Sociedad

El baile de la rosa

Charlotte Casiraghi y el productor Dimitri Rassam, en el Baile de la Rosa de Mónaco del pasado año
Charlotte Casiraghi y el productor Dimitri Rassam, en el Baile de la Rosa de Mónaco del pasado añolarazon

Se suspenden todo tipo de eventos deportivos, taurinos y sociales, por el peligro que comportan con la epidemia de coronavirus. El tradicional “baile de la rosa” que estaba previsto para la semana próxima, es una de las citas que más expectación provoca en el pequeño Principado de Mónaco, donde hay bofetadas por conseguir una entrada a precio de oro, tan sólo para poder decir que hemos estado cerca de Carolina de Mónaco. Este año su chevalier servant iba a ser Christian Laboutin, a la sazón zapatero prodigioso de tantos distinguidos pies. Pero lo que me traumatiza no es la cancelación de tan elegante convocatoria, sino la imagen que últimamente ofrece la otrora bellísima princesa Carolina. Aparece una fotografía de su rostro en el día Nacional del Principado donde es la viva efigie de Isabel Celaa.

Un amigo mío dice que una cosa es envejecer y otra embrujecer. ¡Dios mío, qué espanto! ¿Dónde queda aquella belleza única que dejó seco de tanto amarla al tenista Guillermo Vilas? El pobre no es que no volviera a ganar un Roland Garros sino que no volvió a pegar una bola ni en partidos domésticos con amiguetes. Es lo que tiene el amor, por otra parte beneficioso para aumentar los glóbulos blancos que combaten virus y bacterias. En estos días de retiro la práctica sexual como entretenimiento pudiera ser un buen antídoto que nos protege de la pandemia ya que “varias investigaciones científicas han determinado que la actividad sexual estaría relacionada con el crecimiento de las defensas, por eso, se cree que podría ser una medida para poner en práctica”.

Tengamos en cuenta que estudios recientes han concluido que “los orgasmos elevan los niveles de dopamina y oxitocina, componentes químicos que estimulan el sistema inmunológico y lo fortalecen a la hora de combatir amenazas”. Además se reducen los niveles de cortisol, el responsable del estrés, presente en episodios de ansiedad, miedo o angustia, sensaciones que nos provoca el doctor Falcon en sus escasas comparecencias. Se le ve tan inseguro, tan inexperto, tan sin saber que hacer que las medidas que adopta con cuentagotas después, eso sí, de la manifa de las chonis donde la Montero fue contagiando a todas las que besaba, parecen tan superfluas que nada nos hace pensar que vayan a surtir ningún tipo de efecto.

Nunca nos habíamos visto en situación parecida, teniendo en cuenta que en 2001 hubo alerta por ántrax; en 2006 por Ecoli; en 2014 por el ébola; en 2016 por el mosquito que transmitía el chikunguña, pero esto afectó más a países sudamericanos. Y ya ni hablemos del VIH, que cada año eleva el número de afectados que suman ya millones, lo que pasa es que se ha asumido como algo que está ahí y que se contrae solamente por vía sexual o por consumo de drogas. ¿Cuántos millones de muertos se ha llevado el VIH? Incalculables, y no distingue entre clases ni razas. No nos acordamos tampoco de la gripe aviar, que fue muy pesada.

El otro día hablando con un epidemiólogo y un virólogo la conclusión ha sido bastante tranquilizadora, ya que a finales de abril, según ellos, tendremos un antiviral que paliará los síntomas y evitará la muerte de los grupos de riesgo. Y para después del verano, cuando se supone que con la subida de temperaturas el virus se hallará en una situación más debilitada, habrá ya dispuesta una vacuna. Por tanto mi filosofía es la de tener paciencia y aguantar en casa en la esperanza de que la ciencia nos saque de ésta lo antes posible, porque solo ellos, los científicos, tienen la llave de nuestra salud. ¡Feliz retiro a todos!