Francisco, nuevo Papa
Se buscan santos de clase media
En su primera misa como obispo de Roma en la basílica de San Pablo Extramuros, Francisco llamó a los cristianos de a pie a vivir la santidad en lo cotidiano y «oculto»
La fe no es algo destinado a guardárselo para uno mismo, ya que los católicos deben dar testimonio de ella en sus vidas, compartiendo con el prójimo el anuncio de Cristo.
La fe no es algo destinado a guardárselo para uno mismo, ya que los católicos deben dar testimonio de ella en sus vidas, compartiendo con el prójimo el anuncio de Cristo. El Evangelio está llamado a ser «anunciado y testimoniado», para lo que caben una multitud de formas, con «variedad de colores y de matices». La diversidad no hace que unos testimonios sean más valiosos que otros: «Todos son importantes, incluso los que no destacan». Para Dios cada persona es única, por lo que valora las distintas formas de testimoniarlo, también por parte de quien se siente «pequeño y humilde» y vive su fe «con sencillez» en su familia, en su trabajo o con los amigos, en medio de la «cotidianeidad» del día a día. Son estos hombres y mujeres anónimos los «santos del cada día, los santos ''ocultos'', una especie de ''clase media de la santidad'' de la que todos podemos formar parte».
Con esta sugestiva imagen el Papa Francisco pidió ayer a los fieles en la homilía de la misa que presidió en la basílica romana de San Pablo Extramuros que den testimonio de su fe con sus palabras y su vida. «¿Cómo doy yo testimonio de Cristo con mi fe? ¿Tengo el valor de Pedro y los otros Apóstoles de pensar, decidir y vivir como cristiano, obedeciendo a Dios?», dijo el Pontífice, invitando a cada uno de los fieles a que se hiciera estas preguntas para reactivar su fe. Concelebraron la Eucaristía con el obispo de Roma el cardenal James Michael Harvey, arcipreste de la basílica, y sus dos antecesores, Andrea Cordero Lanza di Montezemolo y Francesco Monterisi. Era la primera vez que el Papa Bergoglio visitaba San Pablo Extramuros, por lo que antes de la ceremonia visitó el sepulcro del apóstol y permaneció orando frente a él durante varios minutos.
Ante miles de fieles, el obispo de Roma subrayó que todavía hoy en diversas partes del mundo hay quien sufre y muere por testimoniar el Evangelio. Es el anuncio marcado por el «precio de la sangre». «Recordémoslo bien todos», enfatizó el Papa, «no se puede anunciar el Evangelio de Jesús sin el testimonio concreto de la vida». Este consejo es válido para todos, fieles y pastores. Si no «predican con la vida», si son «incoherentes» entre lo que dicen y lo que hacen, el daño que hacen es para toda la comunidad cristiana, pues están «minando la credibilidad de la Iglesia».
En este pasaje de su homilía, el Pontífice se acordó de San Francisco de Asís, de quien ha tomado el nombre. El «poverello» decía a sus hermanos: «Predicad el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras».
Para tener una vida cristiana completa, los creyentes deben además «adorar» a Dios, lo que lleva a tener una «intimidad de diálogo y de vida, de tal manera que lo reconozcamos como ''el Señor''». La adoración significa «estar con él» y «pararse a dialogar con él», de manera que la persona llegue a sentir que la presencia de Dios es «la más verdadera, la más buena, la más importante de todas». Al Señor hay que darle «el lugar que le corresponde», pues es él «el único guía verdaderamente de nuestra vida», el «único Dios, el Dios de nuestra vida, de nuestra historia».
Para adorar al Señor de forma completa, los católicos están llamados a liberarse de todos sus lastres, despojándose así de «tantos ídolos, pequeños o grandes, que tenemos, y en los cuales nos refugiamos, en los cuales buscamos y tantas veces ponemos nuestra seguridad». Estos ídolos están en muchas ocasiones «bien escondidos». Pueden ser «la ambición, el gusto del éxito, el poner en el centro a uno mismo, la tendencia a estar por encima de los otros, la pretensión de ser los únicos amos de nuestra vida, algún pecado al que estamos apegados, y muchos otros», aseguró Francisco. La adoración sólo es completa cuando la persona se «despoja» de sus ídolos, «también de los más recónditos», y escoge al Señor «como centro, como vía maestra» de su vida.
Después de la Misa, el Santo Padre visitó la capilla del crucifijo para venerar el icono de la Virgen «Theotokos Hodigitria» del siglo XIII, delante la cual el 22 de abril de 1541 San Ignacio de Loyola y sus primeros compañeros hicieron la profesión religiosa solemne, fundamental para el inicio de la Compañía de Jesús. Con esta visita a San Pablo Extramuros, el nuevo Obispo de Roma, ha visitado las cuatro basílicas mayores de Roma en su primer mes de su Pontificado.
Oraciones por los cristianos perseguidos
El Papa pidió ayer a cuantos le acompañaron en el rezo del Regina Coeli en la plaza de San Pedro «rezar en modo particular por los cristianos que sufren persecución para que sientan la presencia viva y confortable del Señor Resucitado». Desde la ventana de su estudio del palacio apostólico recordó además que «es necesario obedecer a Dios en lugar de a los hombres» ante las persecuciones. En esta línea, el Pontífice apuntó que los primeros discípulos eran «personas simples, no escribas, doctores de la ley, ni pertenecientes a la clase sacerdotal» pero testimoniaban con fuerza a pesar de los obstáculos gracias a la «presencia del Señor Resucitado y la acción del Espíritu Santo».
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