Sociedad
Vera, cuando la vida se abre camino frente a la incertidumbre
Davinia M. tenía previsto dar a luz en el Hospital del Sureste de Madrid. Sin embargo, debido a la pandemia tuvo a su niña finalmente en el Gregorio Marañón porque le “derivaron” allí
Cuando se decretó el estado de alarma el pasado 14 de marzo Davinia M. estaba embarazada de 8 meses. Hasta ese momento, “el embarazo había sido perfecto”. Un par de semanas antes ella y su pareja, Alberto, habían hecho la visita guiada al paritorio del Hospital del Sureste de Madrid. Sin embargo, no daría a luz en Arganda, como habían pensado, sino en el Gregorio Marañón, “porque nos derivaron allí”.
Las contracciones comenzaron el 10 de abril. En ese momento Davinia ya sabía que el parto no sería en su hospital: “Estaba aterrada porque no lo conocía y me producen cierta ansiedad esas situaciones”. “Ingresé el día 11 a las 12:00 de la mañana. Llegar con mascarilla, asustados, que todo estuviera extrañamente en silencioy tener que hacer los pujos con mascarilla, mientras mi novio y yo nos mirábamos y nos sonreíamos con los ojos, es una de las sensaciones más raras del mundo”, señala.
A las 22:40 nació Vera, “una niña preciosa que pesó 3.125 gr, con los ojos achinados y totalmente ajena al estado de alarma, las mascarillas o los protocolos de seguridad”. Como tardó en nacer, Davinia temía “que me fueran a practicar una cesárea innecesaria porque no estaba dilatando con suficiente rapidez”. Le contaron que necesitaban el paritorio porque había varios hospitales derivando partos al Marañón. Pero al final el parto fue natural y todo salió bien.
Durante el tiempo que permanecieron ingresados (dos días) “los sanitarios pasaban con mascarilla y nos obligaban a tenerla puesta cuando entraban”. Davinia está muy agradecida al personal médico, “no tengo queja alguna, fueron todos profesionales, amables y maravillosos, sobre todo dadas las circunstancias”.
El día 13, tras realizarle a la bebé la prueba del talón, les mandaron para casa. Y llevan solos desde entonces, sin ninguna visita. ”Las abuelas conocen a Vera por vídeos y fotos mandadas por whatsapp. Los amigos, igual”. Sus vecinos “amablemente nos traen compra" cuando lo han necesitado.
Las visitas al pediatra
La primera fue a los seis días de nacer. Llegaron “ilusionados, con el carrito, la niña y las mascarillas. Nos pararon en la puerta y nos dijeron que solo podía entrar uno. Así que entré sola en el centro de salud, buscando a la pediatra que me habían asignado por teléfono con un pase especial de “transeúnte”, porque no puedo hacerle aún la tarjeta sanitaria” (ya que el empadronamiento hay que hacerlo presencial en mi ayuntamiento). Todos los padres o madres estaban solos, con su bebé, mascarillas “y guardando celosamente las distancias”.
La revisión rutinaria salió bien, pesaron a Vera, la midieron, y la confirmaron que ya había empezado a ganar peso, así que las dieron cita para las siguientes visitas, que incluyen vacunas. Con todo resuelto salieron fuera, “donde Alberto nos estaba esperando fuera nervioso”. Davinia recuerda que “hubo un momento de extraña tranquilidad cuando paseamos juntos hacia el coche con el carrito, dándonos el sol, que tendría que ser lo normal, poder salir a pasear tranquilamente con nuestra bebé”.
Después de ese día, han recibido una llamada de su matrona para preguntarla sobre la lactancia y de su doctora de cabecera. En este momento “estamos los tres es una isla que es nuestro piso, con la ventana al mundo que son las noticias, nuestras propias ventanas y las redes sociales. Menos mal que Vera no se entera de nada, ella con comer, hacer sus necesidades, dormir y tenernos cerca tiene suficiente”.
Davinia no duda en que “cuando sea mayor ya le contaremos que nació en un momento bastante complicado, pero que salimos adelante, porque eso es lo que vamos a hacer”.
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