Coronavirus
Certezas e incertidumbres: a la altura de las circunstancias
“En la actualidad resulta difícil afirmar que nuestros responsables públicos estén a la altura de la gravedad de la situación, pero sí lo están los profesionales sanitarios"
El Congreso de los Diputados ha dado luz verde a la segunda prórroga del Estado de Alarma, mientras somos testigos de cómo los contagios por el Covid-19 continúan, los féretros de “victimas oficiales” de este virus se acumulan en improvisadas morgues, miles de profesionales sanitarios y de fuerzas de seguridad siguen contagiándose por falta de medios de protección adecuados y, además, 47 millones de españoles seguimos confinados en nuestras casas, resignados ante una situación dramática y un futuro más que incierto y viendo en los medios de comunicación cómo se retransmite en vivo y en directo la agonía de un país, el sufrimiento y la angustia de ciudadanos y familias, y cómo nuestros responsables públicos se esfuerzan en trasladarnos “su relato” , en unos casos “exculpatorio de imprevisiones y responsabilidades” y en otro “acusatorio de negligencias e improvisaciones”.
Gran argumento para el guión de un buen drama si se tratara de una película, pero por desgracia, este drama no es una ficción, sino que es algo muy real, es la vida misma; es el drama de nuestra realidad actual y de nuestro futuro. Del futuro de nuestros hijos y de nuestros nietos.
Es cierto que hoy tenemos un escenario plagado de interrogantes e incertidumbres y que no podemos exigir que se nos diga lo que nadie sabe. Nadie sabe cuándo la propagación del virus estará controlada en nuestro país; nadie sabe cuántos muertos nos faltan por sumar en las próximas semanas, nadie sabe cuántas bajas de profesionales sanitarios y de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado nos quedan por computar, al igual que nadie sabe en qué momento tendremos un tratamiento eficaz para el virus ni cuándo llegará la deseada vacuna. Ni siquiera los que nos hablan día a día de las curvas, los picos o las fases de evolución de la pandemia saben, a ciencia cierta y de forma contrastada, si lo que dicen es así o no será así.
Tampoco sabe el Gobierno, ni sus “expertos”, cuántos días nos quedan de confinamiento, o cómo debería ser la “desescalada” para que sea segura y sin riesgos de recaída; si asistiremos o no a un “repunte” en otoño mezclado con la gripe común, o cómo será la vida de todos nosotros “el día después”. Y además… ¿alguien sabe cuándo se nos quitará el miedo del cuerpo para, cuando toque, afrontar nuevamente la vida en sociedad con normalidad y libertad?
Certidumbres
Pues bien, siendo evidente todo esto, también es cierto que hay certidumbres que tampoco podemos ignorar y que no se pueden ignorar a la hora de tomar decisiones y de definir posiciones. Nunca me cansaré de decir que España es un gran país y que los españoles conformamos una gran nación que, si es bien gobernada, es capaz de remontar las mayores crisis. Hemos dado ejemplo de sacrificios y de paciencia estoica en más de una ocasión, pero una gran nación necesita de grandes gobernantes y líderes para seguirles con convicción y con la certeza de que todo lo que se pide y por lo que se sufre merece la pena.-
Creo que en la actualidad resulta difícil afirmar que todos nuestros responsables públicos estén a la altura de la gravedad de la situación. Cuando a la hora de tomar decisiones se antepone la ideología, el dogmatismo sectario, las convicciones personales y los grandilocuentes discursos de partido al pragmatismo de lo que se necesita y de lo que puede ser realmente eficaz nos encontramos con un espectáculo propio de un debate electoral, pero no de una verdadera “estrategia de Estado” que nos haga ver con esperanza nuestro futuro, por duro y complejo que éste sea. Cuando se pretende la firma de un “contrato de adhesión” disfrazado de “pacto por la recuperación” se olvida que antes hay que sentar una bases mínimas para hacer posible la negociación, y que éstas no pueden ser otras que la de reconstruir la economía nacional y el tejido social de nuestro país, desde los principios y pilares programáticos inspiradores de nuestra Constitución de 1978.
Quienes pretendan ver la “reconstrucción” como oportunidad o pretexto para imponer reformas políticas y económicas propias del social-comunismo, (ajenas a nuestro modelo de bienestar social y de economía occidental libre de mercado), o para impulsar un cambio en nuestro modelo de Estado, no solo se equivoca en el momento y en la forma de intentarlo, sino que estará intentando avocar al Estado y a todos los sus ciudadanos a un empobrecimiento estructural, a ser relegado en el concierto mundial hasta el nivel más insignificante y a un nivel de pobreza social ya no visto desde hace algunas décadas.
En el ámbito sanitario y de la salud pública hoy también hay certezas: los profesionales -públicos y privados-, una vez más, han estado y están con creces a la altura de las circunstancias, mientras que sus responsables políticos, mayoritariamente, no lo han estado. Cuando se normalice la presión asistencial, el sistema público estará desordenado y exhausto y requerirá de tiempo y de recursos para reordenarse y normalizarse. La sanidad privada necesitará de compensaciones por el esfuerzo asistencial realizado sin semanas de facturación que soporte sus costes estructurales. Además, nuestro sistema de alerta nacional en materia de salud pública no ha funcionado y nuestro Ministerio de Sanidad hay que redefinirlo y robustecerlo competencialmente, sin complejos, sobre todo pensando en su papel en situaciones de crisis sanitarias.
Necesitamos un Sistema Nacional de Salud potente, solidario y perfectamente coordinado y no diecisiete sistemas regionales compitiendo con complejos, a veces con delirios de grandeza y, en no pocas ocasiones, como elementos arrojadizos en la confrontación política partidista. Se demuestra que al frente de la Salud debe de haber profesionales bien formados, expertos gestores, y dejarse el dogmatismo político para otros ámbitos y sectores en donde no esté en juego la salud y la vida de todos. La calidad asistencial, la eficacia en la respuesta y la eficiencia en su gestión deben de ser los únicos criterios que orienten las decisiones sanitarias, unido a la imprescindible cohesión y solidaridad interterritorial.
En el ámbito económico también hoy tenemos multitud de incertidumbres, pero sin duda, también hay algunas certezas: nuestra economía ha parado de manera mayoritaria y nuestro empobrecimiento como nación es evidente y empieza ya a ser tangible. Se necesita de manera urgente paliar o mitigar el coste social del parón económico, pero sobre todo se necesita generar riqueza y empleo para recuperar las tasas de desempleo de hace tan solo cinco semanas y evitar, en el corto y medio plazo, procesos de regulación de empleo no temporales, despidos objetivos, procesos concursales, liquidatorios y cierres de establecimientos comerciales. Nuestros autónomos, parte fundamental de nuestro tejido social y económico, no pueden quedarse en casa y a nuestro sector hostelero y turístico debemos de darle, entre todos, recursos suficientes para que sobreviva mientras se dinamiza la demanda interna y se reconstruye la demanda externa.
Los subsidios, las rentas básicas y las ayudas públicas no pueden ser el eje de la recuperación. Son medidas paliativas coyunturales y urgentes, sin duda necesarias, pero que deben pronto ser sustituidas por una agresiva política de apoyo económico, fiscal y normativo a quienes de verdad pueden hacer que salgamos de esta situación cuanto antes y fortalecidos como país y como economía. Éstos, no son otros que nuestros empresarios, comerciantes y emprendedores con la deseable (esperemos) complicidad, generosidad y ayuda de los Agentes Sociales. Es con éstos con los que resulta imprescindible un gran pacto por la recuperación y es el Gobierno el que se debe de poner al servicio de este deseable pacto.
El Gobierno, con o sin pacto de estado, debe de estar para allanar el camino, apoyar iniciativas y establecer un marco normativo estable, fiable y seguro que garantice estos objetivos sin generar desequilibrios. El Gobierno debe de estar para demandar recursos extraordinarios a la Unión Europea, pero también para impedir y frenar a nivel interno ocurrencias y aventuras, incluidas las secesionistas, y dotar de estabilidad a las instituciones públicas, devolviéndolas el prestigio necesario a muchas de ellas. Es posible que la actual legislatura muriera el pasado 14 de marzo, con sus objetivos políticos y con su programa de gobierno de coalición. España necesita una legislatura de rigor económico y de audacia política, con gestores expertos y decisiones avaladas por el consenso de las fuerzas políticas que constituyen la mayoría natural de nuestro país. La mayoría que ha dado estabilidad y progreso a España en los últimos cuarenta años. Un consenso que solo es posible desde el más radical centro político y desde la mayor generosidad por parte de todos. Tiempo habrá de hacer política partidista otra vez. Hoy, y me temo que en varios años, la única política honesta posible es la de devolver a los españoles, cuanto antes, el Estado de Bienestar que tenían y disfrutaban hace tan solo pocos meses. Sin duda había desequilibrios graves y era muy mejorable, pero comparado con lo que hoy tenemos sobre la mesa, es un referente al que hay que mirar para que, conseguida su recuperación podamos seguir avanzando en su mejora y consolidación. ¿Estarán todos a la altura de las circunstancias? Lo sabremos pronto.
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