Caso Vatileaks
Un año y medio de cárcel para el «cuervo» español del Vaticano
Vallejo Balda, que ya ha cumplido la mitad de la condena, permanecerá en semilibertad.
Vallejo Balda, que ya ha cumplido la mitad de la condena, permanecerá en semilibertad.
Uno de los capítulos más polémicos del pontificado de Francisco ha llegado, por fin, a término. El Tribunal del Vaticano, presidido por Giuseppe della Torre, dio a conocer la sentencia por el caso Vatileaks II, el robo y la fuga de documentos secretos de la Santa Sede que sirvieron luego para la publicación de dos libros. Tras ocho meses desde que estalló el escándalo, después de numerosos dimes y diretes por parte de cada uno de los protagonistas y tras cinco horas de deliberación, el juez del Vaticano condenó al sacerdote español Lucio Vallejo Balda a 18 meses de prisión. La experta en comunicación y relaciones públicas Francesca Chaouqui fue condenada a diez meses y, por el contrario, el magistrado absolvió a los dos periodistas autores de los libros, Gianluigi Nuzzi y Emiliano Fittipaldi, así como al secretario del sacerdote, Nicola Maio. En definitiva, penas acordes con la actitud misericordiosa tan característica del Papa Francisco y propia del Año de la Misericordia que se celebra hasta octubre de 2016.
El peor parado ha sido sin duda el sacerdote español, quien durante años ocupó un alto cargo en la Santa Sede en el que se encargaba de sanear y administrar de manera adecuada las cuentas del Vaticano. Durante el tiempo que duró la investigación por parte de las autoridades y las audiencias en el Tribunal, permaneció la mayor parte del tiempo en la prisión de la gendarmería vaticana, y los últimos tres meses en régimen de semilibertad, por lo que le quedaría por cumplir la mitad de la condena. El portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, explicó que «el Tribunal ha realizado una ordenanza para establecer que continúe en régimen de semilibertad en espera de conocer si apela la decisión en los próximos días». «El proceso se ha realizado con la voluntad de respetar las leyes y los procedimientos previstos, las exigencias del Derecho y de la defensa de los imputados», agregó.
Por otro lado, la acusada de presionar al sacerdote y chantajearle para robar los documentos, la italiana Francesca Chaouqui, tampoco entrará en prisión, puesto que se le han suspendido los diez meses de reclusión durante cinco años, a no ser que vuelva a delinquir.
Una de las cuestiones que ha levantado más polvareda meses atrás es el proceso contra los dos periodistas, quienes lo tacharon de contrario a la libertad de prensa y de opinión. El Tribunal no reconoce este aspecto, pero sí la imposibilidad de juzgar a los dos periodistas italianos, ya que el delito se cometió fuera de la Ciudad del Estado del Vaticano y, por tanto, fuera de su jurisdicción. Además, «ambos imputados no son oficiales públicos» de la Santa Sede, lo que recalca de nuevo su incapacidad para dictar sentencia.
Los principales delitos de los que se acusaban a los cinco eran el de «asociación criminal» y el de «divulgación de documentos secretos». Respecto al primero, el Tribunal concluye que no existen pruebas suficientes sobre este hecho, y del segundo considera que ha sido probado, puesto que además, Vallejo Balda confesó haberlo cometido. Chaouqui también ha sido condenada por este delito.
Las detenciones de Chaouqui y monseñor Vallejo se dieron a conocer el pasado 2 de noviembre, en las mismas fechas en las que fueron publicados los libros «Avaricia» y «Via Crucis», cuyo contenido fue elaborado con parte de los documentos robados.
La primera, embarazada entonces de pocos meses, fue puesta en libertad después de ser interrogada, pero el español fue arrestado. El escándalo fue tal que el propio Francisco tuvo que hablar públicamente del tema en el ángelus del domingo 8 de noviembre del año pasado para afirmar que el robo y la filtración «no me distrae ciertamente del trabajo de reforma que estamos llevando adelante con mis colaboradores y con el apoyo de todos vosotros», en referencia a los cambios que comenzó en las estructuras del Vaticano.
En la última audiencia del juicio, horas antes de conocerse la sentencia, los acusados tuvieron la posibilidad de pronunciar alegatos finales. Todos lo rechazaron salvo Francesca Chaouqui, quien lloró en repetidas ocasiones a lo largo de su intervención. Acompañado de su hijo Pedro, con apenas unas semanas de vida, la italiana se calificó a sí misma como «orgullosa», «rabiosa», «incapaz de callar» y «con muchos defectos», pero defendió que nunca ha filtrado información a los periodistas y que nunca amenazó al cura español.
La relaciones públicas hizo un breve repaso por los meses del proceso y aseguró haber vivido un «calvario» en el que «se ha destruido» su «imagen personal y profesional, como mujer, como madre y como ser humano». Una dura crítica que recibió por parte del fiscal Gian Piero Milano fue que acudiese a numerosos programas de televisión y medios escritos de Italia y de otros países para airear sus argumentos. También afirmó que siempre ha actuado a favor de los intereses de la Santa Sede y que el monseñor español, al asegurar que había mantenido relaciones sexuales con ella, «puso en riesgo» a su propia familia.
Pero no conforme, Chaouqui aseguró poseer numerosa información confidencial sobre el Vaticano que recopiló a lo largo de su trabajo en él y aunque dijo poder hacer uso de él subrayó que nunca lo haría.
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