Solidaridad

Cómo abrir el corazón, por Anastasio Gil

La Razón
La RazónLa Razón

Hace 170 años a un obispo francés, Forbin-Jamson, se le ocurrió una idea genial, rayando en la utopía. Proponía a los niños de su diócesis, Nacy, que le ayudaran a «salvar» a niños en China. Entonces, como ahora, lo razonable es que fueran los mayores quienes asumieran estos retos tan arriesgados. Pero Monseñor Janson puso toda su confianza en el poder de los niños. Lo que en un principio fue un granito de mostaza, pronto se expandió por el mundo entero. La semilla de entonces es ahora la familia de millones de niños que integran la Obra Pontificia Infancia Misionera, repartida por 116 países.

El domingo 27 de enero celebraremos en España una nueva jornada para implicar a nuevos grupos de niños y niñas que desean colaborar con el Santo Padre para ayudar no sólo a los niños de China, sino también a los niños y adolescentes de los 1.109 territorios de misión, donde los misioneros gastan su vida siendo médicos, maestros, padres y madres, sacerdotes y amigos de niños enfermos, abandonados, huérfanos, indocumentados, etc. Porque en este mundo que habitamos, hoy y ahora, de cada 100, 60 son hijos de la miseria.

Esta es la finalidad de Infancia Misionera: abrir el corazón de los niños de acá y poner nuestros bienes espirituales y materiales- en manos de quienes allá ayudan a los más pequeños para que no pierdan su dignidad de personas y de hijos de Dios.