Roma
«Para Dios somos lo más importante»
Francisco toma posesión de la cátedra de obispo de Roma en la basílica de San Juan de Letrán. Recordó su papel de «pastor del rebaño de Cristo»
Francisco realizó ayer el acto que le faltaba para certificar su condición de obispo de Roma: la toma de posesión de la basílica de San Juan de Letrán, la catedral de la Ciudad Eterna. Lo hizo en una solemne celebración eucarística que significó mucho para el Papa Bergoglio, quien ya en su primera aparición pública, vestido de blanco el 13 de marzo desde el balcón central de la basílica de San Pedro, se presentó al mundo subrayando que era, ante todo, obispo de Roma.
Antes de la ceremonia, Francisco presidió el acto de dedicatoria a Juan Pablo II de la plaza que hay frente al edificio del vicariato, al lado de San Juan de Letrán. Desde ayer, este lugar pasa a denominarse «Plaza Beato Juan Pablo II». Es probable que tenga que cambiar otra vez de nombre dentro de poco, pues la canonización del Papa Wojtyla podría producirse este mismo año.
En su homilía, el Pontífice aprovechó que en la lectura del Evangelio de ayer se recordaba la figura del apóstol Tomás para hablar de la paciencia. Dios, aseguró, no es «impaciente como nosotros, que frecuentemente queremos todo y enseguida, también con las personas». Al contrario, Él es «paciente» porque «nos ama, y quien ama comprende, espera, da confianza, no abandona, no corta los puentes, sabe perdonar». Los cristianos están llamados a recordar esta paciencia, que lleva a Dios a «esperarnos siempre», incluso cuando nos hayamos alejado de Él.
Dios «no está nunca lejos, y si volvemos a Él, está preparado para abrazarnos». Como muestran las experiencias de los apóstoles Tomás, que necesita meter el dedo en la llaga, y Pedro, que niega tres veces a Jesús «precisamente cuando debía estar más cerca de él», Jesús hace gala de la «paciencia misericordiosa de Dios».
Los fieles, dijo el Papa, han de tener en cuenta esa paciencia para recobrar siempre la confianza y la esperanza. «Dios siempre nos espera, no se cansa». Esta cualidad divina debe ser complementada por «la valentía» de los creyentes para «volver a Él». Hay que tener coraje para «confiarse a la misericordia de Jesús», para «refugiarse siempre en las heridas del amor».
«No temas, ve con Él»
Recordando sus propias experiencias como pastor, Francisco comentó que muchas veces llegaron a él personas apesadumbradas por sus numerosos pecados. Él siempre les respondía: «No temas, ve con Él, te está esperando, Él hará todo». Dios, aseguró, espera «precisamente» a cada una de las personas, pidiendo sólo a cambio el «valor de regresar a Él». Los hombres y las mujeres deben «aferrar» la propuesta de Dios, que el Papa calificó como «caricia de amor». «Para Dios no somos números, somos importantes; es más, somos lo más importante que tiene; aun siendo pecadores, somos lo que más le importa», subrayó.
Ante el cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini; el vicario emérito, Camillo Ruini; el alcalde de la capital italiana, Gianni Alemmano; sacerdotes, religiosos y varios miles de fieles, Francisco volvió a hablar de la oportunidad que supone el pecado, diciendo que, aunque con él inicia «nuestro exilio de Dios», lleva dentro una «promesa de vuelta, la posibilidad de volver a Él».
Echando mano una vez más de sus recuerdos, dijo haber visto «muchas veces el rostro misericordioso de Dios, su paciencia». Y también la acogida, el consuelo y el amor que Jesús dedicó a quienes tuvieron «la determinación de entrar en sus llagas».
«Dejémonos envolver por la misericordia de Dios; confiemos en su paciencia, que siempre nos concede tiempo; tengamos el valor de volver a su casa, de habitar en las heridas de su amor dejando que Él nos ame, de encontrar su misericordia en los sacramentos», pidió el obispo de Roma al final de su homilía.
Cuando lo hagamos, sentiremos «su ternura y su abrazo» y seremos además más capaces de que la «misericordia, la paciencia, el perdón y el amor» prevalezcan en nuestras vidas.
Antes de la misa, Francisco tomó posesión de la cátedra de la diócesis de Roma, representada por el sillón elevado de la época del Papa León X, que se encuentra en la basílica de San Juan de Letrán. Durante siglos, la toma de posesión de la diócesis romana estaba precedida por la llamada «cabalgata papal», en la que el recién elegido Pontífice atravesaba en procesión el centro de Roma hasta la basílica de San Juan de Letrán a lomos de un equino blanco.
Esta tradición se conservó hasta el siglo XVIII y después se utilizaron medios más cómodos para el Pontífice, como las literas, los coches de caballos o (a partir de Pío XII en el siglo XX) los automóviles para transportar al obispo de Roma desde el Vaticano hasta San Juan de Letrán.
«Cristo nos ama y nos perdona cada vez que se lo pedimos»
Francisco invitó ayer en su Regina Coeli a no tener miedo de ser y vivir como cristianos, a través de una Iglesia católica llamada a transmitir a los hombres la redención de los pecados para así sembrar la paz en los corazones. En el rezo en la plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa señaló que la paz es el «preciado don que Cristo ofreció a sus discípulos tras haber pasado a través de la muerte y el infierno». También destacó que «la Iglesia ha recibido el mandato de Cristo resucitado a transmitir a los hombres la redención de los pecados y así hacer crecer el reino del amor y sembrar la paz en los corazones para que se afirme en las relaciones». Según Francisco, «tenemos que tener esta valentía de ir a anunciar a Cristo resucitado, porque Él es nuestra paz, Él ha hecho la paz con su amor y su perdón son su sangre y su resurrección». Así, añadió que «Él nos espera, nos ama, nos ha perdonado y nos perdona cada vez que vamos a pedirle perdón».
✕
Accede a tu cuenta para comentar