Entrevista

Dr. David Abejón: «El dolor crónico ya es una plaga y no reconocer la especialidad resulta un lastre para su abordaje»

El dolor crónico impacta gravemente en la salud mental y requiere un manejo holístico

Dr. David Abejón
Dr. David AbejónJESÚS G. FERIALA RAZÓN

El dolor crónico es un problema de salud pública que va en aumento. A pesar de ello, resulta invisible a ojos de la sociedad. Y también parece ajeno a las autoridades sanitarias y educativas, ya que en España no existe una especialidad reglada del dolor, lo que obliga a los profesionales a formarse de manera independiente. En este contexto, el doctor David Abejón, jefe de la Unidad del Dolor del Grupo Quirónsalud Madrid, dirigió la semana pasada la XI edición del Curso Práctico sobre cadáver de intervencionismo en dolor, una cita diseñada para anestesiólogos, neurocirujanos y médicos interesados en técnicas intervencionistas.

¿Cuántas personas sufren dolor crónico en nuestro país?

Se estima que el 19% de la población española lo padece y llegamos a hablar de la nueva plaga del siglo XXI. No se trata de un síntoma, sino que se considera una enfermedad en sí misma porque hablamos de un dolor mantenido. A pesar de ello, es muy poco conocida y resulta muy devastadora para el paciente y para el cuidador principal.

Habla de plaga... ¿Es una tendencia al alza?

Sí, porque vivimos más tiempo y porque la actividad física se alarga. Además, la calidad de vida cada vez resulta más importante para las personas. Antes se aceptaba que había que sufrir en silencio, que formaba parte de la vida, pero eso ya no se tolera.

¿Qué patologías suelen estar detrás de ese dolor crónico?

La que solemos ver con más frecuencia es la lumbociática o dolor lumbar. En este caso influyen el sedentarismo, la obesidad, la alimentación inflamatoria...

¿Cómo impacta en la salud física y emocional de quien lo sufre?

La influencia de la parte emocional es muy crítica en estas personas, de ahí que cada vez se hable más de un manejo holístico del paciente en el que no solo se tiene en cuenta el dolor que sufre, sino también cómo afecta a su calidad de vida, al sueño, a sus relaciones sociales, a su trabajo... Si se tiende al aislamiento por culpa del dolor también hay más riesgo de catastrofismo, que es como se designa, lo que da pie a más ansiedad y depresión. Lo que debe hacer un médico dedicado al dolor es ver al paciente de forma global y por eso también en las unidades específicas se analizan esos parámetros y contamos con profesionales de la salud mental, acupuntores, etc., para intentar ayudar desde todos los puntos de vista.

A pesar de ese escenario, nuestro país sigue sin reconocer la especialidad del dolor. ¿No resulta contradictorio?

Es un grave error y supone un gran problema para la formación académica de los profesionales que nos ancla en el pasado y lastra nuestro avance. Además, tampoco ayuda el déficit de médicos y que debemos dar prioridad a la cirugía. Sin embargo, si estás focalizado solo en algo, como en este caso sería el tratamiento del dolor crónico, el rendimiento del trabajo resulta muy superior.

¿Qué habría que mejorar?

Falta visualizar el dolor como una enfermedad con entidad propia y con las necesidades científicas que eso implica.

¿Qué novedades tienen a su disposición para hacer un abordaje más eficaz del dolor crónico?

La técnica más en boga es el tratamiento intradiscal, es decir, es una técnica de descompresión que lo que intenta es secar el disco para que entre la protusión. También hay otra técnica muy novedosa que logra hacer una foraminotomía, que es como liberar presión del nervio. Otra nueva modalidad es la crioterapia, que es una técnica que se ha mejorado muchísimo gracias a cánulas perfeccionadas, así como técnicas de radiofrecuencia y de radiofrecuencia enfriada, que permite mejorías más prolongadas.

En el curso abordaron la neuromodulación en cadáver. ¿Por qué es tan importante esto?

Porque permite aprender de forma real, por ejemplo, a adecuar la dosificación.

¿España tiene un buen nivel de profesionales en este campo?

Sí, la gente sale muy bien preparada sobre estas nuevas técnicas, pero nos encontramos con que estas novedades no siempre están disponibles por cuestiones económicos, ya que son técnicas caras.

¿Se desaprovecha el avance?

Habría que pensar en este tipo de novedades como una inversión y no como un gasto, ya que, bien utilizadas, reducirían operaciones y otras complicaciones. Si se dotara mejor a las unidades del dolor y se revierte el flujo de los pacientes, acudiendo a ellas antes que a cirugía, los resultados serían mejores. Los pacientes deben perder el miedo a acudir a estas unidades, porque existe una falsa percepción de que son para personas que ya no tienen más soluciones.