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El Papa Francisco: «¡No más muerte ni explotación!»
Francisco clamó ayer desde la frontera entre México y EE UU contra la tragedia de la migración forzada. En el último día de su viaje apostólico también se encontró con obreros y con presos
Francisco clamó ayer desde la frontera entre México y EE UU contra la tragedia de la migración forzada. En el último día de su viaje apostólico también se encontró con obreros y con presos
La presencia del Papa Francisco en tierra mexicana no detuvo la constante de asesinatos que salpican cada fin de semana al país. Según autoridades de la Fiscalía de Sinaloa, en el municipio de San Ignacio, fueron asesinadas 13 personas durante la madrugada del sábado; en Acapulco, Guerrero –otro de los estados de alta incidencia delictiva–, se contabilizaron diez muertes violentas entre el domingo y el lunes pasados.
Por ello, en Ciudad Juárez, la última etapa del viaje de Francisco a México ha tenido un acento de denuncia ante el clima de criminalidad en el país, con los presos, migrantes y las víctimas de la violencia. Ciudad Juárez llegó a ser considerada «la ciudad más peligrosa del mundo» entre 2009 y 2011, por encima de otras ciudades en guerra como Bagdad o Kandahar; ha sido llamada «el Infierno» por alcanzar un promedio de 8.5 asesinatos por día (más de 3,000 asesinatos por año). Con todo, con la implementación del programa federal «Todos Somos Juárez, reconstruyamos la ciudad», el asesinato doloso se redujo a 424 personas 2014 y a 311 en 2015.
En la última eucaristía que presidió en tierras mexicanas, muy cerca de la frontera con Estados Unidos, el Papa volvió a gritar contra la violencia y la injusticia: «¡No más muerte ni explotación! Siempre hay tiempo para cambiar, siempre hay una salida y una oportunidad». Al mismo tiempo recordó la injusticias que viven los migrantes que se acercan a las fronteras como la de Ciudad Juárez: «Esclavizados, secuestrados, extorsionados, muchos hermanos nuestros son fruto del negocio del tránsito humano». No quiso medir la tragedia humana con unas simples cifras, sino con «nombres, historias y familias», pues son «hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado».
El Pontífice tuvo una mención especial para los jóvenes, que son «carne de cañón, perseguidos y amenazados cuando tratan de salir de la violencia y de las drogas». «¡Y qué decir de tantas mujeres a quienes se les ha arrebatado injustamente la vida!», añadió.
Con los presos, el Papa conversó en el Centro Federal de Readaptación Social de Ciudad Juárez. Les indicó que la cárcel es un «síntoma del estado de salud de la sociedad» y que su reinserción no se encuentra tras las rejas, sino en las calles de la ciudad.
No sólo a los presos, sino al sistema penitenciario, a las autoridades civiles y a sus familiares, les pidió participar en una reinserción social digna, con «espacios de esparcimiento y recreación, habilitando estancias de participación ciudadana, servicios sanitarios, acceso a los servicios básicos». «El problema de la seguridad no se agota solamente encarcelando, sino que es un llamado a intervenir afrontando las causas estructurales y culturales de la inseguridad, que afectan a todo el entramado social», reclamó.
Tras la emotiva visita a la cárcel, el Papa Francisco se dirigió al Colegio de Bachilleres del Estado de Chihuahua, donde se reunió con representantes del mundo del trabajo. Allí, pidió a las organizaciones de trabajadores y representantes de cámaras y gremios empresariales que busquen «espacios de trabajo digno y verdaderamente útiles para la sociedad y especialmente para los jóvenes. Y es que la pobreza «es el mejor caldo de cultivo para que los jóvenes caigan en el círculo del narcotráfico y la violencia».
Del mismo, criticó duramente «el paradigma de la utilidad económica como principio de las relaciones personales», una mentalidad que propugna la mayor cantidad de ganancias posibles, a cualquier costo y de manera inmediata». Y advirtió: «Dios pedirá cuentas a los esclavistas de nuestros días, y nosotros hemos de hacer todo lo posible para que estas situaciones no se produzcan más. El flujo del capital no puede determinar la vida de las personas». Ante esta situación, el Pontífice propuso como respuesta la Doctrina Social de la Iglesia, que «no es contra nadie, sino a favor de todos».
Las zapatillas gastadas que el Papa «lleva en el corazón»
En la Casa del Migrante de Ciudad Juárez hubo ayer menos tránsito de lo normal. El Papa estaba en la ciudad y muchos de los inmigrantes que allí son atendidos, así como los voluntarios y los trabajadores, tuvieron la oportunidad de participar en la Misa con la que ayer el Papa cerró su viaje apostólico a México. El sacerdote y director de la casa, Francisco Javier Calvillo, se quedó sin poder verlo. Él fue el encargado de llevar y traer a los que sí tuvieron esa suerte, y también de preparar el almuerzo para cuando retornasen. Calvillo participó activamente en la preparación del momento en el que el Papa rezó ante la frontera en la que se unen sueños y fracasos. Colocó las zapatillas gastadas por los inmigrantes a los pies de la gran cruz ante la que se arrodilló el Papa y de las otras cruces, más pequeñas, que bendijo y se repartirán por varios centros. Uno de ellos, su Casa del Migrante. No le importa haberse perdido el evento, pues da preferencia a las personas que atiende. Migrantes que ven a Francisco como uno de ellos y que, según nos cuenta Calvillo, le dicen continuamente: «El Papa nos lleva en su corazón, nos quiere sacar de la oscuridad».
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