Nefrología pediátrica
El 50% de los trasplantes renales en niños se hace de donante vivo
Un 20% de los menores necesitará un segundo riñón y un 4% un tercero antes de ser adultos. ¿Cuáles son las ventajas y las dificultades frente al órgano de cadáver?
«Me encuentro muy bien. No he tenido recaídas. Por suerte siempre he ido a mejor y cada vez tomo menos medicación», asegura Ana. No es su nombre verdadero, su madre nos pide no darlo por miedo a que en un futuro pueda afectarla negativamente en el mercado laboral. «Al principio eran muchísimas pastillas», dicen ella y su madre al unísono.
A los cinco años le detectaron que tenía siempre la tensión alta y, tras varias pruebas, dieron con el origen: poliquistosis, un trastorno renal hereditario en el que se forman muchos quistes en ambos riñones, lo que hace que estos se agranden y pierdan su función con el tiempo.
El proceso fue muy rápido, desde las primeras pruebas hasta el diagnóstico no pasó mucho tiempo, y luego entró el lista de espera. Cuando tenía ocho años fue trasplantada.
En su caso, su riñón es de «donante anónimo (cadáver) que por suerte era muy compatible y por eso no he tenido recaídas», asegura la adolescente.
Los avances en la inmunosupresión y en el cuidado del paciente pediátrico han aumentado la supervivencia del paciente y la del injerto, disminuyendo la incidencia de rechazos.
En el caso de Ana, «su nefrólogo nos explicó que había la posibilidad de trasplante de un donante vivo o de un donante habitual, que es como lo llaman para no decir de donante cadáver», explica la madre.
Y que «como lo normal es que se necesite más de un trasplante a lo largo de la vida lo ideal era ponerla en lista de espera para esperar al riñón de un donante cadáver», añade esta madre, que agradece a los sanitarios su trato y a los profesores su comprensión con las ausencias de su hija.
Sin embargo, la elección del tejido del donante depende de cada caso, de si la enfermedad por la que fallan los riñones es hereditaria, de la edad y gravedad del paciente...
De hecho, la literatura científica recoge que hay una mejor supervivencia del paciente y del injerto en los trasplantes renales realizados con órganos procedentes de donante vivo.
En concreto, la supervivencia del injerto puede alcanzar el 90% en los riñones de donante vivo y el 70% los de donante cadáver a los cinco años del trasplante.
«En la actualidad la mitad de los injertos renales en pediatría se realiza ya de donante vivo», explica la doctora Mar Espino, presidenta de la Asociación Española de Nefrología Pediátrica y nefróloga infantil del Hospital 12 de Octubre, en Madrid.
«El órgano de un progenitor –prosigue– es mejor porque es más compatible que el de un niño pequeño, y conlleva poco tiempo de isquemia fría (período que pasa entre el enfriamiento del órgano después de que el suministro de sangre se ha reducido o interrumpido y el momento en que se restaura el suministro de sangre), ya que se pone de inmediato, mientras que cuando el riñón es de donante cadáver el tiempo de isquemia es de 12-24 horas».
Por cierto, suele ser más compatible el de la madre, «al ser más pequeño que el del padre, ya que suelen ser más bajas», detalla la nefróloga infantil, que explica que los riñones de adulto miden entre 10 y 14 centímetros y uno de 10 cm se podría poner a un niño que pesa entre 10 y 15 kilos y mide un metro de altura».
Por eso, lo habitual, en un 80% de los casos, es hacerles directamente el trasplante, salvo si el menor que necesita el trasplante es muy pequeño. En ese caso se les tiene un tiempo en diálisis. También en el caso de ciertas patologías inmunológicas, en las que «no interesa el trasplante precoz, sino que es mejor estar un tiempo en diálisis para limpiar la sangre», puntualiza la nefróloga infantil.
Los datos del registro así lo avalan. «La supervivencia del injerto de donante cadáver menor de seis años a los 10 años es del 58%, y si es mayor de seis años el donante, 75%. En el caso de que sea el receptor el que tenga menos de seis años, la supervivencia del injerto de donante vivo a los 10 años es del 90% y si es de donante cadáver baja al 65%», precisa la doctora Espino.
Esto explica que en el periodo de cero a 14 años y antes de ser transferidos a unidades de adultos, un 20% de los menores trasplantados tendrán un segundo trasplante y un 4%, un tercero», detalla.
En cuanto a la supervivencia de los pacientes con trasplantes renal, «es del 95% a los cinco años, siendo más alta la mortalidad en los menores de cuatro años», afirma la doctora, que explica que en la actualidad «hay seguimiento a 485 niños trasplantados de riñón. Totales, desde que hay registro, 1.985 menores trasplantados», muchos de ellos ya adultos.
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