Nobel

Wilson y Milgrom, de la teoría de las subastas al Nobel

Con sus innovaciones cimentaron la base para su aplicación en la era digital. «Sus hallazgos han beneficiado a vendedores y compradores de todo el mundo», destacó la Academia sueca

Robert Wilson y Paul Milgrom, tras conocer su premio
Robert Wilson y Paul Milgrom, tras conocer su premioAndrew BrodheadAP

Saber cómo funcionan las subastas, por qué los que hacen una oferta se comportan de cierta manera, saber cómo organizar y utilizar toda la información obtenida y, de paso, aplicar sus descubrimientos teóricos para inventar unos formatos de subasta totalmente nuevos para obtener el mayor beneficio en la venta de bienes y servicios. Robert B. Wilson y Paul R. Milgrom lograron ayer el Premio Nobel de Economía por ser capaces de diseñar fórmulas de subasta para la venta de productos cuya salida en formato tradicional no era posible, gracias a la clarifiación de las reglas de funcionamiento y por la determinación del comportamiento de los pujadores, utilizando sus descubrimientos teóricos para elaborar nuevas regulaciones. «Sus hallazgos han beneficiado a vendedores, compradores y a contribuyentes de todo el mundo», destacó la Academia sueca que otorga el galardón.

Ambos fueron capaces de cambiar unas reglas que se han matenido durante siglos casi inalterables. Babilonios, egipcios, griegos, romanos... Todos las utilizaron a lo largo de los siglos, hasta que Wilson y Milgrom elevaron las subastas a la categoría de teoría aplicada. Hoy están por todas partes aunque no las veamos. Las nueva era tecnológica ha crecido al amparo de sus vanguardistas teorías desde los años 70, y las redes y los gigantes de internet usan sin descanso unas aplicaciones de las que no pueden prescindir. La publicidad que se dispara al abrir una página web, el precio de la electricidad, la recogida de basuras, las frecuencias de la TDT y de las radios, o las de la telefonía móvil. Todo obecede a una puja invisible marca de la casa Wilson-Milgrom.

Pero para llegar hasta ahí, antes tuvieron que solucionar un primer reto. En 1994, las autoridades estadounidenses recurrieron a ellos para vender frecuencias de radio a operadores de telecomunicaciones. Ambos investigadores crearon un formato para licitar de forma simultánea objetos complejos. Fue un éxito y el ejemplo fue seguido por muchos otros países, que todavía lo utilizan, por ejemplo, para la venta de electricidad o de gas.

Pero entender su trabajo no es fácil. Según su teoría, el resultado de una licitación depende de tres factores: las reglas y el formato, el objeto en sí y la incertidumbre acerca de qué sabe el resto de postores sobre uno mismo.

Para Antonio Cabrales, catedrático de Economía de la Universidad Carlos III de Madrid y vicepresidente de la European Economic Association, la dificultad del análisis de esos procesos radica en que «la mejor estrategia de un postor depende de cómo cree que los otros pujarán en la subasta. Wilson demostró que a mayor incertidumbre, más precaución de los postores, y que los problemas provocados por la “maldición del ganador” –el que teme que ha pagado demasiado– son más grandes cuando unos pujadores tienen mejor información que otros».

Por su parte, Milgrom formuló una teoría más general de las subastas que no solo permite valores comunes, sino también valores privados, que varían de uno a otro postor, y demostró que «un formato en el que los pujadores aprendan más sobre los valores estimados de los otros, dará al vendedor un ingreso mayor».