Religión

La Iglesia de Venezuela, el infierno temido por Nicolás Maduro

La Conferencia Episcopal, considerada la institución más creíble del país, rechaza de plano las elecciones parlamentarias

Monseñor José Luis Azuaje, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana
Monseñor José Luis Azuaje, presidente de la Conferencia Episcopal VenezolanaLa RazónLa Razón

No hay oposición más férrea a Nicolás Maduro en Venezuela que la Iglesia. Tampoco infierno que tema más. No por lo que le pueda venir el día después, sino por los quebraderos de cabeza que le causan los clérigos. Cada vez más. Ahí está el pronunciamiento de los obispos contra las elecciones parlamentarias convocadas para mañana. Rechazo frontal: “Lejos de contribuir a la solución democrática de la situación política que hoy vivimos, tiende a agravarla”. Como alternativa, se suman a la Consulta Popular que tendrá lugar a partir del lunes, planteada por la Asamblea Nacional y basada en el artículo 70 de la Constitución. Y no dudan en denunciar la amenaza que se cierne de implantar un “estado comunal”.

Maduro es consciente de que tiene un acicate más contundente en fondo y forma que Juan Guaidó. Por eso sabe de la misma manera que un enfrentamiento directo con los obispos se puede venir contra él como un bumerang. Entre otras cosas, porque sabe que un ataque a la principal institución que lucha contra la imparable miseria del país implicaría abrir una brecha con el pueblo venezolano, aun con aquellos que le son más fieles y le tienen auténtica devoción. Cáritas no solo se ha convertido en la entidad más creíble de la Iglesia, sino que supone un aldabonazo para cada una de las manifestaciones públicas de los obispos cada vez que cuestionan el sistema.

Aun así, de vez en cuando, el presidente bolivariano levanta la voz para demostrar quien manda. “El pueblo no quiere que se politicen los púlpitos”, ha llegado a decir el líder que ha se ha llegado a canonizar a sí mismo y a erigirse como cristiano de referencia a la par que “apóstol” del chavismo en un rebujito con demasiados grados. Incluso ha querido jugar a enfrentar el discurso episcopal con el de Francisco, cuando hay hilo más que directo entre el Papa argentino y sus pastores venezolanos. Además, el ‘primer ministro’ vaticano, Pietro Parolin, fue cura antes que fraile en este campo, en tanto que, antes de asumir su cargo fue el nuncio en Venezuela.

Maduro prefiere ejercer otros métodos de presión y debilitamiento. Por un lado, hace guiños a los evangélicos dando vía a libre para crear universidades y levantar templos. Por otro, también sabe cómo jugar en el diplomático. Y ahí es donde entra en juego el cardenal Baltazar Porras, su principal acicate junto con el presidente del Episcopado, José Luis Azuaje. Porras es uno de los hombres de confianza de Francisco. Desde hace años, también es el principal altavoz frente a la represión del régimen bolivariano. Amenazas como tales no recibe. Pero han pasado un año y medio desde que el Papa le nombrara administrador apostólico de Caracas con vista a convertirle en arzobispo de la capital venezolana y dejar así su actual diócesis de Mérida. Sin embargo, como sucede en otros tantos países, se necesita un plácet de las autoridades que suele ser protocolario que no llega. Y mientras, el purpurado navega entre dos aguas. Pero sin bajar su compromiso con el pueblo al que sirve.

De esta manera, el régimen juega con una de cal y otra de arena. Un día arremeten contra el cardenal y al día siguiente ‘Nicolasito’, el hijo del presidente que mañana se convertirá en diputado se planta en la misa con motivo de la primera piedra de un monumento en La Guaria en honor a José Gregorio Hernández, próximo beato de la Iglesia, acompañado por simpatizantes, el 29 de noviembre de 2002, en La Guaira (Venezuela). A Dios rogando.