Religion
Consternación entre el clero estadounidense
El cardenal O' Malley asegura que no va a sucumbir «a la aceptación de que nuestros fracasos no pueden corregirse»
El cardenal O' Malley asegura que no va a sucumbir «a la aceptación de que nuestros fracasos no pueden corregirse».
El escándalo es mayúsculo, a la altura del que en su día reveló el Boston Globe y que luego se trasladó a la gran pantalla en la oscarizada «Spotlight». Al periódico le supuso un Pulitzer. A la iglesia Católica, uno de sus mayores borrones de la historia reciente. Pero todo parece palidecer ante las brutales conclusiones de un Gran Jurado que investiga los abusos sexuales cometidos por miembros del clero en Pensilvania. Las víctimas, no menos de un millar de menores edad, habrían sido violadas en los años ochenta. Los testimonios, espeluznantes, se acumulan en los medios.
Se trata de un caso que envuelve, como mínimo, 6 de las 8 diócesis católicas del Estado, que inculpa a no menos de 300 párrocos, que arroja dudas insoportables respecto a las responsabilidades de la curia local y, también, nacional. En este contexto de extrema presión y vergüenza el cardenal de Boston, Seán P. O’Malley, ha publicado un texto urgente y durísimo. «Hay momentos en que las palabras fallan, cuando no captan la profundidad de las situaciones, abrumadoras, que a veces enfrentamos en la vida. Para la Iglesia de Estados Unidos, este es uno de esos momentos», subraya. A esto sigue un demoledor análisis de las conclusiones presentadas por un gran jurado de Pensilvania, y que está repleto de «expresiones de primera mano del horror y el dolor devastador experimentado por los supervivientes». Aunque reconoce que muchos de los verdugos habrían pagado de una forma u otra por sus crímenes, también sostiene que la Iglesia «todavía no ha sido capaz de establecer unos sistemas claros y transparentes que sirvan para rendir cuentas» y eso ha provocado «una serie de consecuencias en su liderazgo, y sus fallos han permitido que ocurran estos crímenes».
Aunque muchos de los hechos habrían prescrito, la mera mención de lo ocurrido pone los pelos de punta. Niños, preadolescentes y adolescentes sodomizados, obligados a cometer sexo oral y, en general, víctimas de todos los abusos imaginables. En varias ocasiones, abunda el informe, las violaciones acabaron en embarazos no deseados y, sí, en abortos. Hay al menos dos párrocos acusados. Todo amparado en un espeso clima de silencio que favorecía los citados ataques y, de paso, culpabilizaba a los niños abusados y a sus familias.
Como dice el cardenal O’Malley, «el tiempo corre en contra de quienes lideramos la Iglesia, los católicos han perdido la paciencia con nosotros y la sociedad civil la confianza. No carezco de esperanza y no voy a sucumbir a la abatida aceptación de que nuestros fracasos no pueden corregirse. Tenemos la responsabilidad de ayudar a las personas a no perder la esperanza».
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