JMJ de Río
Como testigos
Me encantan los amaneceres, esa luz que se abre paso entre la oscuridad contra todo pronóstico. Me gusta mirar al futuro así, desde la fuerza de una historia en la que Dios se ha hecho presente con un amor que rompe los esquemas en los que lo encasillamos los hombres. Hace no mucho tiempo había voces que pedían el ocaso de la Legión de Cristo. La disolución era una realidad que no se podía descartar. Sin embargo, cuando estábamos al borde del camino malheridos, la Iglesia nos salió al encuentro. Nos ha lavado las heridas, incluso las que no podíamos o no queríamos ver. Concluye nuestro Capítulo General, y comprobamos que la noche y el mal no tienen la última palabra.
Los legionarios podemos seguir este camino de renovación con el gozo de sabernos llamados a una familia, el Regnum Christi, a la que Dios ha hecho vivir en carne propia ese poder suyo que devuelve a la vida. Hemos sido objeto de críticas que nos han ayudado a mejorar. Pero mucho más hemos sido blanco de la misericordia divina. Queremos experimentar y anunciar a ese Cristo que nos levanta, nos redime y nos envía, que nos transforma en apóstoles, y que sacude la indiferencia ante las necesidades del prójimo. El Papa Francisco nos ha expresado su apoyo. Queremos seguir aprendiendo a vernos con los ojos con los que nos mira la Iglesia para servir como espera de nosotros. Somos conscientes de nuestra fragilidad, y también somos testigos del poder de Dios. Continuamos nuestro camino en la educación, las misiones, y la familia. Con alegría. Con ímpetu. Con la gratitud de quien ha experimentado a Dios abriéndose paso para salvarle. Como testigos.
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