Sociedad

Tendencia veraniega: veo un agosto con bufanda

Bueno, si los chinos al final somos nosotros, al menos le gustaremos más a Torra por aquello del amarillo

Empresas de reparto mantienen sus servicios con normalidad pese al coronavirus
Empresas de reparto mantienen sus servicios con normalidad pese al coronavirusRicardo RubioEuropa Press

El ministro del Interior, Grande Marlaska, ha dicho: «Este Gobierno no tiene motivos para arrepentirse de nada». Un hombre con tanta vida interior y que no quiere saber nada de arrepentimientos ni tan siquiera en esta semana tan propia para la flagelación y las penitencias a la carta. Imagino que el ministro se confiesa con el Padre Ángel, que lleva siempre bufanda roja.

¿Algún pecadillo, hijo? Nada, padre, estoy limpio como una patena lavada con gel hidroalcohólico. Mira, hijo, que los del Mando Único estáis sometidos a muchas tentaciones, algo habrá. Nada, padre, de verdad; ni tan siquiera me he saltado ni una vez la orden de presidente de lavarnos las manos cada cuarto de hora. Recuerdo ahora el chiste de la monja que se confiesa agonizando. El cura se desespera buscando lo que no hay. ¿Ni un pecadillo venial, sor Agustina? Nada, padre, ni uno.

¿Cree, padre, que iré derechita al cielo? Sor Agustina, como no suelte pronto un ¡coño! se pasa. La única que ha soltado uno muy leve, como de pedito de monja, ha sido Margarita Robles: «Hemos cometido fallos (ha dicho), pero tratamos de hacerlo lo mejor posible». Si tiene un mal día, Él puede ponerle de penitencia una hora diaria de lectura del «Manual de Resistencia» cara a la pared. Hay que exigir unidad hasta en los no arrepentimientos. Grande Marlaska quizá se ha venido arriba en la beatificación temprana del Gobierno después de ver un vídeo de Pablo Iglesias que circula otra vez por ahí. Dice que él no va al Parlamento a pactar y anima a okupar fábricas y viviendas «porque hay que convertir la vida en experiencia revolucionaria». Y defiende «una política masculina, con cojones».

Gran pancarta para el 8-M. Alarde machista que Irene puede castigar (cuando acabe la cuarentena) con una semana durmiendo en el sofá. Seguro que Marlaska ha visto el vídeo -él lo ve casi todo, nunca tanto como Él-, ha sentido muy fuerte el subidón cojonero como si escuchara a Alaska en «A quién le importa», y se ha metamorfoseado en el Capitán América del Mando Único. El escudo del presi, el cierren filas, el ¡cero arrepentimientos, coño! Ni un pecado, ni una mancha, ni un desliz. Nada. Sánchez, Él, quiere aislar a los asintomáticos. Temo ser uno de ellos. Y, si me aíslan, ¿cómo le voy a gritar a la tele? Nunca los viejos habíamos vivido tan peligrosamente, qué emoción. Sanidad anuncia test masivos, pero quizá el filósofo Illa no ha caído en la cuenta de que para hacer test masivos hacen falta test, y además que funcionen, porque Julio García, experto en microbiología, dice a los medios que «ninguno de los test chinos que hemos probado hasta ahora funcionan».

A ver si los chinos nos están engañando como a chinos. Bueno, si los chinos somos nosotros, al menos le gustaremos más a Torra por aquello del amarillo. También habría que aclarar (niños, mirad a la pizarra) que si obligan a llevar mascarilla sería conveniente que las hubiera en las farmacias, cosa que ahora no ocurre ni por el forro. No tendría gracia que nos multaran por no llevar lo que no podemos comprar, aunque, como dice Él, todo depende. Trump ha dicho que las bufandas son mejores que las mascarillas. ¿Tendrá una fábrica de bufandas? Igual Melania pasa las horas tejiendo en su torre de marfil esperando a Donald, el pato. ¿Se imaginan un agosto con bufanda? Puede ser tendencia. Pero no los afligidos. Santo cielo; ¿y qué es un apocalipsis sin arrepentidos?