Opinión

El lío de las vacunas

Un sanitario inyecta este jueves en Bilbao una segunda dosis de la vacuna de Pfizer Biontech a una mujer perteneciente al grupo de entre 55 y 60 años, incluida en los colectivos de trabajadores esenciales que recibieron la primera dosis de AstraZeneca
Un sanitario inyecta este jueves en Bilbao una segunda dosis de la vacuna de Pfizer Biontech a una mujer perteneciente al grupo de entre 55 y 60 años, incluida en los colectivos de trabajadores esenciales que recibieron la primera dosis de AstraZenecaMiguel ToñaEFE

Ahora la gente cuando se encuentra, ya no se pregunta por la familia. Ahora, a partir de cierta edad y circunstancias, la cuestión es: ¿te has vacunado? Si es que no, la conversación se va por derroteros sobre miedos, ética, negacionismo… Si la respuesta es sí, la siguiente pregunta va ligada: ¿con qué? Aquí viene añadida información concreta sobre el interrogado en cuestión: si le han puesto Pfizer o Moderna, es mayor; si es Astrazeneca, ha sido por profesión de riesgo o es de una década concreta, la mía. La conversación deriva, entonces, por aquello de qué vas a hacer con la segunda dosis, o el desastre que las autoridades se traen con el asunto. Realmente estamos en manos de desorientados que han hecho una labor estupenda en volvernos más chiflados de lo que ya estábamos. Su ahora esto, ahora lo otro. Ahora sí, ahora no. Su ocultación de datos, sus contradicciones flagrantes en relación a la situación, nos han dejado huérfanos de confianza. Ni siquiera los científicos, grupo tan prestigioso, han podido proporcionarnos cierta claridad. Nos han ido trasmitido argumentos tan dispares que nos han dejado huérfanos de certezas. Así que la ciudadanía incierta se ha dedicado a opinar, actividad que tanto nos gusta, sin tener la más mínima idea sobre el asunto. Y cuando preguntas, por qué no te vacunas, en particular, te narran unas ficciones fabulosas que acaban por divertir, o te cuentan los casos concretos que han vivido con detalles desesperantes. Si ha habido inoculación, nos contamos los efectos secundarios que, por cierto, desde la sanidad no se han tomado la molestia de recoger.

En fin, ante todo esto, yo confío más que nunca en los poetas.