Catolicismo
El Papa pide paz y clama contra la violencia que padecen las mujeres
El Papa Francisco hizo ayer un significativo llamamiento a detener toda guerra y conflicto que esté activo en el planeta, así como a buscar el encuentro y el diálogo para lograr el entendimiento que proteja la dignidad del ser humano. «Donde nace Dios no hay lugar para el odio y la guerra», afirmó. Como es tradicional cada año, el Pontífice hizo presencia en el balcón de la logia central de la basílica de San Pedro al medio día para impartir la bendición «Urbi et Orbi» (a la ciudad y al mundo). Antes hizo un repaso por algunas situaciones actuales que amenazan la estabilidad de la sociedad en algunos lugares del mundo y recordó a los golpeados por «los atroces actos terroristas» de Egipto, París y otros lugares.
Al inicio del mensaje, el Papa aseguró que «la Navidad es un acontecimiento que se renueva en cada familia, en cada parroquia, en cada comunidad que acoge el amor de Dios encarnado en Jesucristo». A continuación denunció que existen «muchas formas de mal, a veces monstruosas» que el egoísmo genera en la humanidad y de las que sólo puede liberar la misericordia de Dios, porque «sólo Él nos puede salvar». No obstante, Francisco destacó que precisamente donde «el Hijo de Dios vino al mundo» continúan «las tensiones y las violencias y la paz queda como un don que se debe pedir y construir». El mensaje del Pontífice se centró desde ese momento en recordar los conflictos actuales más destacados, así como las situaciones de más sufrimiento de la población.
Importante fue el llamamiento a que israelíes y palestinos retomen el diálogo «directo» y alcancen «un entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en armonía, superando un conflicto que les enfrenta desde hace tanto tiempo, con graves consecuencias para toda la región». Una realidad que se ha visto incrementada en los últimos meses con multitud de ataques palestinos a judíos en Israel. Sobre Siria, deseó que el acuerdo alcanzado en la ONU «logre cuanto antes acallar el fragor de las armas» y «remediar la gravísima situación humanitaria de la población extenuada», algo que también pidió para Libia.
La llamada más fuerte la hizo a la Comunidad internacional, para que «ponga su atención de manera unánime en que cesen las atrocidades que, tanto en estos países como también en Irak, Yemen y en el África subsahariana, causan todavía numerosas víctimas, provocan enormes sufrimientos y no respetan ni siquiera el patrimonio histórico y cultural de pueblos enteros». En este punto quiso recordar especialmente «a cuantos han sido golpeados por los atroces actos terroristas, particularmente en las recientes masacres sucedidas en los cielos de Egipto, en Beirut, París, Bamako y Túnez». No pudo faltar la mención a los cristianos perseguidos que ven como su vida es amenaza sobre todo por el Dáesh en países de Oriente Medio. «Que el Niño Jesús les dé consuelo y fuerza a nuestros hermanos, perseguidos por causa de su fe en distintas partes del mundo. Son nuestros mártires de hoy», señaló. Los conflictos del África subsahariana y de Ucrania también estuvieron presentes. La última parte de la intervención de Francisco estuvo dedicada a los acuerdos de paz entre Colombia y las FARC, de quienes destacó los esfuerzos por alcanzar la paz.
El Papa denunció que muchas personas son privadas de su dignidad «y, como el Niño Jesús, sufren el frío, la pobreza y el rechazo de los hombres». «Que hoy llegue nuestra cercanía a los más indefensos, sobre todo a los niños soldado, a las mujeres que padecen violencia, a las víctimas de la trata de personas y del narcotráfico», agregó.
Un recuerdo especial tuvo también hacia los inmigrantes y refugiados que «huyen de la miseria y de la guerra» aún a costa de su propia vida. A los estados y personas que les prestan socorro y les ayudan «a construir un futuro digno» les aseguró «abundantes bendiciones». Tampoco se olvidó de los que se encuentran desempleados y pidió que Dios les «vuelva a dar esperanza» y «sostenga el compromiso de quienes tienen responsabilidades públicas en el campo político y económico para que se empeñen en buscar el bien común y tutelar toda vida».
Antes de impartir la bendición, pidió vivir el Jubileo centrado en la misericordia, en especial a los presos, puesto que «sana las heridas y vence el mal».
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