Iglesia Católica
Francisco: «El Sínodo no es un senado o un parlamento»
No es habitual ver a un bebé en el Aula del Sínodo del Vaticano, el lugar central de debate para la Iglesia católica y en donde lo normal es encontrarse con cardenales, obispos, sacerdotes, laicos comprometidos y periodistas dedicados a cubrir los distintos eventos que se desarrollan allí. Ayer fue una excepción: iniciaba la primera jornada de labores del Sínodo de la Familia y en la sesión de apertura estuvo presente hasta un niño de cuatro meses. Se llama Davide y es el hijo de Massimo Paloni y Patrizia Calabrese, uno de los 17 matrimonios que participan en esta asamblea sinodal en la que la Iglesia analiza la respuesta que ofrece a los desafíos que afronta hoy la familia, como el divorcio, la transmisión de la fe a los hijos, las relaciones extramatrimoniales, el aborto o la homosexualidad.
Después de oficiar la solemne misa del día anterior en la basílica de San Pedro con los padres sinodales, el Papa Francisco presidió el encuentro de ayer pidiendo a los presentes «coraje apostólico, humildad evangélica y oración confiada» para que tengan éxito las deliberaciones que se desarrollarán durante las próximas tres semanas. «Quisiera recordar que el Sínodo no es un congreso, un parlatorio, no es un parlamento o un senado, donde nos ponemos de acuerdo», advirtió el Pontífice durante su breve alocución. «El Sínodo, en cambio, es una expresión eclesial, es decir, la Iglesia que camina unida para leer la realidad con los ojos de la fe y con el corazón de Dios».
El «coraje apostólico» que Francisco pidió a los padres sinodales debe servir para no asustarse frente a las «seducciones del mundo», que intentan «apagar en el corazón de los hombres la luz de la verdad» y poner en su lugar «pequeñas y pasajeras luces». La «humildad evangélica» es necesaria para «vaciarse de las propias convenciones y prejuicios para escuchar a los hermanos obispos y llenarse de Dios». Igualmente sirve para «apuntar el dedo no en contra de los otros, para juzgarlos, sino para tenderles la mano, para realzarlos sin sentirse nunca superiores a ellos».
Finalmente, la «oración confiada» hace falta para que se abran a Dios los corazones, explicó el Pontífice, advirtiendo de que «sin escuchar a Dios todas nuestras palabras serán solamente palabras que no sacian y no sirven». Hay, pues, que dejarse guiar por el Espíritu para que las decisiones que salgan del Sínodo no sean simples «decoraciones» que «recubran y escondan» el Evangelio en lugar de exaltarlo. De hecho, el «único método» que debe seguir la asamblea sinodal es abrirse al Espíritu Santo. «Es él quien nos guía, nos ilumina y nos hace poner delante de los ojos, con nuestras opiniones personales, pero con la fe en Dios, la fidelidad al magisterio, el bien de la Iglesia y la ‘‘Salus animarum’’», dijo Jorge Mario Bergoglio.
Antes de que Francisco hiciera su alocución habló en el Aula del Sínodo el purpurado hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa y miembro del Consejo de Cardenales (C-9), el grupo que asesora al Pontífice en el gobierno de la Iglesia y en la reforma de la Curia romana. Rodríguez Maradiaga deseó que la asamblea sinodal sirva para que se abra un camino «de alegría y esperanza» para todas las familias. También advirtió sobre qué hay que hacer para evitar eventuales fracturas entre diversos sectores frente a las cuestiones espinosas que se tratan en estas tres semanas de reflexión. Pidió «diálogo» y no «ideas defendidas a ultranza». A su juicio, es ésa la mejor manera de seguir las recomendaciones planteadas por el Pontífice en la exhortación apostólica «Evangelii Gaudium».
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