Europa

Robert Schuman

Lección de humanidad

La Razón
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El discurso de su Santidad el Papa Francisco nos ha dejado una huella en el corazón. Su presencia, en un edificio donde acudimos cada mes, repletas las agendas de trabajo, corriendo de un lado para otro, ha supuesto para todos los que trabajamos en las instituciones europeas un parón, un momento de reflexión sobre el por qué y el para qué de la Unión Europea. El Papa nos ha dado una lección de humanidad y sus palabras han sido todo un compromiso con la realidad y el discurso cristiano en el que se inspiraron, no hay que olvidar, los padres fundadores de la Comunidad Europea.

Su discurso, valiente, inteligente, profundo, no viene a confirmar más que lo que ya sabemos de una Europa envejecida, falta de inspiración para muchos, alejada de los problemas para todos, y que sumida en la tecnificación del día a día, ha hecho de la economía su razón de ser. «Replegada sobre sí misma», como ha dicho su Santidad, ha dejado de ser un ideal para todos los que habitan el continente europeo.

Me quedo con sus palabras sobre la soledad que padecen muchos ciudadanos, «una de las enfermedades más extendidas en Europa», sobre el valor sagrado de la familia, y de la dignidad del ser humano, sobre la persecución que padecen las minorías cristianas, su denuncia valiente sobre quienes padecen hambre mientras en otros lugares se tiran toneladas de comida o sobre la necesidad de abrirse a la visión transcendente de la vida. Sus palabras ponen de manifiesto que es un Papa que conoce y vive, sufre la realidad, apegado siempre al corazón humano, para muchos, reflejo de Cristo.

Y aunque Cristo no esté presente en las convicciones de muchos de los que hoy han oído a su Santidad, los aplausos de buena parte del ala izquierda del hemiciclo demuestran que el Papa es de todos, y habla para todos. El cristianismo no es de derechas ni de izquierdas, es de todos los que promueven y trabajan por la justicia y luchan por la igualdad. Los ciudadanos nos piden a los políticos hoy más que nunca un compromiso con la realidad, nos piden a gritos un ideal que les haga superar su hastío y su apatía, y ese ideal está ya inscrito en las raíces cristianas de quienes pensaron en la Unión Europea como solución a un continente herido por la tragedia humana.

Decía uno de los principales fundadores de la Unión, Robert Schuman, que «servir a la humanidad es un deber... Así es como nos encaminaremos hacia la concepción de un mundo en el que se apreciarán cada vez más la visión y la búsqueda de lo que une a las naciones, de lo que les es común, y en el que se conciliará lo que las distingue y las opone». Ojalá los que trabajamos en las instituciones europeas sepamos ante todo servir, unir, conciliar, siempre pensando en el individuo como razón de ser de nuestro trabajo y nuestra dedicación; así lo ha pedido su Santidad el Papa Francisco en un discurso cargado de razones para seguir trabajando por el bien común.

*Vicepresidente del Parlamento Europeo