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El corazón, en extremo Oriente

La Razón
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La Iglesia católica tiene la mirada y el corazón en extremo Oriente. Allí viajó el Papa Francisco para fortalecer en la fe a la Iglesia en formación como es Sri Lanka, y a la Iglesia consolidada en Filipinas. Sus gestos y sus palabras han sido el punto de referencia para tomar parte en este dinamismo misionero al que convocó con «Evangelii gaudium». Desde hace años el envío de misioneros españoles a los países del continente asiático se ha ido incrementando, siguiendo las huellas de San Francisco Javier. A estos ámbitos geográficos está llamando la Iglesia desde la urgencia de la misión, ya que sólo el 3% de sus habitantes se han incorporado a la Iglesia por el bautismo. La presencia del Papa Francisco en estos dos países es un indicador claro de la apuesta por la cooperación misionera entre estos países del Extremo oriental, a donde la mayoría de los misioneros que están llegando procede no de Occidente, sino de las iglesia locales que están floreciendo en Corea, Vietnam, Tailandia, etc.

De un misionero en China recibió el obispo de Nancy, Mons. Forbin-Janson, la petición de ayuda para poder bautizar a los niños de este país. Este obispo, que tenía verdaderos deseos de ir a China como misionero, no acudió a los poderosos ni a los religiosos o sacerdotes. Llamó al corazón de los niños de su diócesis, a quienes les pidió que ayudaran a su amigo misionero con un Avemaría al día y una perra chica al mes. Así nació, el 9 de mayo de 1843, Infancia Misionera. La novedad de la iniciativa es que los niños pasaron a ser protagonistas de esta corriente de solidaridad. Pronto se extendió por la mayoría de los países del mundo. En España comienza su singladura el 20 de octubre de 1852 de la mano del cardenal Bonel y Orbe, arzobispo de Toledo, y de la reina Isabel II, que inscribió a su hija, la Princesa de Asturias, como primera asociada a Infancia Misionera.

El próximo domingo se celebra en España el día de esta obra pontificia con el lema «Yo soy uno de ellos». Si con su nacimiento se apeló a la generosa colaboración de los niños, con la propuesta de este lema se intenta hacer ver a la sociedad española que no puede haber división entre la infancia, sino que todos, independientemente de la cultura, la clase social, la religión o el lugar de nacimiento son iguales, dentro de la diversidad. Sería injusto que los niños crecieran en un ambiente donde unos se consideraran los afortunados que dan de lo que les sobra y otros sólo pueden recibir porque no tienen nada que dar. Todos los niños de Infancia Misionera aportan de sus bienes y nuestra Madre la Iglesia distribuye de la «cesta» común según las necesidades de cada uno. Ésta es la belleza que miles de niños han narrado con sus cuentos en el I Concurso que Obras Misionales Pontificias ha organizado con motivo de la jornada.

*Director nacional de Obras Misionales Pontificias