Nuevos objetivos
Religión: la asignatura en la ITV
La Conferencia Episcopal actualiza el currículo de la materia para promover el voluntariado o el diálogo interreligioso antes que «un estudio enciclopédico de los profetas menores»
Los alumnos de José Fernando ponen cara de póker si en medio de clase suelta palabros tales como Pentateuco, exégesis o persignarse. Los maestros saben que a quienes se apuntan hoy a clase de Religión les suena a chino lo que hasta anteayer eran básicos de la cultura cristiana. Es más, los no creyentes son ya mayoría. «Si no eres capaz de conectar el aprendizaje con los jóvenes, estás perdido. Las integrales también son fundamentales para nuestra existencia, pero tienes que lograr que vean la implicación de las matemáticas en sus vidas», ejemplifica José Fernando Juan, profesor del colegio marianista Amorós de Madrid, que trabaja con alumnos de Secundaria y Bachillerato, pero acumula experiencia en Infantil y Primaria.
Este deseo de no quedarse al margen es lo que ha llevado a los obispos españoles a renovar, de arriba abajo, el currículo de la materia confesional. No parten de un escenario aciago. El 63% de los alumnos españoles –unos 3,3 millones– la eligen cada año. La novedad de esta «operación reciclaje» de la ERE (Enseñanza Religiosa en la Escuela) radica en que no se está haciendo a puerta cerrada desde un despacho de la Conferencia Episcopal, sino a pie de aula, a través un proceso participativo contando con la comunidad educativa: profesores, padres... Y con el visto bueno del Gobierno.
El pasado martes se inauguraba un foro a tal efecto que «bendijo» el secretario de Estado de Educación, Alejandro Tiana. Y es que la apuesta eclesial, según ha podido confirmar LA RAZÓN, ha sorprendido al equipo de Isabel Celaá, que no esperaba una propuesta eclesial «tan vanguardista».
Ya se quedaron perplejos en el Ministerio cuando el pasado verano la Iglesia les planteó incluir en la Lomloe un área de creencias y valores morales para todos los alumnos, trascendiendo el «qué hay de lo mío». La iniciativa llegó cuando la ventanilla de peticiones estaba cerrada y ahora se espera que se recupere en el desarrollo legislativo. Este «buen rollo» no significa que los obispos hayan claudicado en sus denuncias sobre la ley, que la arrincona al no contar para nota ni tener alternativa espejo. Así se lo recordó de viva voz el pasado martes a Tiana el presidente de la Comisión Episcopal para la Educación y la Cultura, Alfonso Carrasco Rouco.
«Posiblemente el apelar al marco internacional, teniendo en cuenta los mismos referentes – los Objetivos de Desarrollo Sostenible, documentos de la Unesco, de la OCDE, de la UE, etc.–, ha podido llamar la atención al Ministerio», explica Raquel Pérez Sanjuan, directora de la Comisión, sobre la cordialidad con Educación. «Compartir el punto de partida y hablar un mismo lenguaje no sé si ha podido sorprender; en cualquier caso, hablar el mismo lenguaje que tu interlocutor es siempre grato», añade.
«El recorrido hecho hasta ahora habla de escucha y de deseo de diálogo», subraya la también miembro del Consejo Escolar del Estado, que deja caer que «si la actitud y la propuesta hecha desde la Comisión no hubiera ofrecido posibilidades de avance, difícilmente se podría generar un espacio de búsqueda conjunta del lugar de la enseñanza religiosa escolar en el actual marco legislativo».
«En este horizonte proponemos dar forma al nuevo currículo de la ERE, que nos parece parte imprescindible de una formación integral», defiende Carrasco Rouco. «Negar este espacio de reflexión en la escuela disminuiría la libertad y la pluralidad, y sólo serviría para generalizar la mentalidad dominante, sin respeto por la conciencia moral y religiosa del alumno y sin introducirlo a la reflexión explícita y razonable que le permitiría una respuesta personal», explica el pastor, que rechaza adoctrinamiento alguno en las clases.
Pero, ¿se dejarán de estudiar los sacramentos en la clase de ‘Reli’ o desparecerá Jacob de los libros de texto? No. «Se trata de acercarse al alumno de otro modo. Tú puedes hacerles recitar los sacramentos, pero si de verdad les haces descubrir que hay realidades sacramentadas a su alrededor, al final aprenderán el valor de la eucaristía o de la unción de los enfermos», detalla José Fernando.
«Todos los contenidos deben servir a que los alumnos se descubran a sí mismos y entiendan el mundo en toda la novedad que trae el Evangelio, en la propia relación con Dios en lo más íntimo o, por ejemplo, con la naturaleza, en la responsabilidad ante los demás o en la esperanza de la resurrección ante el drama de la muerte», detalla Carrasco Rouco, que aterriza su reflexión: «Tendría menos sentido concentrarse en un estudio enciclopédico –por ejemplo, en aprender los nombres de los hijos de Jacob o la lista de los profetas menores– del que el alumno no pudiese ver la relación con la realidad, que no lo despertase al uso de la razón y a la libertad del corazón».
«No podemos decir que, en sí, los contenidos hayan quedado obsoletos», completa Pérez Sanjuan. «Otra cosa es –matiza–, si hubiera que revisar su adecuación al bagaje que traen las generaciones más jóvenes, su conexión con las demás asignaturas, o su nivel de concreción teológica en relación con lo que serían las competencias del alumnado de Religión». Pérez prefiere hablar en la necesidad de «conectar saberes, entrar en diálogo y apoyar destrezas».
«Hoy no hay otra asignatura en los colegios donde un estudiante se pueda hacer grandes preguntas sobre su existencia, el sentido de su vida, su compromiso social. Y de verdad, se las hacen y me las hacen», comenta José Fernando. «La asignatura de Religión –completa el obispo del ramo– fomenta explícitamente la libertad y la pluralidad; porque se fundamenta en el respeto de la persona, de su tradición y de su cultura».
«Tenemos que dar las herramientas para que un cristiano del siglo XXI promueva una sociedad abierta y plural, aportando su cosmovisión, pero en convivencia con los demás», propone Antonio Roura, director de la revista «Religión y Escuela». Entre los contenidos del nuevo currículo, Roura considera imprescindibles los conceptos de fraternidad, como el de ecología integral.
«La clase de Religión tiene que acogerlo para que los jóvenes, más que superculturetas religiosos que se saben de pe a pa cuántas diócesis hay en España, sean discípulos misioneros de Jesús con pensamiento crítico, que participen en el voluntariado, que defiendan la justicia social, el diálogo entre religiones y se pongan del lado de los más desfavorecidos», concluye.
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