El pontificado de Francisco
El Papa: «La pena de muerte no es humana»
El Papa lavó los pies a doce presos. Al despedirse de ellos les dijo que «toda condena debe estar abierta a la esperanza». Durante la homilía invitó a «servir más a aquellos que os desean el mal»
El Papa lavó los pies a doce presos. Al despedirse de ellos les dijo que «toda condena debe estar abierta a la esperanza». Durante la homilía invitó a «servir más a aquellos que os desean el mal».
El Jueves Santo no sería tal sin el lavatorio de pies en recuerdo de lo que hiciera Jesús con sus discípulos. Cuando fue elegido Pontífice, Francisco cambió el lugar en el que celebrarlo y cada año elige uno distinto: desde un centro de refugiados e inmigrantes, hasta una cárcel de menores.
Este año, el Papa argentino volvió a elegir una cárcel, la de «Regina Coeli» de Roma, ubicada curiosamente a unos metros del Vaticano, al lado de un tramo del río Tíber. El Pontífice llegó a la prisión a las cuatro de la tarde, y tras pasar el control de seguridad y de acceso, se dirigió a la enfermería, donde saludó a los prisioneros enfermos.
A continuación, celebró la misa con el rito del lavatorio. Este año, los hombres escogidos provenían de siete países distintos: cuatro italianos, dos filipinos, dos marroquíes, un moldavo, un colombiano, un nigeriano y uno de Sierra Leona. Del grupo, ocho eran católicos, dos musulmanes, uno ortodoxo y otro budista.
Tras este breve encuentro, Francisco presidió la celebración y fue recibido con aplausos al comienzo, y aunque se desarrolló en la más estricta intimidad para garantizar la privacidad y la seguridad de las personas, se pudieron conocer las palabras del Pontífice en la homilía gracias a la radio.
En su homilía, recordó de dónde viene la tradición de lavar los pies en tiempos de Jesús: «En aquel tiempo, los pies eran lavados por los esclavos, era una labor de los esclavos». «La gente venía del camino y no había asfalto, no existían “san pietrinis” (las baldosas típicas de Roma), existía el polvo del camino y la gente se ensuciaba los pies y a la entrada de las casas estaban los esclavos que los lavaban».
Sin prisas, Bergoglio pidió pensar «en esa época de reyes, emperadores tan crueles que se hacían servir por esclavos, pero entre vosotros no debe ser igual. Quien manda debe servir».
«El que manda, para ser un buen jefe, sea donde sea, debe servir. Pienso muchas veces... no en este tiempo porque cada uno está vivo y tiene oportunidad de cambiar de vida y no podemos juzgar, pensemos en la historia, si tantos reyes, emperadores, jefes de estado hubiesen entendido esta enseñanza de Jesús en lugar de mandar, ser crueles, asesinar a la gente, si hubiesen hecho esto... ¡cuantas guerras no hubiesen tenido lugar!», lamentó.
El Obispo de Roma admitió que a veces «hay gente que no facilita esta actitud de servicio, gente soberbia, gente odiosa, gente que quizás nos desea el mal, pero a estos servidles más», dijo a los detenidos que participaban en la celebración. «También hay gente que sufre, es descartada por la sociedad y Jesús va allí y les dice: “tú eres importante para mí, y Jesús viene a servirnos”». El Papa afirmó que «Jesús se arriesga por cada uno de nosotros. Jesús es Jesús, no se llama Poncio Pilatos. No sabe lavarse las manos, solo sabe arriesgarse».
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