Historia

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Eudald Carbonell, el científico de Atapuerca que avisa de la extinción del homo sapiens por la pandemia

Arqueólogo, antropólogo y paleontólogo, el también catedrático que codirige las excavaciones de Atapuerca reflexiona sobre la situación mundial y es moderadamente pesimista.

Según Carbonell, «la globali-zación crea uniformidad. En su lugar, lo que debería haber hecho ya la especie humana es una planetización para intentar integrar la diversidad».
Según Carbonell, «la globali-zación crea uniformidad. En su lugar, lo que debería haber hecho ya la especie humana es una planetización para intentar integrar la diversidad».La Razón

Si a Unamuno le dolía España, al científico Eudald Carbonell lo que le duele es la especie humana, ese homo sapiens con altas capacidades mentales que inventa y aprende como ninguna otra criatura, pero incapaz ahora de contener algo tan minúsculo como un virus, más aún que una bacteria, ni siquiera visible al ojo humano. «Es el último aviso para nuestra especie. Estamos ante una crisis que deja el sistema al borde del colapso», anuncia. Toma la palabra desde la atalaya científica que le permite mirar la evolución humana a partir de Atapuerca, cuna del primer europeo. Natural de Ribes de Fresser (Gerona), es arqueólogo, antropólogo y paleontólogo, además de catedrático de Universidad. Codirige las excavaciones de Atapuerca junto a Juan Luis Arsuaga y José María Bermúdez de Castro, y el descubrimiento de una nueva especie, el Homo antecessor, les hizo merecedores del Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica de 1997. Carismático y tan esencial como Harrison Ford en «Indiana Jones», no encuentra en la crisis del coronavirus motivo alguno para quitarse su sempiterno sombrero ante esta especie que, a causa de su insolencia, hoy es el huésped de una molécula abrazada a la humanidad. No quiere guardar silencio y atiende a LA RAZÓN para reflexionar sobre una pandemia que, como su nombre indica, atañe a todos: «Cuando las cosas se hacen mal, van mal», se lamenta. Considera que se está respondiendo tarde y fatal porque nuestra sociedad está acelerada. «Debemos sincronizarnos con nuestras necesidades si queremos soluciones para el futuro de la especie. Si hubiéramos tenido una conciencia crítica de especie socializada, probablemente esta crisis se habría abortado en el primer momento», avanza.

desprovistos de ideas

Para Carbonell este es el tipo de anomalías que nos permiten chequear el funcionamiento económico y social de la especie. «Es una pandemia en tiempos de la revolución científica y tecnológica, pero nos ha cogido desprovistos de ideas de organización y de coordinación planetaria, provocando una disrupción en los contextos colectivos y de grupo. La globalización crea uniformidad. En su lugar, lo que debería haber hecho ya la especie humana es una planetización para intentar integrar la diversidad en vez de uniformar». No es la primera vez que avisa. Este científico lleva años dejándose su áspera voz en prevenir de lo que estaba a punto de suceder, en alertar sobre cómo ese crecimiento que ha ido cada vez más rápido en el tiempo insoportable para el planeta nos está aproximando a un cuello de botella cuyo único fin puede ser el caos. «Si no paramos, aceleraremos nuestro colapso como especie. Hay que crear una nueva conciencia crítica». Ahora, en medio de este atolladero al que nos ha llevado el coronavirus, parecen confirmarse sus peores presagios y anticipa que esta no es una crisis social ni sanitaria, sino estructural. «Una crisis, sobre todo, de especie, y, como tal, no tiene solución desde el sistema social y económico».

No puede evitar mirar al futuro con cierto anhelo del pasado, cuando los neandertales se cohesionaban socialmente a través del fuego. Su propuesta es un cambio estructural y el tirón de orejas va para todos. «En primer lugar, los sistemas actuales deberían basarse en la interdependencia, no en la jerarquía. Es decir, en la organización, la cooperación y la coordinación. No como ha ocurrido en la historia de la humanidad, al menos, durante los últimos tiempos, en los que en muchas ocasiones líderes poco preparados toman decisiones incorrectas por ambición de poder o por intereses económicos». En este nuevo escenario, Carbonell concede a la ciencia un poder primordial: «La biotecnología y la tecnología actuales son las que generarán la capacidad y los medios para resolver esta situación tan compleja. El conocimiento se encuentra en la red científica y técnica, pero el pensamiento debería encontrarse en las organizaciones sociales con una actitud de mejora de la especie, no intentando conciliar intereses ligados, en muchos casos, a unas clases extractivas que actúan en su propio beneficio». En 2008 terminaba su libro «La conciencia que quema» con una observación premonitoria: «Pienso, en serio, que la próxima gran revolución ya no será científica y técnica. La próxima revolución será el éxito de la especie gracias al desarrollo de la conciencia crítica de especie y operativa, y si no, nos esperan el colapso de la especie y la extinción». Lo decía porque habíamos vivido hechos como la crisis de los misiles o la guerra de Irak que nos pusieron contra las cuerdas. «Fueron toques de alerta sobre la necesidad de preservar lo que yo llamo conciencia crítica de especie. La humanidad fue consciente de los riesgos globales y se expresó una conciencia universal que motivó a personas de todo el mundo a salir a la calle. Aquella reacción no era la causa de un país o de una clase social: era conciencia de especie».A pesar de las advertencias, considera que hemos seguido actuando de manera desleal con la especie y con nosotros mismos. De nuevo, la pandemia nos coloca, según su entender, ante la tesitura de cómo encaramos el futuro. Y esta vez será definitoria. «La conciencia crítica de especie debe estar por encima de cualquier otro interés. Esto significa que debemos comportarnos de manera consciente, sabiendo que todos los humanos del planeta Tierra somos Homo Sapiens y, consecuentemente, formamos parte de una misma especie, de una cultura y de un momento histórico. Somos los únicos animales que tenemos esta posibilidad y lo tenemos que hacer de forma crítica, es decir, no dogmática. Debemos integrar la diversidad y cooperar, y no competir». Y recomienda, para sobreponernos a este episodio y evitar situaciones similares en el futuro, establecer unos mecanismos de colaboración y de interdependencia en el planeta: «Hemos visto que Alemania no pasaba material sanitario a Italia, cuando lo primero que hay que hacer es transferir información. La Unión Europea ha sido una unificación económica, pero no social. Ahora está ocurriendo algo similar entre Cataluña y el gobierno de Pedro Sánchez, reteniendo material sanitario que no llega a los lugares donde iban inicialmente destinados, por ejemplo».

descalabro económico

Pero esta vez lo superaremos. Carbonell se agarra al principio de esperanza como única forma de supervivencia y confía en que así será gracias a los avances técnicos y científicos. Pero le seguirá un descalabro económico e insiste en que es fruto de esa falta de cohesión. «Será tan grande que tendremos que tomar muchas decisiones. Es nuestra última oportunidad. Si no lo hacemos, la próxima vez no será un aviso. Será el colapso de la especie, nuestra propia extinción». Los retos por delante son numerosos: el crecimiento demográfico, los problemas de la distribución de la energía, la necesidad de organizar y socializar la revolución científica y técnica. De manera urgente, el coronavirus. En su opinión, el ser humano, con toda su soberbia, sigue en proceso de construcción. La pandemia puede servir como catarsis para reorganizar el pensamiento y transformar el conocimiento en progreso o, por el contrario, implantar de nuevo un cerebro erróneo al estilo del monstruo del doctor Frankenstein. Es una voz de alarma que se suma a la del resto de los científicos a falta de estrategia o de un plan político o social, ni a largo ni a corto plazo, para sacarnos de la crisis que se avecina. También la dio el médico Li Wenliang, el primero en advertir sobre la epidemia que nos venía, y se hizo caso omiso a su llamada. Veremos si una vez salgamos de este mal trago nuestra especie comienza su agonía o tiene memoria para ofrecer un relato edificante sobre qué queremos para las próximas generaciones.