nace de una fe. Esto ha sido un error, porque quienes plantean opciones contrarias o divergentes al estilo de vida católico, lo hacen desde unos parámetros determinados. No puede haber creencias que sean limitantes de tu libertad de expresión y tu capacidad de proponer el bien. Eso sería falsear los elementos del diálogo, del debate y de la propia convivencia cívica.
Un político cristiano encuentra atrapado entre lo que le exige su fe y la disciplina de partido. ¿Cómo vivir en coherencia?
Es difícil de estar en la primera línea de la vida pública y ser coherente con tu fe. Tienes el deber de actuar siempre en conciencia que, desde la perspectiva católica requiere una claridad en tus principios fundamentales ineludibles a las que no puedes traicionar o fallar, unido a un elemento de adaptación a la que la circunstancia te permite en cada momento proponer, hacer y decir. Esta conjugación es compleja, pero eso no significa que tengas que renunciar a intentarlo para ser testimonio.
En la ponencia de clausura, se preguntaron: ¿es el ocaso de las democracias liberales?
Estamos asistiendo a una transmutación de la democracia liberal hacia fórmulas iliberales o antiliberales, donde se está extendiendo la cultura de la cancelación que tiende a deslegitimar posiciones políticas, religiosas y culturales que no coinciden con la corrección política. Es un fenómeno muy preocupante que, desde una mirada católica, tiende a verificar que, cuando una idea que es justa pierde su conexión con una verdad más grande, esta verdad degenera, se corrompe y puede acabar incluso en lo contrario de lo que había empezado a ser: en nombre de la libertad, se persigue a los que no piensan como yo.