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El Papa Francisco: «Vivimos una III Guerra Mundial»
El Papa clama por la paz en Redipuglia, donde descansan 100.000 soldados muertos en la Gran Guerra
El Papa Francisco volvió a cargar ayer contra la guerra, y lo hizo en un lugar tan significativo como el sagrario militar de Redipuglia, donde se custodian los restos de más de 100.000 italianos, en su mayoría soldados, fallecidos durante la I Guerra Mundial. En el centenario del inicio de este conflicto, el Pontífice dijo que estamos sufriendo en la actualidad una III Guerra Mundial que se combate «por partes», con intervalos espaciales y temporales, pero marcada igualmente por «crímenes, masacres, destrucciones...».
En esta localidad de la región de Friuli-Venecia Julia, en el noreste de Italia, el obispo de Roma recordó que «la guerra es una locura». Una locura, además, situada en las antípodas de Dios. «Mientras Él lleva adelante su creación y nosotros los hombres estamos llamados a colaborar en su obra, la guerra destruye. Destruye también lo más hermoso que Dios ha creado: el ser humano. La guerra trastorna todo, incluso la relación entre hermanos. La guerra es una locura; su programa de desarrollo es la destrucción: ¡crecer destruyendo!», lamentó.
Los orígenes de los conflictos bélicos los encontró el Papa en «la avaricia, la intolerancia y la ambición de poder». Son todos ellos motivos que «encuentran justificación en una ideología». También contribuye a crear este clima prebélico «la pasión, el impulso desordenado». Francisco ubicó la primera señal de esta forma de actuar en la respuesta que Caín le ofreció a Dios cuanto éste le preguntó por su hermano Abel. «¿A mí qué me importa? ¿Soy yo el guardián de mi hermano?», dice el «Génesis».
Es precisamente esa cita bíblica («¿A mí qué me importa?») la que puede leerse a la entrada de este colosal complejo funerario. «Todas estas personas, cuyos restos reposan aquí, tenían sus proyectos, sus sueños... pero sus vidas quedaron truncadas. La humanidad dijo: «''¿A mí qué me importa?''», subrayó el Pontífice, para quien esta actitud es justo lo contrario de lo que Jesús pide al hombre en el Evangelio. «Él está en el más pequeño de los hermanos: Él, el Rey, el Juez del mundo, es el hambriento, el sediento, el forastero, el encarcelado... Quien se ocupa del hermano entra en el gozo del Señor; en cambio, quien no lo hace, quien, con sus omisiones, dice: ''¿A mí qué me importa?'', queda fuera».
El Papa recordó a los caídos en todas las guerras y aseguró que «también hoy hay muchas víctimas». Se debe a que «en la sombra» actúan en nuestro tiempo «intereses, estrategias geopolíticas, codicia de dinero y de poder». Puso como ejemplo «la industria armamentista, que parece ser tan importante». Estos «planificadores del terror, estos organizadores del desencuentro, así como los fabricantes de armas, llevan escrito en el corazón: ''¿A mí qué me importa?''». Como es habitual en él, no se limitó a criticarlos, también les tendió la mano: «Es de sabios reconocer los propios errores, sentir dolor, arrepentirse, pedir perdón y llorar». La humanidad, aseguró, tiene «necesidad de llorar» para recordar a los caídos en la «masacre inútil» que fue la I Guerra Mundial y también por «todas las víctimas de la locura de la guerra de todos los tiempos».
En la localidad de Fogliano di Redipuglia Francisco visitó el cementerio austrohúngaro, donde están sepultados 14.550 soldados, de los que sólo 2.550 están identificados. Allí rezó en solitario frente al monumento que recuerda a estos caídos y depositó una ofrenda floral. En su visita el Pontífice estuvo acompañado por numerosos prelados, como el cardenal austríaco Christoph Schönborn, arzobispo de Viena, Josip Bozani, arzobispo de Zagreb, y numerosos pastores de Eslovenia, Hungría, Croacia, Austria y del noreste de Italia.
Lo que le contó su abuelo
Francisco no conoce sólo la I Guerra Mundial por los libros. De niño escuchó lo que le contaba de ella su abuelo Giovanni, a quien le tocó estar en primera fila durante la batalla de Sabotino. Muchos de los muertos de esa batalla reposan en el cementerio que ayer visitó el Papa. «He escuchado muchas historias dolorosas de la guerra de los labios de mi abuelo», recordaba el Pontífice el pasado junio.
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