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El estudio serológico es irreal para marcar la desescalada

Las conclusiones no serán relevantes ya que no se hicieron suficientes diagnósticos al principio

Ya está en marcha el esperado estudio de seroprevalencia sobre Covid-19 en España; la herramienta presentada ayer por los responsables del Ministerio de Sanidad que pretende conocer qué porcentaje de la población española ha estado en contacto con el coronavirus. Durante las próximas semanas 36.000 hogares serán seleccionados para ofrecer a sus miembros una doble prueba serológica que determinará si tienen anticuerpos relacionados con el SARS-CoV-2 o no. Es decir, si han pasado la enfermedad o no. En total se ha anunciado que se ofrecerán tests a cerca de 90.000 personas. Los responsables del estudio, Sanidad y el Instituto de Salud Carlos III, aseguran que se trata del muestreo más grande realizado sobre inmunidad adquirida de la población desde que conocemos la crisis del coronavirus y que los resultados ayudarán a conocer de manera fiable el estado de la epidemia en nuestro país. Sin embargo, el trabajo no parece que sea una varita mágica que resuelva algunas de las dudas más preocupantes sobre la evolución de la pandemia. No son pocos los expertos que consideran que llega tarde y que está sujeto a incertidumbres que no están del todo resueltas.

Según fuentes de Sanidad, se ha seleccionado a un universo representativo de la población con criterios científicos para obtener un dibujo lo más parecido posible a la realidad. La labor se ha realizado junto con el INE que ha atribuido un número de tests en función del tamaño del territorio y su población, desde las 900 personas que se analizarán en Ceuta y Melilla hasta las 6.000 en Madrid. A las familias elegidas se les ofrecerá participar en el estudio durante los próximos meses. Utilizando la red de atención primaria de las CC AA, se harán dos tipos de prueba: la primera se realiza en el propio domicilio y consiste en un test de inmunocromatografía; es decir, una muestra de una gota de sangre del dedo que en cuestión de unos minutos arroja la existencia o no de anticuerpos. En los casos en que se cuente con el consentimiento del paciente se procederá a una segunda prueba, una extracción de sangre para realizar análisis en laboratorio más precisos. Las pruebas se repetirán cada tres semanas para analizar la evolución serológica de la población estudiada.

Estos tests buscan la presencia de dos tipos de anticuerpos, los IgM y los IgC que se expresan en el organismo tras ser invadido por un coronavirus. Los primeros son propios de las fases agudas de la infección y los segundos, que aparecen más adelante, pueden contener información sobre el grado de inmunidad que ha alcanzado el paciente a corto, medio o largo plazo. Con estos datos, en teoría, se podrán extrapolar cuántos españoles son ya inmunes al SARS-CoV-2 porque han pasado la infección aunque haya sido de forma asintomática. Pero, solo en teoría.

El valor de estos estudios ha quedado relativizado involuntariamente hace apenas unas horas por la propia OMS. Tras unas confusas declaraciones oficiales sobre la validez de los «pasaportes serológicos» (un supuesto sistema de clasificación de la ciudadanía en función de su grado de inmunidad), la OMS ha admitido que «esperamos que la mayor parte de los infectados por Covid-19 desarrollen anticuerpos. Pero no sabemos hasta qué punto están inmunizados y cuánto dura esa inmunidad». En otras palabras: no sabemos cuánta gente que dé positivo en los tests seguirá siendo inmune a corto plazo. Ni siquiera sabemos si todos los que han pasado la enfermedad generan anticuerpos, por lo que el valor del estudio de prevalencia, como predictor de la inmunidad de la población o como dibujo de la extensión de la pandemia, ha quedado algo desmejorado.

Otro factor de incertidumbre es la fiabilidad de los tests serológicos. La directora del ISCIII, Raquel Yotii, no precisó el dato de fiabilidad en su comparecencia, aunque dijo que «es muy alta». La realidad es que estas tecnologías se evalúan en función de varios parámetros. El primero, su grado de sensibilidad (capacidad de detectar positivos) y especificidad (capacidad de detectar negativos). Según datos recopilados por EvaluateMedTech, las empresas productoras de tests aseguran unas sensibilidades de entre el 45 y el 100% y unas especificidades de entre el 90,6 y el 100%. Es decir que, en el peor de los casos de cada 100 tests que den positivo, 55 serán falsos positivos. Más vale elegir bien la marca.

Pero incluso en sensibilidades del 99%, el dato relevante es lo que técnicamente se llama Valor Predictivo Positivo. Puede que un test solo falle en 1 de cada 100 positivos que arroja. Pero ¿sabemos en cuál? A la hora de hacer un estudio general ese dato no es tan relevante. Pero imaginemos que se trata de una prueba para definir si tengo cáncer de pulmón y sé que solo hay un 1% de posibilidades de que me dé un falso positivo. Lo que más me interesa es saber si mi prueba en concreto es un falso positivo antes de que me extirpen un pulmón. Esa probabilidad de que una prueba en concreto sea válida es mucho menor para los casos positivos cuanto menos frecuente sea la enfermedad en una población. El problema es que no sabemos realmente cuánto se ha extendido el Covid-19 en España porque no hicimos suficientes pruebas diagnósticas al principio.

El déficit del valor predictivo de un test se supera con otros datos. Por ejemplo, con la clínica. Pero los expertos coinciden en que los datos españoles son pobres, han llegado tarde y cambian de criterio selectivo, cuando no han sido comunicados con cierta falta de transparencia.

De manera que podemos encontrarnos ante un esfuerzo titánico que haga aguas por donde menos se espera. Primero, por la calidad de los tests. No existen muchos tests validados independientemente y la mayoría de los que están en el mercado se evalúan por la declaración que hacen los fabricantes. Un mala elección de los tests puede poner en riesgo la validez del proyecto. Segundo, el estudio serológico por sí solo, aunque tiene un valor científico y estadístico alto, no es suficiente para tomar medidas concretas de desescalada si no ha ido precedido de un conocimiento de la extensión real de la enfermedad del que carecemos en España. Basar la política futura de vuelta a la normalidad en el resultado de esta encuesta podría ser una apuesta llena de incertidumbres.