Día Nacional del Trasplante

Con el mismo riñón (donado) desde 1980

Francisco Javier Güiza recibió el órgano de un donante un año después de que se aprobara la Ley de Trasplantes. «Siempre pensé que me iba a durar toda la vida», afirma

Francisco Javier Güiza
Francisco Javier GüizaAlberto R. RoldánLa Razón

A pesar del tiempo transcurrido, Francisco Javier Güiza, de 66 años, no se olvida del día que recibió un riñón: el 28 de agosto de 1980, es decir, prácticamente un después de que se aprobara la Ley de Trasplantes en España. «Recuerdo que me llamaron del Ramón y Cajal. Habían recibido un riñón compatible. Fui temblando al hospital. El doctor me explicó que me coincidían cuatro antígenos y que tenía un 50% de probabilidad de éxito. ‘’Decide tú, pero rápido, si no se lo damos a otro’', me dijo sin más miramientos».

Francisco no lo dudó. «Me tomé un calmante y me tiré a la piscina. Llevaba tres años con diálisis y no quería continuar. Era un calvario, tres veces por semana me tenía que ‘’enchufar’'. En fin, qué te voy a contar. Estaba muy mal y pensé, bueno pues si la cosa falla a esperar el siguiente (órgano)».

Fue uno de los primeros pacientes trasplantados en este hospital, fundado en 1977, precisamente el mismo año en el que entró en diálisis. «Los problemas de riñón empezaron cuando tenía 16 o 17 años. Tenía cansancio, dolor de cabeza... Me remitieron al Puerta de Hierro, donde cada poco me hacían pruebas. Después de una biopsia, los doctores vieron que tenía una glomerulonefritis (daño a los pequeños filtros de los riñones). Y me dijeron que tenía que entrar en diálisis. Estuve desde julio de 1977 hasta agosto de 1980 en diálisis domiciliaria. Por aquel entonces abrió el Ramón y Cajal y a muchos médicos y pacientes nos derivaron a este gran hospital».

«Fue casi un milagro. Fui el paciente 14 que fue trasplantado en el Ramón y Cajal. Ahora van por el 2.000 y pico. Estuve 15 o 20 días ingresado y luego ya me dieron el alta». Francisco dice que fue casi un milagro porque no se le olvida que el paciente que fue antes que él, «el número 13, un chico rubio de mi edad más o menos, 24 por aquel entonces, se le complicó la cosa y murió». Tras unos segundos de silencio, vuelve la alegría a su voz: «Llevo ya más de 40 años con el mismo riñón». Tenía muy claro que ese órgano le iba a acompañar toda la vida. «Sí, no lo dudé. Pensé que me iba a durar para siempre. Lo hice mío. Y cuidándome aquí está conmigo desde entonces».

Todo un logro, ya que «con el hígado, el pulmón y el corazón es frecuente que el injerto dure toda la vida –pese a que la mediana de supervivencia del injerto es menor–. Pero en el caso del riñón, lo más común es que pierdan el injerto, se sometan a diálisis y sean de nuevo trasplantados», explica Beatriz Domínguez-Gil, directora de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT).

«El porcentaje de personas a los que les dura el riñón toda la vida es mínimo. No te puedo decir una cifra, pero habrá 5 o 10 personas en España con un riñón desde hace más de 40 años y hay 35.000 trasplantados», añade Daniel Gallego, presidente de la Federación Nacional de Asociaciones Alcer.

Eso sí, desde aquel 28 de agosto «llevo tomando dos pastillas por el trasplante y no te imaginas los efectos secundarios que ponen en los prospectos. Recuerdo que pensé ¿por qué los habré leído?», dice Francisco. De hecho, «por la fuerte medicación se me necrosaron las cabezas de fémur y me las sustituyeron en 1994 y 1995». Pasó el tiempo y un día sufrió una rotura de cadera de la que salió cabizbajo. Y en 2016, sufrió una fuerte infección de riñón por la que sus médicos estuvieron a punto de quitarle el órgano trasplantado. «Estaba en Vitoria de vacaciones en un hotel y al acostarme empecé a sudar, a devolver y me dio fiebre. Pensé que me había sentado mal la cena y anulé la excursión que íbamos a hacer al día siguiente. Me vio una doctora y se pensó también que podía ser un corte de digestión. Pero mi mujer no estaba segura, así que me dijo que fuéramos al hospital y al decir que estaba trasplantado me ingresaron en la UCI y, tras ver en un análisis que algo no iba bien, me bombardearon de antibióticos».

Tenía pielonefritis, una infección que puede llevar a la sepsis. Fue trasladado al Ramón y Cajal. «Me dieron la opción de ir en helicóptero o en ambulancia. Opté por ir por carretera porque volar me daba miedo y así venía mi mujer conmigo». Fue en Madrid donde le descubrieron que tenía pielonefritis causada por una bacteria, la Staphylococcus aureus. «Entonces me metieron por vena suero y el antibiótico adecuado. Creo que la infección fue porque comí algo contaminado. Eso es lo más probable porque el doctor de infecciosas me preguntó si me había cortado, pero no. Pasé las de Caín, escáner, resonancia, me pincharon las caderas. Estuve un mes ingresado, 13 o 14 días en la UCI boca arriba sin poder moverme. Pero los médicos, que dudaron si quitarme el riñón, no lo hicieron. Así que estoy muy agradecido».

Y no pierde el optimismo, pese a que no todo el camino ha sido un lecho de rosas: «Después del trasplante conocí a mi mujer, que se emocionó al contarle mi historia».

Tejidos cada vez más duraderos

► «La supervivencia de tejidos depende del tipo de órgano y características del donante y receptor. Cada vez se trasplantan órganos de donantes y receptores de mayor edad y todavía así ha aumentado la supervivencia del tejido por la mejora técnica», dice Domínguez-Gil.

►«La supervivencia a cinco años de un trasplante cardíaco –prosigue– ha pasado del 70% en 2010-12 a aproximarse desde 2013 al 80%. Y la del pulmón, de un adulto, a los cinco años en 2001-05 era del 44% y entre 2011 y 2015 era del 61%».

►La mediana de supervivencia del injerto depende del órgano: «La del hígado es de 10 a 15 años; la del pulmón: 5-8 años; páncreas, más de 10; corazón, 12 años, y riñón: 20», según los datos facilitados por la directora de la Organización Nacional de Trasplantes.