JMJ de Río
Los periodistas, «leones» domados por Francisco
A las 10:30 de la mañana, cuando los 70 periodistas que viajan con Francisco en el vuelo papal están terminando de desayunar, Jorge Mario Bergoglio, precedido por sus escoltas, hace su aparición en la zona final del avión, reservada para los informadores. Los reporteros retiran a toda prisa las bandejas con la comida y sacan los cuadernos, cámaras y grabadoras. Tras la presentación inicial del portavoz de la Santa Sede, el jesuita Federico Lombardi, toma el micrófono la mexicana Valentina Alazraki, enviada de Televisa y decana de los cronistas que cubren la información vaticana.
Con humor, Alazraki, que lleva 34 años viajando con los sucesivos obispos de Roma, le dice : «Sabemos por sus amigos y colaboradores en Argentina que los periodistas no son precisamente santos de su devoción. A lo mejor ha pensado que el padre Lombardi lo ha traído a la jaula de los leones. La verdad, no somos tan feroces». Francisco le responde con una sonrisa amplia, que mantiene cuando la informadora le comenta que «no vamos a decir que no si mañana o cualquier día nos quiere contestar a unas preguntas». Al final los dos comparten un abrazo cuando la cronista le regala una imagen de la Virgen de Guadalupe «para que lo proteja en este viaje y en muchos más».
Las palabras de Alazraki vienen por el cambio que hubo ayer respecto a los vuelos de Benedicto XVI y de Juan Pablo II. Antes se seleccionaban unas preguntas y el Papa las respondía a viva voz frente a los informadores. Francisco no quiso someterse a esta suerte de entrevista, pero trató con generosidad y cariño a los periodistas, sin escatimar palabras ni tiempo. Acabó quedándose durante una hora entera con los representantes de los medios. «He oído cosas un poco extrañas: que no sois santos de mi devoción, que estoy aquí entre los leones... pero no tan feroces. Gracias, de verdad. Yo no doy entrevistas. No sé, no puedo. Para mí es un poco cansado hacerlo. Pero agradezco esta compañía».
Aunque no aceptó una entrevista, Francisco habló durante seis minutos explicando por qué iba a Río de Janeiro y denunciando la marginación que la sociedad contemporánea dedica a los jóvenes y a los ancianos. Al terminar, con humor, comentó a los periodistas que eran sus «queridos santos no de mi devoción» y que eran unos «leones no tan feroces». A continuación, les dijo que quería saludarles uno a uno. Lombardi retomó entonces el micrófono para pedir que fueran pasando los periodistas y dejando el mensaje implícito de que no se alargaran demasiado al hablar con Francisco. Éste, con espontaneidad, dijo entonces: «¡Tenemos diez horas de vuelo!».
Cuando le llegó el turno a este corresponsal, el más joven de los enviados, el Papa le abrazó y escuchó con cariño, preguntándole su edad. Luego le regaló una recomendación de lectura para los jóvenes de su generación, tantos de ellos maltratados por la crisis. Tras unos segundos de reflexión, dijo: «Lean los libros del Padre Fares, es un jesuita argentino». Muchos de los reporteros le mostraron a Francisco objetos religiosos y fotos de familiares para que los bendijera. Incluso hubo quien le dio un solideo, que el Papa no tuvo problema en intercambiar con el que llevaba puesto.
Tras su hora con los periodistas, a los que se ganó nuevamente con su simpatía y afecto, el Pontífice se despidió sonriendo y con otra broma: «Me pasa como al profeta Daniel, he visto que los leones no eran tan feroces. Muchas gracias, muchas gracias. Un abrazo a todos». Cuando se fue, comenzaron las prisas y agobios de los reporteros para transmitir sus crónicas mientras flotaba en el aire una sensación compartida de haber tenido la posibilidad de conocer a un personaje extraordinario.
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