Consecuencias

Y tanta soledad

Un anciano camina por una plaza del Barrio Gótico de Barcelona
Un anciano camina por una plaza del Barrio Gótico de BarcelonaDavid ZorrakinoEuropa Press

“Todos los tipos de dolor se asocian a sentir soledad”. Recojo esta frase de un estudio del Ayuntamiento de Madrid del 2018. Es terrible lo que expresa, que la soledad no deseada mata el alma y el cuerpo. Esos dos entes íntimamente ligados que algunos se empeñan en separar. Pues bien, este estudio, anterior al Covid, dice también que alrededor del diez por ciento de las personas mayores de sesenta y cinco sienten esa triste soledad. Todavía me parece poco para lo que veo en la calle, en los parques, en los ojos. Pero, en fin, ya sabemos que las estadísticas solo reflejan lo que unos pocos pobres humanos pueden aceptar de sí mismos. La soledad no deseada es la epidemia más grande de este siglo. Y el maldito coronavirus la ha multiplicado por infinito. Casi cinco millones de personas viven solas en España y casi un tercio son mujeres mayores. Imagínense por un momento lo que significa habitar sola una casa y, además, tener que estar encerrada por miedo al virus o las ordenanzas de los gobiernos. ¿Cuántas ancianas han muerto no de Covid sino de tristeza, de soledad, de desatención durante la pandemia? Cuando pase esta tragedia tendremos que alumbrar la verdad y reconocerlas. Me conmociona ese dolor del desamparo. Sin embargo, hay otros dos tercios de personas jóvenes que también se sienten en solos. Más aún cuando no tienen compañía en su casa y hay que confinarse. Esos millones de deshabitados podrán verse en su morada, según la última normativa de Madrid, con una persona aunque no se conviviente. Es una de las excepciones enunciada. Un detalle de compasión en el que habrá que ahondar. Ahondar en la compasión.