Opinión
Animalitos
Esta mañana mi hijo me ha despertado así: «Mamá, Belatrix ha muerto». He abrazado a mi hijo roto de dolor y le he llevado a su cuarto. Allí estaba ella, con sus ojitos de avellana abiertos y su cola larga sosegada. Nunca la había visto quieta. Las ratas no paran, son hiperactivas; te recorren el cuerpo en segundos, se meten por la manga y salen por el cuello de la camisa. De vez en cuando te lamen con besos muy chiquititos. Belatrix llegó a mi casa sin yo quererla. Estuve mucho tiempo sin cogerla, me daba entre miedo y asco. Pero ella, desde su jaula, me llamaba cuando tenía hambre o quería salir y no estaba mi hijo. Un día me armé de valor y la saqué del encierro. En pocos días me conquistó para siempre. Nunca pensé que una rata blanca y caramelo pudiera ser tan lista y simpática. La sacábamos a pasear montada en la capucha de la sudadera de mi hijo y miraba el cielo feliz de verdad. Quizá era el único lugar en el que se sentía medio libre. Belatrix esperó a que mi niño acabara los exámenes para morirse. Esperó a que estuviese tranquilo para poder llorarla. Porque es increíble lo que duelen los animalitos de casa; esos pequeños maestros que solo quieren jugar, comer, dormir y amarte. ¡Eso es humanidad!
Dicen que con la pandemia ha aumentado enormemente el número de adopciones de mascotas. Espero que sea para siempre y con el respeto que ellos tienen a los humanos buenos. Yo nunca volveré a tener un animalito en una jaula, es una crueldad que no merece ningún ser vivo.
Adiós, Belatrix, me has dado una inolvidable lección.
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