Religion
El calvario del cardenal que nunca abusó
El Tribunal Superior de Australia absuelve de pederastia a George Pell, el ex ministro vaticano de Economía después de pasar más de 400 días en la cárcel
El ex ministro vaticano de economía es libre. Sin echar mano de los populares indultos de Semana Santa. A golpe de sentencia judicial. El cardenal australiano George Pell ha sido declarado inocente después de que el Tribunal Superior de Australia anulara ayer la condena a seis años de prisión tras ser acusado por abusos sexuales contra dos menores en los años 90.
Lo cierto es que su calvario termina en un Martes Santo, después de pasar 404 días encarcelado y casi tres años después de que se iniciara el proceso contra él. En el fallo contra el que no cabe recurso, los siete magistrados tumban los veredictos previos. Así, plantean “una posibilidad significativa de que una persona inocente haya sido condenada porque las pruebas no establecieron la culpabilidad con el nivel de prueba requerido”.
El purpurado recibió la noticia entre rejas, mientras veía las noticias en televisión. “Lo he recibido con gran alegría tanto yo como los tres internos que estaban a mi lado”, expresó a un amigo. Más tarde en un comunicado explicaría que “no tengo rencor contra mi acusador, no quiero que mi absolución aumente el dolor y la amargura que otros sienten. Nunca cometí esos crímenes horribles”.
En el Vaticano respiran tranquilos. La relevancia del caso Pell es más que significativa en tanto que se saltó en plena crisis de la pederastia en el seno eclesial y salpicaba al entorno más cercano al Papa, en tanto que su cargo como prefecto de la Secretaría de Economía de la Santa Sede le situaba como el número tres de la Curia. Además, formaba parte del Consejo de Cardenales, organismo asesor creado por Francisco para pilotar la reforma estructural y pastoral de la Iglesia. Todo esto hizo que no fuera bien acogido en la Curia, porque aplicó con mano de hierro anglosajona la máxima del Papa de levantar todas las alfombras de las corruptelas vaticanas en lo que a la tesorería se refería.
Su acusación suponía de alguna manera un golpe en la línea de flotación ante la “tolerancia cero” abanderada por el Papa argentino, de la misma manera que ahora supone un alivio y un ejercicio de justicia restaurativa. De hecho, no resulta fortuito que poco después de que se conociera el dictamen judicial, Francisco -que siempre le ha respaldado personalmente- comenzara ayer su misa matutina en la capilla de Santa Marta con esta petición: “Hoy quiero rezar por todas las personas que sufren una sentencia injusta, con ensañamiento”.
“Las presiones tienen un rol enorme en estos casos”, lamentaba otro de los hombres fuertes de Francisco, el cardenal Oswald Gracias, arzobispo de Bombay. “Tolerancia cero no significa que se pueda cometer una injusticia y un inocente sea condenado. Toda vez que hay una duda, no podemos ser ciegos ante ella, debemos llegar a una certeza moral de si la persona es o no culpable. La verdad ha prevalecido, la justicia ha prevalecido, y este es un signo de la Pascua”.
El purpurado, ahora ‘resucitado’, fue acusado el 28 de junio de 2017. Desde un primer momento, se defendió a cara descubierta y no dudó en exponerse a una rueda de prensa apenas 24 horas después. “Estos cargos son falsos. La sola idea de los abusos me resulta abominable”, expresaba. El Papa le concedía una excedencia para regresar a Australia y poder defenderse. A partir de ahí, comenzó la subida al Gólgota del que fuera arzobispo de Sidney.
En febrero de 2019 llegaba la condena por parte de la Corte de Melbourne que le declara culpable de un delito de agresión sexual y otros cuatro cargos de abuso en los años 90 contra dos monaguillos en la catedral de St Patrick’s cuando tenían 12 y 13 años y Pell era arzobispo de esta diócesis australiana. “Respetamos el sistema judicial australiano”, asintió entonces la Conferencia Episcopal Australiana en un comunicado suscrito por la Santa Sede que, sin embargo, siempre ha dejado caer de manera informal que seguía confiando en el purpurado. A Pell se le prohibiría el ejercicio público del ministerio, todo contacto con menores y se daba por concluido su servicio como prefecto financiero sin necesidad de cesarlo puesto que su contrato había finalizado tres días antes. Tan solo unas horas después pasaría su primera noche en prisión preventiva que iría a más después de que el Tribunal del Estado de Victoria dictaminara para él seis años de cárcel. A partir de ahí, sus abogados apelaron en varias ocasiones el dictamen judicial sin éxito hasta ahora.
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