Iglesia Católica

Hacia una Iglesia en femenino

Se discute si deben realizar labores pastorales reservadas a los hombres. Aunque se circunscribe a la Amazonía, otros lugares escuchan con atención: se podrían tomar decisiones extensibles a otros lugares del mundo. Algunas reclaman ya un sínodo específico sobre el asunto.

El Papa Francisco saluda a una mujer indígena en la apertura del Sínodo
El Papa Francisco saluda a una mujer indígena en la apertura del Sínodolarazon

Se discute si deben realizar labores pastorales reservadas a los hombres. Aunque se circunscribe a la Amazonía, otros lugares escuchan con atención: se podrían tomar decisiones extensibles a otros lugares del mundo. Algunas reclaman ya un sínodo específico sobre el asunto.

Cuando habla del papel de la mujer en las comunidades rurales, la hermana Mary Agnes Mwangi lo hace desde la experiencia. Esta misionera keniana de 52 años llegó a la selva amazónica brasileña en 2000 y desde entonces ha estado trabajando con grupos indígenas que viven aislados del resto de la sociedad. «Cuando no hay curas, son las mujeres las que aconsejan a la comunidad, preparan bautismos y son reconocidas como líderes», asegura. El Sínodo sobre la Amazonía discute si las mujeres deben realizar labores pastorales hasta ahora exclusivas de los hombres, pero según sor Mary Agnes, desde el terreno este es un debate superado, porque ya se produce en la práctica.

La hermana de las Misioneras de la Consolata insiste en que es algo que trasciende el ámbito religioso. «En la Amazonía la mujer está siempre muy presente en las familias, promoviendo la solidaridad o la educación», recalca. Pero, además, «la Iglesia reconoce que no sería capaz de mantener la difusión de la fe, si no fuera por la labor femenina al impartir la catequesis y otros sacramentos». Por eso, según ella, «no se trata de crear más ministerios específicos, ya que la mujer ya está presente en ellos, sino de reconocer ese papel y conferirle un valor».

La labor del Sínodo consiste en pasar de este punto de partida a algo concreto. Y en las recomendaciones que han presentado ya los grupos de trabajo, denominados «círculos menores», hay propuestas muy ambiciosas. La más importante es la posibilidad de establecer el diaconado femenino, a imagen de las antiguas diaconisas, que cumplían funciones como la celebración del bautismo. Esta hipótesis ha sido reclamada en varios de esos debates, organizados en función de la lengua de sus participantes. Un grupo español pide que para que haya una «Iglesia profética en el reconocimiento de la igualdad fundamental en derechos, condiciones y deberes» es fundamental que «los servicios encargados a las mujeres no las mantengan lejos de las instancias donde se toman decisiones en la Iglesia». Y de ahí se reclama la instauración de un «diaconado permanente».

Todos estos debates se circunscriben al ámbito de las comunidades amazónicas, pero el resto de la Iglesia mira con interés a lo que ocurre en este Sínodo, porque se están abriendo unas puertas en la Iglesia que podrían ser extensibles a otros lugares del mundo.

La Conferencia Episcopal alemana, una de las más aperturistas, ya ha tomado su propio camino –al margen de las instrucciones de Roma– y también plantea un mayor protagonismo para la mujer en un Sínodo que podría convocar de forma unilateral. En cuanto al diaconado femenino, Francisco organizó en 2016 un comité para que lo estudiara, pero pese a que terminó sus trabajos hace meses no se ha tomado ninguna decisión al respecto. Cuando ha sido preguntado por este tema, el Pontífice ha señalado que no hay consenso, que «cada uno tiene una idea distinta».

Las presiones al Papa proceden de dos direcciones distintas. Porque si desde el ámbito femenino se alza la voz, el ala más conservadora de la Iglesia ya está preparada para iniciar su ofensiva, una vez se conozcan las conclusiones finales.

Desde que comenzó el Sínodo no han irrumpido voces especialmente duras, salvo algunos comentarios recogidos en los medios más conservadores. También el cardenal alemán Gerhard Ludwid Muller, uno de los opositores declarados de Francisco, negó terminantemente en una entrevista en el diario italiano «La Repubblica» que se tocara la ordenación femenina: «No se puede hablar de eso porque dogmáticamente es imposible llegar a tanto». El debate final se producirá al concluir el Sínodo, cuando el Pontífice tenga que decidir qué hacer con las recomendaciones de los padres sinodales.

De ahí que la estrategia de quienes pretenden que la Iglesia mire más hacia la mujer se divida en dos ramas: aquellas religiosas que prefieren ser prudentes para no despertar una reacción conservadora que convierta sus demandas en contraproducentes y las que piden más madera. En una de las primeras ruedas de prensa del Sínodo, Birgit Weiler, de la Congregación de las Hermanas Misioneras Médicas, irrumpió diciendo: «Basta de machismo. Las mujeres deben también poder votar en el Sínodo de los Obispos». Realmente, la intervención de esta teóloga fue conciliadora: aseguró que había encontrado un «ambiente muy positivo» para introducir cambios a favor de las mujeres, pero metió el dedo en la llaga ante un aspecto que se reclama desde ya hace tiempo.

Sin derecho a voto

La Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), que representa a unas 500.000 religiosas en todo el mundo, ya lo solicitó por escrito al Vaticano, sin demasiado éxito. Ahora, 35 mujeres asisten a los debates, entre ellas 10 de la UISG, pero no pueden votar. Para sor Mary Agnes, que también pertenece a la organización, «se trata de una cuestión mínima, porque la voz femenina ya se hace notar en todas las discusiones». Otras, según informó el prefecto del Dicasterio para la Comunicación, Paolo Ruffini, han reclamado la celebración de un sínodo específico «para la mujer, su equiparación a los hombres en los ministerios no ordenados y su rol como laicas en la comunidad».

Esos son los otros aspectos de los que se ha hablado en las distintas intervenciones y en el trabajo de los «círculos menores». En una de estas mesas redondas sugirió la creación de un ministerio de acompañamiento a los sacerdotes en la celebración de los sacramentos, pero también que se reconozca plenamente a las mujeres laicas, para «no caer en el clericalismo», ese mal del que tanto habla el Papa Francisco.

La hermana Gervis Monteiro da Silva, brasileña y de origen indígena, pide que también ellas puedan estar presentes «en la formación de los varones, en los seminarios, porque todo pasa por una formación antropológica del ser humano».

Las y los participantes en el Sínodo sobre la Amazonía repiten que el tema principal es la evangelización en estas comunidades aisladas, pero que si se conjuga tanto en femenino es debido a la importancia de la mujer en estas zonas. Habla la Iglesia desde el Amazonas, escucha el catolicismo desde el resto del mundo.