Colonia
«Cuando tienes un hijo siempre quieres más»
Miles de personas llenaron ayer la Plaza de Colón para reclamar su lugar en la sociedad y mostrar su rechazo al aborto porque «es un asesinato»
Después de varios días de lluvia y de frío intenso en Madrid, el sol volvió a calentar la gélida ciudad para acoger a miles de familias que se concentraron desde primera hora de la mañana en la plaza de Colón. «Con este tiempo y este ambiente cómo no nos íbamos a animar a venir», subraya una de las asistentes que se oculta detrás de unas gafas oscuras y es que el sol pegaba con fuerza. Banderas de diferentes países y de diferentes congregaciones se sumaban a la gigantesca bandera que cada día ondea desde esta emblemática plaza. A los diferentes colores se sumaban mensajes de fe que reflejaban no sólo la alegría y la emoción de los asistentes, sino también la profunda unión que existe en una de las instituciones más importantes de la Iglesia católica: la familia.
Beatriz de Vicente y Pablo Arias conocen bien esta celebración, no se han perdido ninguna de las siete ediciones que se han celebrado en la capital. Se conocieron en Colonia (Alemania), en el primer encuentro que el ex papa Benedicto XVI organizó con los jóvenes y, después de haber trabajando como voluntarios en varios encuentros de familias, ayer volvieron a Colón pero aún mejor acompañados: «Nuestra hija de tres años ya no nos permite ser voluntarios, pero queremos seguir defendiendo la familia porque consideramos que está siendo atacada», afirma Beatriz. Pablo va más allá ya que considera que «se están persiguiendo los valores tradicionales y se están permitiendo otros modelos de familia que destruyen su esencia». Ambos han compartido varios actos con el anterior Pontífice y afirman que «el mensaje que transmiten es el mismo, aunque Francisco puede parecer más cercano». Lo que tienen claro es que «es importante que se produzca un cambio dentro de la Iglesia en ciertos aspectos». Pero, «lo que no debemos olvidar –insiste Pablo– es que Cristo debe estar en el centro de nuestras vidas». A unos pocos metros de ellos, la familia Téllez, casi al completo –falta la mayor de siete hermanos que se ha quedado en la cama, con gripe–, vuelven a celebrar el día de las familias. Son de Madrid y cada año «venimos para dar gracias a Dios por la familia que tenemos», comenta Gabriel, el cabeza de familia. Su esposa, Gabriela, es hija única y «siempre quiso tener una familia numerosa, aunque en el ambiente de trabajo e, incluso, entre los vecinos, tener tantos hijos no es lo normal». «Se ve más difícil desde fuera, aunque lo más complicado es conseguir llegar a la oficina», bromea él. Y es que sus hijos no sólo han llenado de alegría su casa, sino también la de su abuela. Hace unos años que falleció su marido y «los nietos le han dado la vida». Gabriela no comprende cómo hace cuarenta años tener un hijo solo era lo raro y ahora, «tener más de tres hijos es una locura». Al igual que la mayoría de familias congregadas en Madrid, Gabriela está en contra del aborto, «es un asesinato», afirma tajante. Ella sufrió una interrupción natural y «lo pasé fatal. Las hormonas se descontrolan y quedas muy tocada psicológicamente. No entiendo que una mujer pueda interrumpir su embarazo porque enseguida notas que hay un ser vivo dentro de ti y es que la mujer es madre desde la concepción y el padre en el momento en el que le ponen al bebé en sus manos».
Mientras transcurren los actos previos a la misa que oficia el cardenal Rouco Varela, siguen llegando carritos de bebé, abuelos, padres e hijos que se agolpan en la plaza de Colón, expectantes ante el mensaje que el Papa Francisco les enviará desde Roma. «Su presencia es una bendición. Sus palabras son muy directas y calan entre la gente». Mari Cruz y Julián han llegado desde Toledo junto a sus cuatro hijos. «Al igual que salimos a celebrar la Navidad, también son importantes citas como ésta», subraya Julián. Además, ya que han viajado desde tan lejos aprovecharán el día en Madrid. Eso sí, todos se van con una idea clara que «la familia es un bien de incalculable valor», declara Juan Castellón, «y sobre todo en tiempos de crisis», apunta su esposa María.
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