Iglesia Católica
Cardenal Omella
«Nunca lo imaginé. Mi deseo era ser misionero», afirma el arzobispo de Barcelona. Francisco les recuerda que «no son príncipes»
«Nunca lo imaginé. Mi deseo era ser misionero», afirma el arzobispo de Barcelona. Francisco les recuerda que «no son príncipes».
u cercanía, sencillez y humildad son algunas de las virtudes en las que sin duda el Papa se ha fijado para crearle cardenal. El arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, ya forma parte del Colegio Cardenalicio después de que ayer Francisco celebrase un nuevo Consistorio en la Basílica de San Pedro. Junto a Omella fueron creados cardenales otros cuatro procedentes de Europa, Asia y América: Son Jean Zerbo, arzobispo de Bamako (Mali); Anders Arborelius, obispo de Estocolmo (Suecia); Louis Marie Ling, vicario apostólico de Paske (Laos) y Gregorio Rosa Chávez, obispo auxiliar de San Salvador.
Francisco «deseuropeiza» de algún modo el colegio cardenalicio. Aunque siguen siendo mayoría, cada vez son más los no europeos. Éste ha sido uno de los deseos de Bergoglio desde que inició su Pontificado, convencido de que la Iglesia es universal. Y aunque en esta ocasión no todos los nuevos purpurados proceden de periferias, sí deberán desarrollar su ministerio en lugares en los que la secularización ha hecho disminuir el número de católicos.
El Papa no se cansa de recordar a los cardenales que no son «príncipes de la Iglesia», sino que están llamados a servir a los más necesitados. En la homilía apuntó que Dios «los llama a servir como Él y con Él. A servir al Padre y a los hermanos. Los llama a afrontar con su misma actitud el pecado del mundo y sus consecuencias en la humanidad de hoy. Siguiéndolo, también ustedes caminan delante del pueblo santo de Dios, teniendo fija la mirada en la Cruz y en la Resurrección del Señor».
Para pedirles que no se distraigan con «otros intereses», puso el ejemplo de los discípulos de Jesús, quienes en alguna ocasión «no son coherentes con la ‘‘dirección’’ de Jesús, con su voluntad, que es una con la voluntad del Padre». «La realidad, en cambio, es otra muy distinta, es la que Jesús tiene presente y la que guía sus pasos. La realidad es la cruz, es el pecado del mundo que él ha venido a tomar consigo y arrancar de la tierra de los hombres y de las mujeres», aseguró. En su opinión, también «son los inocentes que sufren y mueren a causa de las guerras y el terrorismo; es la esclavitud que no cesa de pisar la dignidad en la época de los derechos humanos». Son «los campos de prófugos que a veces se asemejan más a un infierno que a un purgatorio.
Fue una ceremonia sencilla, sin misa, puesto que hoy el Papa preside una con el rito de imposición de palios a los 36 arzobispos que ha nombrado este año. El momento culmen fue cuando impuso el birrete y entregó el anillo a cada cardenal. A Omella le sonrió y le dio un fuerte abrazo. Después, leyó la fórmula de creación y proclamó sus nombres. El rito continuó con la profesión de fe y el juramento de fidelidad y obediencia.
Para Omella, «el Papa Francisco siempre sorprende». «Yo estaba haciendo la visita pastoral a una parroquia y me llamó un arzobispo. Cuando me dio la noticia de que el Papa había anunciado que me creaba cardenal me quedé sin saber qué hacer ni qué decir». «Nunca imaginé ser cardenal. Mi deseo siempre ha sido ser misionero en África o cura de pueblo», explicó una vez acabada la celebración. El nuevo purpurado asegura que su vida no cambiará, seguirá siendo la misma y dice que la entiende «desde las cartas de San Pablo cuando habla de que Jesús se rebajó». «Creo que se me pide un gran servicio a la Iglesia, todavía más, y a la sociedad».
«El Papa es un buen padre y un buen hermano», añadió. También habló de la visita que le hicieron justo después de la ceremonia a Benedicto XVI: «Ha sido muy entrañable, veo que esa relación entre los dos Papas es buena. Ha recordado de manera especial a Barcelona con la Sagrada Familia», reveló Omella.
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