Sociedad

Arranca la era del miedo

Miedo a salir a la calle, a viajar, a sentarse en una terraza, a contagiarse en la peluquería... La desescalada ha abierto la puerta a una larga lista de temores que los españoles gestionan como pueden a la espera de la vacuna

Miedo a la desescalada
Miedo a la desescaladaAntonio Cruz

Cien días anticipando lo que haríamos cuando terminara el estado de alarma, y ahora que por fin nos levantan el arresto domiciliario muchos se han quedado bloqueados en el umbral de la puerta. Vivimos tiempos en los que todo se psicologiza, se convierte en patología y esta vez no iba a ser la excepción. Gurús de diversa índole se han apresurado a etiquetar este miedo, al que han bautizado como «síndrome de la cabaña», cuando en realidad no es otra cosa que el temor, más que justificado, de volver a un mundo que ya no es el que era y bajo una amenaza llamada Covid-19. La misma, por cierto, que nos encerró a mediados de marzo y que seguirá entre nosotros hasta que logremos una vacuna.

Ante este sombrío presente y más que incierto futuro, cada uno hace lo que puede. Según una reveladora encuesta realizada por la empresa de datos y consultoría Kantar, la actitud de los españoles ante los retos que presenta la mal llamada nueva normalidad son variados. Casi la mitad de las personas consultadas en esta quinta ola del Barómetro COVID-19 admiten que les va a costar mucho volver a pensar en hacer las maletas hacia destinos en el extranjero. En concreto les harán falta unos cuatro meses para atreverse a cruzar nuestras fronteras. Parece incluso un periodo de tiempo exiguo si se tienen en cuenta los datos facilitados por la Organización Mundial de la Salud (OMS): se estima que la próxima semana el número planetario de infectados supere los diez millones. En este contexto, solo un 13% de los viajeros españoles considera que se sentirá cómodo para dejar la piel de toro en cuanto sea legalmente posible. Pero como no solo de viajes vive el hombre, el estudio también inquiere sobre otros usos como el de acudir a una peluquería, un lugar que, en un primer momento, se consideró incluso de primera necesidad. El 39% afirma que se sienten cómodos ante la idea de acudir a que le corten el pelo. Y contra lo que pudiera parecer, a la mitad le cuesta aún imaginarse sentado en una terraza rodeado de gente... con o sin mascarilla.