Opinión

Mónica García no se atreve con Puigdemont

García está dispuesta no solo a «colaborar y cooperar», sino incluso a «aprender» de Junts

La ministra de Sanidad, Mónica García
La ministra de Sanidad, Mónica García Zipi EFE

La ministra de Sanidad, tan presta siempre a polemizar contra Isabel Díaz Ayuso, se la ha tenido que envainar esta semana ante la sucesión de reproches que le ha soltado en el Congreso de los Diputados, la parlamentaria de Junts Pilar Calvo, que le ha dejado bien claro, de parte de Puigdemont, que tocar el modelo sanitario catalán es «una línea roja» que no puede pisar, so pena de encontrarse con efectos colaterales indeseados dentro de la colación pro-gubernamental.

Como es lógico, la señora Mónica García, tan valiente y atrevida cuando se trata de encadenar reproches contra la sanidad madrileña, recogió velas y se deshizo en palabras amables hacia la diputada «puigdemona», diciéndole que no sólo está dispuesta a «colaborar y cooperar», sino incluso a «aprender» de Junts, respetando por supuesto el modelo sanitario de la Generalitat, más basado aún en el sector privado que el de la Comunidad madrileña. Como es el modelo de los asociados políticos, es bueno, aunque sea parecido a otros. Claro, para justificar su perorata, su señoría entiende que el sistema privado catalán no tiene «ánimo de lucro», diferenciándolo de tal forma del de la CAM, que según García sí que debe tenerlo.

El argumentario de doña Mónica no puede ser peor. Puigdemont es bueno porque le vota, y cualquier planteamiento que venga del fugado hay que vestirlo de corrección pese a ser idéntico al de otras autonomías no independentistas, pero gobernadas por el PP. Dirigir la Sanidad española desde el sectarismo no le va a reportar más que perjuicios. Con discursos oportunistas como el que exhibió en el Congreso no sólo se pierde la razón, sino que desaparece la credibilidad. Al final el sector se empieza a tomar a choteo cuanto sale de la factoría García, que va a terminar pidiendo para sí misma otra amnistía.