Sociedad

Embarazadas en confinamiento: la valentía de enfrentarse al coronavirus

En el Día de la Madre rendimos homenaje a estas mujeres, que han visto cómo sus dudas e inquietudes crecen con la pandemia casi al mismo ritmo que su ilusión

Elena Herrero, Maite Muntaner y Alicia Fernández han compartido sus experiencias como embarazadas con LA RAZÓN
Elena Herrero, Maite Muntaner y Alicia Fernández han compartido sus experiencias como embarazadas con LA RAZÓNLa RazónLa Razón

El embarazo debería ser un momento en el que la mujer pueda disfrutar plenamente de esta feliz circunstancia, cuidarse y estar apoyada en todo momento por los profesionales sanitarios y que estén pendientes de sus necesidades. Sin embargo, ni siquiera en tiempos “de normalidad” estos criterios pueden cumplirse siempre al cien por cien.

El coronavirus ha irrumpido con fuerza en la vida de estas mujeres y sus parejas, que han tenido que adaptarse a marchas forzadas a las nuevas circunstancias, con entereza y determinación, porque es mucho lo que está en juego. LA RAZÓN ha hablado con tres de ellas, que viven su embarazo en circunstancias muy especiales.

Elena Herrero es mamá de un niño de dos años y medio. El pasado 14 de marzo, a los 8 meses de gestación, su marido Alberto comenzó a tener tos y mucosidad. Al principio no le dieron mucha importancia. Él acudió al médico de atención primaria, quien le puso un tratamiento y le instó a volver si empeoraba su estado. En ese momento todavía hacía vida en común con su mujer y su hijo, aunque decidieron por precaución que él durmiera en una habitación independiente y juntarse solo para las comidas. Su estado general empeoró y se confirmó la peor de sus sospechas: tenía coronavirus.

Alberto tuvo que permanecer una semana en el hospital, y para ella “fueron días de mucha incertidumbre, no me esperaba que tuvieran que ingresarle”, confiesa Elena. A la preocupación de la enfermedad de su pareja tuvo que sumar otra más: “yo estaba sola en casa con mi hijo”, con todas las tareas por hacer y sin apoyo en casa. Reconoce que en esos momentos es inevitable “acordarse de las madres solteras. Tienen mucho mérito”, pero se sacan fuerzas de donde se puede porque “intentas estar bien por tu hijo”.

Al volver su marido a casa tuvieron que enfrentarse a otra prueba más: la del aislamiento. En el hospital le dieron un papel con las instrucciones que debían seguir: uso de mascarilla y guantes cuando entrara en la habitación, extremar la higiene, lavar la ropa aparte a 60 grados, separado de basuras… No tuvo más remedio que pedir ayuda. Su madre (que por edad ya pertenece al grupo de riesgo) es la que les llevaba la compra, “y los vecinos son muy amables, si hemos necesitado algo nos lo han dejado en la puerta”. Pero “el miedo al contagio” siempre está presente, así como la preocupación de quién se encargaría de su hijo pequeño en caso de que ella se contagiase.

Elena coincide con todas las mujeres con las que ha hablado LA RAZÓN en la tristeza que va a suponer no poder tener contacto directo con sus familiares en el momento del parto en el hospital. “Te gustaría que los abuelos y tíos pudieran estar y disfrutar del bebé”, “aunque tenemos las tecnologías”, y al menos “lo podrán ver”, se consuela. Positiva por naturaleza, no duda en encontrar algo bueno a esta situación: “ver la solidaridad de la gente, y darte cuenta de lo que tenemos y no apreciamos, por ejemplo la última vez que estuvimos en una terraza con mis padres y mi hijo”.

El embarazo de Alicia Fernández tampoco está siendo fácil. El próximo 13 de mayo sale de cuentas de una niña, que será su primera hija, que no su primer embarazo, ya que hace dos años perdió a su pequeña en el parto. Confiesa sin reparos que “a estas alturas el estrés que yo tengo puede que no sea equiparable al de otras embarazadas, ni siquiera al de las primerizas”. “Cuando pienso demasiado me falta el aire”, y el estrés “se lo transmito a la peque, porque noto que se mueve más si yo estoy nerviosa”, declara. La epidemia de Covid-19 “no ayuda nada en este aspecto, aunque “gracias” a ello, Héctor, mi pareja, está en un ERTE, por lo que estoy acompañada las 24 horas del día y eso me ha dado la vida”.

De baja desde principios de enero, esta leonesa de Ponferrada intenta mantenerse ocupada como puede: “trato de hacer ejercicios de respiración por internet, en las clases de preparación al parto te enseñan técnicas, pero las suspendieron cuando estalló el caos del coronavirus. Tampoco hay servicios de matrona, pero se ha prestado a que la llamemos para consultarle cualquier duda del parto, puerperio o cuidados del bebé”. Su pareja está a su lado todo el tiempo: “Me ayuda a levantarme con ánimo, nos reímos mucho y hacemos muchas cosas juntos, como decorar la habitación de la pequeña, ver series, ordenar armarios…”.

Un aspecto muy importante del embarazo, y sobre todo en el último trimestre, es el ejercicio. Estar confinadas ha impedido a las embarazadas salir a la calle a pasear libremente o ir a clases en un gimnasio. Aunque la situación ha cambiado en los últimos días con la posibilidad de dar paseos, las futuras mamás con las que hemos hablado han vivido la mayoría del confinamiento sin poder salir de casa. Así que la opción más fácil estaba clara: “Me toca ir de una punta a otra de la casa, mil vueltas para cumplir con unos 45 minutos”, asegura Alicia. “La ginecóloga me ha dicho que puedo hacer bici, que tengo en casa, pero tengo a la niña demasiado encajada y estoy incómoda en el sillín”. Otra opción por la que se decantan muchas son las clases de yoga o pilates que se pueden encontrar en internet.

Muy especial es también la situación de Maite Muntaner. Esta mallorquina dará a luz a mellizas el próximo mes de junio. Un embarazo gemelar en condiciones normales ya se considera de riesgo. Por ello, lleva de baja desde las 20 semanas. Maite vive en una finca y tiene cerca a su marido, sus padres y sus hermanas, por lo que en ese sentido está tranquila. La única de la familia que sale de casa a comprar es una de sus hermanas para evitarles el riesgo a todos. Intentamos evitar el contacto” con otras personas, asegura Maite.

En este sentido, afirma “no tener miedo, porque no me expongo. He salido lo imprescindible”. Benito, su marido, que trabaja en una empresa de jardines y piscinas, pidió poder ir solo a las tareas que se presentaran para evitar riesgos, su jefe entendió la situación y le dio permiso, “así que estoy más tranquila”. Sus padres, que por edad son grupo de riesgo, han llevado el confinamiento un poco peor, pero entienden su situación y cumplen su parte. “Todo el mundo acata mis órdenes”, dice Maite sin dudar.

El caos de las citas médicas

Uno de los mayores problemas a los que se están enfrentando estos días de cuarentena las mujeres que esperan un bebé es la anulación de citas médicas presenciales por el coronavirus. En el mejor de los casos se posponen, cuando no se suspenden. Algunas de las que llevan su embarazo en hospitales públicos han sido derivadas a centros privados. Las dudas con el médico o matrona se resuelven por teléfono o por correo electrónico. Incluso los resultados de los análisis se dan a conocer de esta manera.

En el caso de Maite este aspecto es fundamental por su embarazo gemelar, que la obliga a tener un control permanente, con ecografías más a menudo. En su caso no va a consultas externas del hospital ni a urgencias, sino a la planta de maternidad para evitar un posible contagio. Ella está haciendo el seguimiento tanto en la sanidad pública como en la privada, pero aún no ha decidido dónde va a tener a sus bebés.

“Hasta la semana 36 no me recomiendan hacerlo en la privada”, así que aún debe esperar. Si todo va bien, en las actuales circunstancias de pandemia están dando el alta a mamás y a recién nacidos en 24 horas (lo normal son 48). Confiesa que, llegado el momento, “tiene miedo” por si no pudiera estar con su pareja en el momento del parto. Y, sobre todo, que si las bebés no han alcanzado el peso tengan que permanecer en la incubadora y no poder estar con ellas para el “método canguro”. En su caso, si pesan “más de dos kilos” se las podría llevar a casa.

Al salir del hospital teme que para ese momento (mediados de junio) aún se corra peligro de contagio: "Me da mucho miedo”. Aunque tiene muy claro que si continúa el riesgo será muy estricta: “Nadie va a tocar a mis hijas”, ni siquiera los más cercanos a la familia, asegura.