Dermatología

Cosmética: la lentitud de las normas pone en riesgo al consumidor

Hasta que las restricciones se ponen en marcha productos que se sabe que no son recomendables siguen en el mercado

Productos cosméticos
Productos cosméticosDreamstimeDreamstime

En belleza, lo natural y cuidar de la salud está más de moda que nunca, por eso es tan importante saber leer bien las etiquetas de los productos que se ofertan en el mercado para alcanzar estas metas. La primera premisa a la hora de adquirirlos es saber que ni todo lo natural es bueno ni todo lo químico es malo. Es importante conocer qué efectos secundarios podría tener cada componente del producto que se consume para aplicarlo sobre nuestra piel. En primer lugar, porque aunque las cantidades de sustancias que podrían ser perjudiciales están limitadas, la acumulación de estas sobre nuestra piel por la aplicación de varios productos que las contienen podría crear un efecto «suma» cuyas consecuencias no están comprobadas.

Por otro lado, la normalización de la lista de elementos y sus posibles contraindicaciones , así como su prohibición o restricción, es un proceso burocrático y lento que se alarga mientras que los productos que las contienen siguen en el mercado a disposición del consumidor.

En principio, todos los cosméticos que se comercializan en los países de la Unión Europea, que tiene una normativa conjunta, «son seguros mientras no se demuestre lo contrario y el consumidor puede confiar razonablemente en las autoridades sanitarias», explica a A TU SALUD el dermatólogo Emilio del Río, miembro del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica (Gedet) de laAcademia Española de Dermatología y Venereología (AEDV).

«Con todo, esta previsión y seguridad no lo es al cien por cien aunque va acompañada de un sistema eficaz de seguimiento y cosmetovigilancia integral que funciona en todo el área de la Unión Europea para nuevas moléculas, alergias emergentes, cambios físicos y químicos posfabricación, etc.», añade.

El código «CN»

Afirma que «particularmente son seguros aquellos que llevan un código nacional, «CN», de parafarmacia, aunque, en realidad, es un código comercial, de distribución farmacéutica, que va del número 1 al 3, mientras que los medicamentos figuran con una numeración superior a 6000000». En el caso de los cosméticos, aclara, pueden no figurar un «CN» pero, entonces debe figurar el responsable de la puesta en el mercado del producto.

Todos, además, requieren unas pruebas fisicoquímicas y un expediente propio que debe aprobar el Ministerio de Sanidad, en concreto, la sección correspondiente de la Agencia Española del Medicamento y Producto Sanitario.

Componentes cosméticos conflictivos
Componentes cosméticos conflictivosTania Nieto

Asimismo, todos los ingredientes de los cosméticos tienen que figurar obligatoriamente en el etiquetado y pueden aparecer tanto en español como en inglés. Deben de hacerlo en orden decreciente de proporción, aunque –para evitar que sean copiados– no se requiere que aparezca su concentración exacta. Sus nombres químicos se pueden encontrar en un listado denominado INCI (Nomenclatura Internacional de Ingredientes Cosméticos).

Los más nocivos

Los compuestos más nocivos ya están directamente prohibidos en la normativa española y europea de cosméticos. Se trata de cáusticos, sustancias carcinogénicas, tóxicos, medicamentos (que tienen su propia normativa, aún más estricta), metales pesados, y sustancias altamente alergénicas o irritantes. Así, a principios de 2022 la Comisión Europea prohibió el uso de 23 sustancias químicas carcinógenas, mutágenas o tóxicas para la reproducción (conocidas como CMR), debido a sus efectos a largo plazo sobre la salud humana. Entre ellas figuran algunas habituales como la fragancia Butilfenilmetilpropional (Lilial) y piritiona zinc (en champús anticaspa), informa a A TU SALUD la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). «El problema principal para las agencias reguladoras –en España, la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios–, que trabajan de forma coordinada e intercambiando información bajo el paraguas de la Agencia Europea del Medicamento, son las importaciones de terceros países, en los que pueden figurar ingredientes con denominación diferente a la marcada por el INCI, metales pesados o compuestos no declarados. En cualquier caso, los análisis y los controles se ponen en común en todo el ámbito de la Unión Europea, de tal manera que un producto inadecuado que es bloqueado en Letonia es inmediatamente puesto en cuarentena en España y en cualquier país de la UE», revela Del Río.

La norma básica actual en España y Europa es el Reglamento (CE) 1223/2009 del Parlamento Europeo y Consejo de Europa, si bien «se va actualizando regularmente con la información científica disponible, a veces este es un proceso lento y mientras las nuevas restricciones se ponen en marcha hay productos en el mercado con sustancias que ya se sabe que no son recomendables», advierte la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Este documento incorpora un primer anexo que establece la cosmetovigilancia, un segundo anexo en el que figuran las sustancias prohibidas en los cosméticos y un anexo III en el que figuran sustancias que pueden incluirse en los cosméticos bajo determinadas circunstancias o concentraciones limitadas.

También Emilio Del Río afirma que con posterioridad a la aprobación de la normativa europea hay enmiendas, complementos, normativa expandida... tanto europea con española que van reajustando estos anexos en función de las notificaciones que van apareciendo, «porque se trata de un mercado dinámico y en expansión, muy regulado y muy seguro, pero en el que el riesgo cero para toda la población es un ideal inalcanzable y, por ello, necesita de esa continua revisión», explica.

Los más nocivos

«No es lo mismo un champú destinado a estar en contacto unos minutos con la piel y ser aclarado que un contorno de ojos o una crema para bebés», detalla Del Río. En el caso de los parabenos, por ejemplo, la concentración debe ser como máximo al 0,4% y no más de dos, 0,8% en total. Y, es que, tal y como aclara la OCU, «pertenecen a una gran familia de compuestos, algunos no son recomendables pero otros no dan problemas. Como la fama la tiene todo el grupo las marcas utilizan el «sin» como reclamo. Habría que mirar en la lista de ingredientes qué conservantes se han utilizado en vez de parabenos, porque hay otros que tampoco son recomendables».

Entre estos, un grupo especialmente importante es el de los biocidas, antisépticos y conservantes, que al mismo tiempo que preservan el producto de la contaminación microbiana «en función de su composición o concentración pueden ser irritantes para el organismo», confirma Del Río.

Además, la OCU advierte de que hay casos de nombres alternativos, es decir, ingredientes que tienen varios nombres aceptados. Es el caso del benzophenona 3, que también se llama oxybenzone, o del dióxido de titanio, que se conoce asimismo como CI 77891. Lo que sí que no ha detectado esta organización es que se haya recurrido en algún caso y de forma específica a la estrategia de utilizar denominaciones alternativas para «colar» algunos ingredientes y evitar que no se consuman. Por ese lado parece que el consumidor puede estar tranquilo.

Si que es habitual encontrar cosméticos con la alegación «sin». Al igual que con los parabenos se recurre a la estrategia comercial de utilizar reclamos como «sin siliconas»; «sin perfume»; «sin BHA» y un largo etc. «No estamos a favor de utilizar este tipo de frases porque denigran a un ingrediente que es legal y crean confusión. La problemática de cada sustancia hay que verla dependiendo del tipo de producto en el que se encuentre, la concentración o, por ejemplo, si se aclara o no. También si es para su uso en niños o en adultos», manifiesta la Organización de Consumidores y Usuarios.

En todos los casos, avisa, el riesgo de utilizar productos que tengan uno o varios de los ingredientes que se consideran más problemáticos, aunque su cantidad esté restringida, es mayor cuando están presentes en cosméticos que no necesitan aclarado, como las cremas y desodorantes, o cuando los utilizan personas más sensibles, como niños pequeños o mujeres embarazadas.

También, aclara, el riesgo depende del producto de que se trate. Por ejemplo, en cosméticos labiales no aconseja que lleven aceites minerales (parafina o petrolatum) porque al ser derivados del petróleo pueden contener impurezas tóxicas.

En cuanto a los ingredientes naturales de los cosméticos Emilio del Río exclama: «¡Los mejores venenos y tóxicos, como el mercurio y otros metales pesados y los insectos y reptiles más mortíferos son naturales!». En su opinión, el ideal que impera de que un producto natural es mejor para la salud carece de sentido. Es más, afirma que productos como la vaselina y la parafina, que son un derivado del petróleo, «resultan de los activos cosméticos más seguros que existen».

Al respecto, la OCU confirma que en los últimos años hay una tendencia creciente del consumidor hacia los productos con origen natural. «Los cosméticos que incluyen extractos naturales son muy atrayentes, las marcas lo saben y los añaden a las fórmulas, pero eso no quiere decir que el cosmético sea natural», aclara.

Para saber cuáles sí existen las certificaciones privadas, Ecocert, CosmeBio o Cosmos y Natrue, entre otras. «También hay una marca oficial europea, muy exigente, llamada Eco Label. Apenas se ve en cosméticos de venta directa pero sí en geles o champús para hostelería, hospitales, etc.».